Nicolás Avellaneda visitó su Tucumán natal en 1876, cuando era presidente electo, después de 20 años de ausencias. “He querido venir, solo y despojado de las insignias del mando. He venido antes de la fiesta, para que las pompas oficiales no sofoquen la emoción de nuestros primeros abrazos. Cuántas veces, me he preguntado si me sería dado un día volver con honor y con vida a la vieja casa de mis padres. He tropezado con muchos en este camino de las ambiciones, pero nunca deserté las reglas del deber. Puedo, pues, comparecer delante de la sombra de mi padre y delante de vosotros que fuisteis los testigos de su vida y de su muerte”.
Su familia era originaria de Vizcaya, y su primer antepasado tucumano ya aparece en 1685, cuando la ciudad de San Miguel se traslada a su definitivo asiento.
Sus predecesores siempre figuraron en los tiempos coloniales en la categoría de “vecino principal”, pues eran terratenientes y desempeñaron funciones capitulares.
La familia Avellaneda-Tula pertenecía a los linajes más caracterizados de Tucumán y Catamarca.
Su padre fue Marco Manuel de Avellaneda, el más célebre representante en el noroeste de la generación romántica de 1837, quien se graduó de doctor en Jurisprudencia en Buenos Aires y regresó a Tucumán. De su casamiento con Dolores Silva, que pertenecía a una familia de enorme fortuna, nacieron cinco hijos, el mayor, Nicolás, en 1836.
Marco Avellaneda fue elegido presidente de la Sala de Representantes de la provincia. Fue élprecisamente quien organizó la coalición del Norte contra Rosas, a la cual adhirieron Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja, contando con los ejércitos dirigidos por Lavalle y Lamadrid.
Pero los ejércitos de Rosas derrotan a los jefes unitarios. Marco Avellaneda fue degollado y su cabeza expuesta en la plaza principal de Tucumán. A todo esto, su familia pudo llegar a Bolivia después de un azaroso viaje por la quebrada.
La forma en que murió su padre significó para Nicolás un trauma que no pudo superar nunca y que condicionó en gran medida su forma de actuar en la vida pública, en la que se caracterizó siempre por la tolerancia hacia las ideas ajenas.
Después de cuatro o cinco años de exilio en Bolivia, su familia pudo retornar a Tucumán, gracias a la benevolencia que demostraba el gobernador Celedonio Gutiérrez con los emigrados.
Abogado y periodista
En 1850, Nicolás partió rumbo a Córdoba para iniciar sus años de estudiante.
En el colegio Monserrat y en la Universidad estudió dos años de Filosofía y cuatro de Derecho, graduándose de abogado en 1855. Hizo numerosos amigos, dado que su carácter ecuánime y generoso le facilitaba las relaciones (en Córdoba había también parientes de Avellaneda)
De regreso en Tucumán, iniciará su carrera periodística en dos publicaciones: “El Guardia Nacional” y “El Eco del Norte”, pues acostumbrado a devorar libros desde su niñez, escribía con facilidad y elegancia.
Radicación en Buenos Aires
Pero la tranquilidad que se respiraba en las ciudades del interior no conforman a su espíritu inquieto, que desea estar en el centro de los acontecimientos, y es así que en 1857 lo vemos radicarse en Buenos Aires, la “hermosa y populosa ciudad” como él la define.
Frecuenta la mejor sociedad porteña, guiado y apoyado por la solicitud de antiguos amigos de su padre, lo que le permite conocer a personalidades de fuste como Sarmiento.
En 1858 recibe el grado de doctor en Derecho en la Universidad de Buenos Aires, e inmediatamente ingresa como asociado en uno de los estudios jurídicos más destacados de la ciudad.
En 1859 comienza a actuar en el periodismo porteño, pues escribe en el diario “El Comercio del Plata”, y posteriormente en “El Nacional” de Dalmacio Vélez Sársfield, calificado como el más importante de Buenos Aires. Desde sus páginas, se manifestó partidario de la unidadentre Buenos Aires y la Confederación, en oposición a quienes propiciaban la secesión definitiva de la provincia de Buenos Aires.
Comienza su trayectoria política
Desde su atalaya de periodista, se interesa cada vez más por la política, además de haber comprobado que su persona es valorada en las filas del liberalismo. Es así que cuando en 1860 debe renovarse la Legislatura de Buenos Aires, es incluido sin objeciones en la lista de candidatos a diputado y resulta electo. Ha iniciado así, a los 23 años, una carrera que no se detendrá hasta que llegue a la cumbre.
En ese mismo año la Universidad de Buenos Aires lo nombra profesor de Economía Política y de Derecho Internacional, cátedras en las que se desempeñará 6 años.
En 1861 contrajo matrimonio en la iglesia de San Ignacio con Carmen Nóbrega, integrante de una acaudalada familia porteña.
Mientras tanto, en el ámbito político, se va definiendo su posición con respecto a las personalidades descollantes. Mitre, Sarmiento, Marcos Paz y J.B. Alberdi simpatizaban con él, no así el futuro gobernador de la provincia, Carlos Tejedor.
Ministerios en la provincia y la nación
Al producirse el fraccionamiento del Partido Liberal en nacionalistas (mitristas) y autonomistas (alsinistas) se pronuncia por estos últimos, lo que le valdrá la designación de ministro de Gobierno cuando Adolfo Alsina fue elegido gobernador.
El trabajo que demandaba el desempeño de la función ministerial lo obligó a dejar la tarea periodística y la cátedra.
La elección de Avellaneda para esta elevada responsabilidad, habían tenido en cuenta sus aptitudes: persuasivo, conciliador, talentoso, ilustrado, discreto.
En 1868, las elecciones presidenciales dieron el triunfo a la fórmula Sarmiento-Alsina. Avellanedaaceptó sin vacilar el ofrecimiento del ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación.
La labor de Avellaneda al frente de dicha cartera será ímproba, particularmente en el área educacional.
La tarea más premiosa, que no admitía ninguna dilación, era la alfabetización, para impedir que la masa de jóvenes analfabetos, que eran mayoría, llegaran todos a la edad adulta en esas condiciones.
Se construyeron edificios para escuelas primarias en todas las provincias, la cantidad de Colegios Nacionales fue ampliándose hasta que cada capital provincial tuvo el suyo, fueron creadas dos Escuelas Normales para la formación de maestras, la primera de ellas en Paraná, y se contrataron maestros extranjeros. Cada escuela normal contaría con una escuela modelo de aplicación.
El gobierno nacional se comprometió a enviar subvenciones a las provincias para la educación primaria, siempre que éstas aportasen parte de los gastos.
Fueron creadas las Bibliotecas populares, los turnos nocturnos para obreros y trabajadores, gabinetes de física, laboratorios de química, enseñanza de las ciencias exactas y naturales.
En Córdoba se abre el observatorio astronómico, la oficina meteorológica y la facultad de ciencias físicas y matemáticas.
Candidatura presidencial y triunfo
Cuando llegó el momento de pensar en la sucesión de Sarmiento, en Buenos Aires las mejores posibilidades estaban con Mitre, Alsina, Tejedor y Quintana.
Pero la candidatura de Avellaneda fue creciendo en el interior, al principio tímidamente. Después de todo, nada tenía de descabellado su postulación. A pesar de que vivía y actuaba en Buenos Aires desde una década atrás, cultivaba muchos amigos descollantes en las provincias y conservaba su personalidad: no se lo miraba como mero satélite de Sarmiento ni de Alsina.
El primero a quien revela en forma reservada sus proyectos presidenciales es a su comprovinciano Julio Argentino Roca, cuya estrella militar estaba en ascenso; ambos coinciden en que la única candidatura grata a las provincias es la de Avellaneda, no debido a las contingencias de la política, sino por las raíces familiares y por las vinculaciones que se han tejido a lo largo de los años.
En abril de 1873, su candidatura es proclamada oficialmente por primera vez en Córdoba (originada en la universidad), mientras que en el mismo año surge la de Mitre en Buenos Aires.
En marzo de 1874 Alsina renuncia a su candidatura para plegarse a la de Avellaneda. El partido autonomista, entonces, proclama la fórmula Avellaneda – Mariano Acosta, con amplio apoyo en la mayoría de las provincias y el aval del presidente Sarmiento.
“La Nación” reacciona con furia, llamándolo “empleado de secretaría”; la posibilidad de que sea presidente le parece “una broma de gente traviesa” que demostraría que “la mayoría del país ha perdido el sentido común”.
El 12 de abril de 1874 la victoria de Avellaneda fue contundente: se impuso en todas las provincias, a excepción de Buenos Aires, Santiago del Estero y San Juan. Es cierto que el Ejército presionó a los gobernadores de La Rioja y San Luis, pero de cualquier manera la superioridad de Avellaneda era incuestionable.
“La Nación” volvió a atacar. “La candidatura que sólo prohijó en broma la publicación satírica El Mosquito ha sido impuesta por el señor presidente de la República”. Subrayó, además, que sobre ciertos gobiernos provinciales pesaba el peligro de derrocamiento si no favorecían al candidato oficial.
En un banquete celebrado en su honor, concurren Alsina, Bernardo de Irigoyen, Olegario Andrade, Dardo Rocha.
En setiembre de ese año da comienzo la revolución, convocada por Mitre para evitar que Avellaneda asuma la presidencia. Las fuerzas rebeldes de Arias y Rivas son vencidas por Arredondo y Roca.
Presidencia. 1874 a 1880
Avellaneda presta juramento el 12 de octubre de 1874. Su edad es de 38 años.
Mariano Escalada recordaba vívidamente a Avellaneda atravesando muchas veces solo la Plaza de la Victoria rumbo a su despacho con su estatura diminuta y su paso breve.
Veamos los hechos más destacados de los seis años de gobierno.