ALMIRANTE GUILLERMO BROWN
Nació en Irlanda, año 1777. Vivió durante una década en Estados Unidos, donde inició su actividad como marino mercante.
Contrajo matrimonio en Inglaterra y regresó a América para radicarse en Montevideo, dedicándose a la práctica del comercio marítimo con naves propias. Luego se radicó en Buenos Aires, y con las ganancias obtenidas compró una quinta en el actual barrio de Barracas.
Guerras por la independencia
Debido a su experiencia en la navegación del río de la Plata, en 1814 el Directorio lo nombra teniente coronel y lo coloca al mando de la escuadra patriota, a fin de enfrentar a las fuerzas navales realistas que operaban desde Montevideo depredando las costas de los ríos Paraná y Uruguay.
A tales efectos, el gobierno compró tres buques que habrán de ser tripulados por marinos nativos y extranjeros. La flota fue ampliada posteriormente con la captura de cuatro naves realistas.
En abril de dicho año, Brown inicia con cinco naves el bloqueo naval de Montevideo, que de esta manera quedaba aislado debido al sitio terrestre impuesto por el ejército patriota dirigido por Alvear y Artigas.
Las dos armadas se enfrentaron en el combate naval del Buceo, en el cual Brown obtuvo un resonante triunfo, a pesar de la superioridad numérica de la flota realista (11 barcos).
Esta batalla fue decisiva para la rendición de Montevideo, lo que significó la desaparición de la presencia realista en aguas del Plata.
En 1815 Brown tomó la decisión de realizar una campaña de corso en el océano Pacífico, para tomar presas y asaltar bases realistas, que en ese momento dominaban Chile, Perú y Nueva Granada.
Partió de Buenos Aires con Bouchard como segundo jefe. Atacó con éxito el puerto de El Callao, pero al desembarcar en Guayaquil fue tomado prisionero y liberado al poco tiempo.
Luego de un prolongado periplo por aguas del Pacífico, el Atlántico y el Caribe retornó a Buenos Aires en 1818.
El gobierno nacional lo citó ante los tribunales debido a que en 1815 le había ordenado permanecer en el Plata, pero Brown desobedeció pues consideraba más conveniente realizar operaciones corsarias.
La sentencia le fue adversa, por lo que permaneció en situación de retiro durante varios años.
Guerra con Brasil
En esta guerra la estrella de Brown llegó a su apogeo.
Debido al conflicto por la posesión de la Banda Oriental, el Imperio declaró la guerra a las Provincias Unidas en 1825, y de inmediato la escuadra brasileña inició el bloqueo del puerto de Buenos Aires.
Los acontecimientos bélicos obligaron al gobierno nacional a improvisar una flota nuevamente, como en 1814, y convocaron a Brown para conferirle el mando con el grado de coronel mayor. A lo largo de su carrera, Brown fue ascendiendo en el escalafón del ejército de tierra, pero por su brillante desempeño las tripulaciones y la población de Buenos Aires le adjudicaron el título de Almirante.
La armada nacional estaba en inferioridad de condiciones frente a la brasileña, tanto en número como el potencia de fuego, pero Brown supo oponerse con éxito al enemigo, gracias a su audacia y valentía.
Hubo combates ante los puertos de Colonia y Montevideo, que si bien no fueron decisivos, obligaron a la escuadra brasileña a trasladar el bloqueo más lejos de la costa bonaerense.
En 1826 se produjo el combate de Los Pozos, a la vista de la población porteña, en el cual 13 naves republicanas hicieron frente a 31 barcos brasileños, los que luego de varias horas de cañoneo decidieron retirarse. El almirante desembarcó en el puerto y fue aclamado por la población. Mariquita Sánchez le entregó la “Bandera de Los Pozos”, que había sido confeccionada por las damas porteñas.
En el combate de Quilmes, 22 barcos imperiales no pudieron derrotar a la flota republicana, en cuya nave insignia se encontraba Brown, soportando tres horas numerosos impactos en inferioridad de condiciones; las naves brasileñas temían abordarla pues creían que en tal caso Brown volaría su propia nave, con lo que incendiaría a la atacante.
Para contrarrestar el bloqueo Brown realizó un crucero a lo largo de la costa brasileña, logrando capturar numerosas presas y obligando a la flota enemiga a retirar catorce buques para proteger sus costas.
De regreso a Buenos Aires se dispuso a enfrentar a la escuadra imperial que dominaba la navegación en el río Uruguay. En febrero de 1827 se produjo el combate de Juncal, cerca de Martín García, después del cual la flota brasileña de dicho río quedó inutilizada.
Cuando desembarcó en Buenos Aires se le tributó un recibimiento apoteótico, pues se lo consideraba símbolo máximo del honor y de la gloria de la Patria en esas circunstancias.
La guerra finalizó cuando se firmó el tratado de paz en 1828.
Gobernador delegado de la provincia
Finalizada la guerra, solicitó su retiro, pero manifestó estar dispuesto a servir a la Patria si se requerían sus servicios. Fijó su residencia en la quinta de Barracas. A todo esto, el gobierno nacional había desaparecido y se encendía la llama de las guerras civiles entre unitarios y federales. El almirante nunca participó en los acontecimientos políticos, y sin embargo, sería en este momento en que el destino lo pondría a prueba en un ámbito donde se sentía extraño.
Producida la revolución de Lavalle contra Dorrego en 1828, el jefe unitario se ausenta de la ciudad para combatir a las tropas federales, y solicita a Brown que se desempeñe como gobernador delegado. Desde su cargo, hizo todo lo posible para moderar la ola de intolerancia que se había desatado.
Dorrego, apresado por Lavalle, le envía una carta solicitando se le permita exiliarse en Estados Unidos. Brown escribe entonces al jefe unitario, aconsejando se acepte el pedido del jefe federal. Pero Lavalle se mantiene inflexible, influido por las sugerencias de Del Carril, quien califica a Brown como un hombre de “alma débil”.
Debido al fusilamiento de Dorrego, el almirante renuncia. Como su decisión no es aceptada, y ante el agravamiento de los odios y enfrentamientos en las guerras civiles, renuncia definitivamente en mayo de 1829. Lavalle acepta y le agradece por su desempeño.
La escuadra de la Confederación
De regreso a la vida privada, continúa en su quinta de Barracas dedicado a la actividad comercial.
En 1839 el almirante francés Leblanc se presentó con sus naves frente a Buenos Aires, reclamando al gobernador Rosas que exceptuara a los ciudadanos franceses de servir en las milicias. Como la respuesta no es de su agrado, declara bloqueado el puerto de Buenos Aires. Brown no puede desoír la voz de su conciencia y ofrece sus servicios al gobierno de la Confederación, desempeñado por el gobernador de la provincia, Juan Manuel de Rosas.
Brown fue designado entonces comandante de la escuadra de la Confederación.
En Uruguay estaba desarrollándose una guerra civil que tenía vinculaciones con los enfrentamientos internos en Argentina. El partido Blanco, dirigido por Oribe y apoyado por Rosas, había vencido al partido Colorado acaudillado por Rivera, quien seguía resistiendo en Montevideo, auxiliado por emigrados argentinos, voluntarios extranjeros y la flota francesa.
Siguiendo órdenes de Rosas, Brown inicia el bloqueo de Montevideo, aclarando que no es una medida contra el pueblo uruguayo sino contra el gobierno de Rivera. En este momento, el almirante tiene ya 64 años. Luego de tres combates en 1841, la flota de Rivera se retira del Plata y entrega el mando de su escuadra a José Garibaldi para que remonte el Paraná a fin de auxiliar a la provincia de Corrientes, enemiga de Rosas.
Se produce en Costa Brava un combate terrestre y naval, en los que la victoria corresponde ampliamente a Brown, quien no quiso tomar prisionero al jefe enemigo, pues se había desempeñado con admirable valentía.
De regreso a Buenos Aires, fue recibido como siempre, con gran entusiasmo por el pueblo, y por la hija de Rosas, Manuelita.
Continuó Brown con el bloqueo de Montevideo, pero en 1845 la flota aliada anglofrancesa, en apoyo de Montevideo, apresó a la escuadra argentina, debido a que el almirante había ordenado que no se ofreciera resistencia. Era la primera vez que debía arriarse el pabellón argentino en nuestros buques.
El retiro definitivo
Brown se retiró definitivamente del servicio activo, residiendo en la quinta de Barracas y dedicándose a la agricultura y al comercio.
Era habitual su presencia en el templo de San Telmo, y como siempre entregaba parte de su sueldo a las monjas catalinas.
En 1847 realizó un viaje a su país natal y a Inglaterra, patria de su esposa, que era de religión protestante.
A su regreso hizo escala en Montevideo, donde fue visitado por Garibaldi, quien deseaba expresarle personalmente su agradecimiento por haberle salvado la vida, cuando dijo “Dejen que escape, porque es un valiente”.
En Barracas fue visitado también por el almirante brasileño Grenfell, quien había sido su adversario en la guerra contra el Imperio.
Decía José María Paz: “El almirante Brown jamás cometió actos de crueldad, y al contrario, manifestó aversión a ellos sin que Rosas lo reprobase ni se los exigiese como hacía con otros generales. Esto prueba que Brown era una excepción, y que el dictador tenía un modo particular de considerarlo”.
En sus últimos años, Brown mereció el respeto de todos: de Rosas, a pesar de haber sido gobernador delegado de los unitarios, de los unitarios, a pesar de haber sido comandante de la armada de la Confederación. Constituyó un factor de humanización en los momentos de barbarie de la guerra civil.
Falleció en marzo de 1857, después de haber recibido el sagrado Viático de manos de su amigo el padre Antonio Fahy. En ocasión de su entierro, Mitre pronunció la oración fúnebre, en su carácter de ministro de Guerra de la provincia.
Por Gerardo Celemín