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Luis Pasteur

LUIS   PASTEUR

 

1822-43

Su pueblo natal era Arbois, en la región del Franco Condado, donde hay constancias de la existencia de su familia desde el siglo XVII. El padre de Luis, de profesión curtidor, y su madre, tuvieron una preocupación constante por la educación de sus hijos.

Se recibió de bachiller en el colegio de Besancon. Posteriormente se trasladó a París para estudiar en el liceo San Luis, y simultáneamente asistía como alumno vocacional a las clases de química en la Sorbona. La formación intelectual de Pasteur no se limitaba a las ciencias, puesto que era un ávido lector de obras literarias. Más adelante fue admitido en uno de los establecimientos educativos más prestigiosos de Francia: la Escuela Normal de París.

En la relación con sus compañeros de estudio  y con los profesores, Luis puso de manifiesto los rasgos de su personalidad que había heredado de su padre: la generosidad, el sacrificio, el trabajo tenaz y la preocupación por los demás.


1844-49

Siempre estaba impaciente para aprender más y dedicarse a las grandes investigaciones, por eso pasaba las tardes de los domingos en el laboratorio de la Sorbona, donde recibía clases particulares. En las cartas que se intercambiaban asiduamente con el padre, su progenitor le aconseja que no se exceda en el trabajo , que no sacrifique su salud por amor a la ciencia.

Egresó de la Escuela Normal con el diploma de doctor en Ciencias Físicas, título con el que se propuso dedicarse a las investigaciones químicas. Se graduó a los 25 años y contrajo matrimonio en 1849.

El ministerio lo nombró profesor de química en la facultad de Estrasburgo. Sus clases eran muy concurridas, porque la química desempeñaba un papel preponderante en las industrias de Alsacia.


1850-54

Debido a sus experiencias sobre cristalografía y transformación de los ácidos, recibió uno de sus primeros premios, la cinta de caballero de la Legión de Honor, la misma que su padre había ostentado como soldado durante el Imperio napoleónico. La Sociedad de Farmacia le otorgó un premio de 1.500 francos, la mitad de los cuales los empleó en comprar instrumentos para el laboratorio de la facultad de Estrasburgo.


1855-59

Fue nombrado decano de la nueva Facultad de Ciencias de Lille, la ciudad de mayor actividad industrial en el norte de Francia. Transcurrían los años del Segundo Imperio. A sus clases concurrían casi 300 personas. Visitaba junto con sus alumnos las fábricas, fundiciones, altos hornos y talleres metalúrgicos de la región.

En Lille realizó estudios sobre la fermentación láctica y alcohólica, a los que comparó con la levadura de la cerveza. Por eso se preguntaba ¿de dónde provenían los fermentos, las levaduras y los seres microscópicos? ¿Cuál era la procedencia de esos agentes transformadores, en apariencia tan débiles y en realidad tan poderosos?

En 1859 murió su hija mayor, Juana, víctima del tifus.


1860-64

En 1860 la Academia de Ciencias le otorga el premio de fisiología experimental por los estudios realizados sobre las fermentaciones.

Seguidamente se dedicó al estudio de una polémica cuestión que en el ambiente científico era denominada “generación espontánea”.

Investigando la fermentación, descubrió micro-organismos que viven sin necesidad de aire, por el contrario, el aire los mata. Por consiguente son seres microscópicos que pueden vivir sin necesidad de aire, por eso los llamó “an aerobios”.

Sin ellos, la materia orgánica muerta se acumularía en la superficie de la tierra.

En 1861 se lo nombra miembro de la Academia de Ciencias, por eso tuvo la oportunidad de conversar personalmente con el emperador Napoleón III, que se interesaba por sus investigaciones, y le aseguró que ambicionaba conocer las causas de las enfermedades contagiosas.

La doctrina de la generación espontánea había perdido terreno paulatinamente, ya que pueden generarse seres que no procedan de progenitores de la misma especie, sino de materia muerta en descomposición.


1865-70

Pasteur, que tenía ideas precisas acerca de la vinculación entre ciencia, filosofía y religión, afirmaba “el estudio de la causa primera no incumbe a la ciencia, esta se ocupa únicamente de lo que puede demostrar: hechos, fenómenos, causas segundas”. “La ciencia conduce a Dios”.

1865 fue un año desgraciado en el ámbito familiar, pues fallecieron su padre y su hija menor, Camila, de dos años de edad.

Napoleón III, que amaba la Ciencia y se complacía en reflexionar sobre algunos de sus problemas, invitó a Pasteur y a otros científicos, hombres de letras y artistas, a pasar 8 días en el palacio de Compiegne.

Muere su hija Cecilia, víctima del tifus (es la 3ra.)

Sus investigaciones sobre la descomposición del vino dieron sus frutos, cuando las experimentaciones demostraron que debía aplicarseles un procedimiento que ya en Austria se denominaba “pasteurización” y que consistía en calentarlo a 55 grados. De esta manera se lo libraba para siempre de los gérmenes causantes de las enfermedades y lo hacía apto para su transporte y almacenamiento.

Los viejos gastrónomos decían equivocadamente que los vinos calentados no maduraban; por el contrario Pasteur sostenía que mejoraban en todo sentido, sobre todo el sabor.

Sus estudios sobre la enfermedad de los gusanos de seda, que se había propagado por el sur de Francia y que había llegado hasta China parecía indetenible porque los animalitos se contagiaban entre ellos, pero había que determinar en qué momento del proceso de la cría de las mariposas se encontraba la causa de la enfermedad. Francia tenía una pérdida anual de 50 millones de francos.

Después de pacientes investigaciones, llegó a la conclusión de que había que desechar a los huevos (“semillas”) que ponían las mariposas contaminadas, las que eran identificadas por manchas o “corpúsculos” que eran visibles con el microscopio.

Desde 1857 a 1867 se desempeñó como director de la Escuela Normal, a la que consideraba formadora de sabios en ciencias matemáticas, físicas y naturales.

Fue invitado a Orleans para pronunciar una conferencia que despertó mucho interés, en razón que era el miembro más joven de la Academia de Ciencias, y que había realizado estudios sobre la transformación del vino en vinagre, el cual constituía la riqueza de esta región.

Explicó que el vinagre se origina por la fermentación del vino producida por un hongo. Así como la conservación del vino se logra calentando a 55 grados, para preservarlo de los gérmenes, con el vinagre hay que hacer lo mismo.

Pasteur admiraba la instrucción pública de Alemania, país en el que los sabios disponían de laboratorios en mayor cantidad que en Francia, sobre todo por la precisión de sus instrumentos. Por eso sintió viva emoción cuando la universidad de Bonn le ofreció un pergamino con el título de Doctor en Medicina, en homenaje a sus trabajos en organismos microscópicos. Así veía valoradas sus investigaciones por una nación extranjera, que le expresaba su gratitud por los servicios prestados a la humanidad.

Se ocupó de la supervisión de una orden del ministerio de Marina, para que se embarcaran en los buques cargamentos de vinos previamente calentados, los que llegaron sin alteración a destino. Así pudieron exportarse a países extranjeros y a las colonias.

En 1868 su salud comenzó a resentirse con la realización de tan variados trabajos. Sus clases en la Sorbona, la instalación de su laboratorio (había conseguido una partida presupuestaria del ministerio), las polémicas sobre la enfermedad de los gusanos de seda y los proyectos de experiencias para el año siguiente, exigíanle un esfuerzo que lo mantenía en constante tensión mental.

El 19 de octubre fue atacado por una hemorragia cerebral que le provocó la parálisis del costado izquierdo. En ese momento tenía 46 años, un hijo, una hija y numerosos discípulos dispuestos a ayudarlo en todo lo que hiciese falta.

A los tres meses del ataque, se sintió suficientemente mejorado como para pedir que lo llevasen al departamento de Gard para asesorar a los campesinos respecto de la selección de las “semillas” de las mariposas. Pasteur dirigía las operaciones desde su sillón o lecho, indicando las experiencias que debían realizar sus ayudantes. Finalmente, la única secuela del accidente cerebral que no pudo superar fue una leve parálisis en la pierna izquierda. La producción de capullos que se consiguió fue la ratificación definitiva del éxito del procedimiento diseñado por Pasteur para erradicar la enfermedad, no sólo de Francia sino de Europa entera.

 

1870-72

Durante la guerra franco-prusiana, los alumnos de la Escuela Normal se alistaron en el ejército, a pesar de que estaban exceptuados; la escuela funcionó como hospital. Cuando terminó la guerra, con la derrota de Francia, manifestó estar dispuesto a trabajar de nuevo para que Francia se reconstituyera de sus pérdidas. Continuamente se preguntaba ¿En qué puedo ser útil?

Tenía prisa en emprender nuevas investigaciones, pues opinaba que aun quedaba mucha tarea por realizar. Repetía constantemente este consejo: “¡Hay que trabajar!”

En esa época, era incontestable la superioridad de Alemania en la fabricación de cerveza. Impulsado por una combinación de patriotismo y de afán científico, se propuso mejorar la calidad de la cerveza francesa. Con ese objetivo a la vista, viajó a Londres para recorrer las grandes cervecerías. Al finalizar las investigaciones, llegó a la conclusión de que cualquier alteración de la cerveza está relacionada con el desarrollo de ciertos organismos microscópicos que constituyen el fermento de esa alteración. Los gérmenes de esos micro-organismos se hallan en el aire, en las materias primas o en los utensilios de trabajo. Las cervezas inalterables son las que carecen de gérmenes.

Aplicó entonces el mismo método que había dado resultado con los vinos: el calentamiento a 50 o 55 grados, procedimiento que trajo aparejado un neologismo: “cerveza pasteurizada”.

Tenía pruebas de que la levadura proviene del polvo que se deposita en los racimos expuestos al aire.

 

1873-77

Es nombrado integrante de la Academia de Medicina, en reconocimiento al descubrimiento de que los gérmenes (organismos microscópicos) que se encuentran en el aire son los causantes de las infecciones.

Por eso aconsejó a los cirujanos que pasaran por la llama sus instrumentos antes de utilizarlos, a fin de matar a los gérmenes infecciosos que atacaban las heridas quirúrgicas.

Siempre afirmó que la teoría de la generación espontánea era una quimera.

Le fue otorgada una pensión vitalicia de 12.000 francos, cantidad que representaba aproximadamente los emolumentos de la cátedra de la Sorbona, de la cual se alejaba por su enfermedad.

Para él, la vida no tenía razón de ser si no trabajaba afanosamente. Su esposa velaba para que nada turbara su vida de trabajo.

Viajó a Italia para visitar un inmenso establecimiento dedicado a la sericicultura (cría del gusano de seda), que tenía su nombre grabado en el frontispicio. En el banquete que clausuró el Congreso de Milán al cual asistió afirmó que “La ciencia es la mayor personificación de la Patria. La ciencia es antorcha que ilumina al mundo y es patrimonio de todo el género humano”.

 

1877-79

En 1878 adoptó la palabra “microbio” para designar genéricamente a los organismos microscópicos, vocablo que fue universalmente empleado. Entre los microbios se encuentran los vibriones y las bacterias.

Los científicos que se oponían a Pasteur sostenían que las infecciones se producían por causas que se encontraban dentro de los enfermos, no en el exterior.

Pasteur había demostrado que los gérmenes abundan en la superficie de los objetos, en el aire y en el agua. También había comprobado que para destruir a los microbios basta a veces el contacto con el aire. Los vibriones sépticos mueren y desaparecen de los líquidos expuestos al aire, pero a un centímetro de profundidad, los vibriones protegidos del oxígeno por sus hermanos muertos en las capas superiores se multiplican, así se origina el polvo séptico, formado por los gérmenes que resisten la acción del oxígeno, lo que hace posible que las enfermedades perduren.

“El agua, las esponjas y las hilas con que se curan las heridas introducen en ellas los gérmenes. Para eliminar a los microbios existentes en la superficie de los objetos hay que tener instrumentos perfectamente limpios, lavarse la manos y utilizar instrumental calentado a 140 grados, y emplear agua hervida a 120 grados (esterilización).

Antes de aplicarse el método antiséptico en cirugía, la mortalidad entre los pacientes era del 50%, después, descendió al 5%

El hospital fue ocupando en su vida un lugar tan importante como el laboratorio. Tuvo que vencer la repugnancia que sentía en las autopsias y en los cortes realizados con bisturí. A veces salía descompuesto de los anfiteatros.

Era muy frecuente que en las maternidades se produjesen epidemias de fiebre puerperal entre las madres; en consonancia con sus investigaciones, sostuvo que eran los mismos médicos y sus ayudantes los que transportaban los microbios de las mujeres enfermas a las sanas.

Pasteur denominó a su método “experimental”, que dio forma a la teoría de los “Gérmenes del contagio”. La teoría contraria, que ya estaba envejeciendo, era la espontaneidad de las enfermedades transmisibles.

“Los causantes de las epidemias son los microbios, los fermentos vivos y los gérmenes. Hoy puede asegurarse que cada enfermedad contagiosa es producida por un microbio”. Sin embargo, a pesar de las evidencias, sus adversarios (médicos, farmacéuticos, químicos, veterinarios) redoblaron la defensa de sus baluartes tradicionales.

 

1880-81

Consiguió descubrir vacunas inalterables, que no perdían su efecto si variaban las circunstancias: la del cólera de las gallinas y la del carbunco, que atacaba particularmente a los carneros.. Recibió una medalla de la Sociedad de Agricultores de Francia. En esa época, Pasteur estaba en “ebullición”. Sus actividades eran múltiples, acudía a donde era requerido. Era tan sencillo y modesto que parecía ignorar su gloria.

El gobierno de la República le confirió, a él y a sus dos ayudantes, la Legión de Honor.

Hubo una intensa campaña de varias organizaciones de Francia y Gran Bretaña para impedir que se siguieran utilizando animales vivos en las experiencias de laboratorio, pero los científicos se negaron, porque sostenían que sin las experimentaciones, las investigaciones se paralizarían, lo que significaría un retroceso para la humanidad e incluso para la curación de los mismos animales.

 

1881-84

La colaboración de sus familiares con su tarea era constante, además, las horas de descanso las compartía siempre con su familia. Fue elegido miembro de la Academia Francesa. En las palabras que pronunció con motivo de su admisión, puso de manifiesto sus tres principios rectores: la consecución del progreso mediante el trabajo, el deseo de perfeccionamiento moral y la esperanza de salvación eterna.

En los pueblos donde había trabajado personalmente o que se habían beneficiado con la erradicación de las enfermedades de los animales, era recibido como un héroe y un genio, pero él nunca lo veía como un triunfo personal. Francia lo consideraba como una de sus glorias, de ahí las manifestaciones de gratitud pública.

La pensión estatal de 12.000 francos fue aumentada a 25.000.

Para Pasteur, la verificación experimental de las hipótesis eran lo único valedero.

Sus trabajos pueden agruparse en tres grandes descubrimientos:

n     Toda fermentación es la consecuencia de la acción de un microbio.

n     Toda enfermedad infecciosa es provocada por el desarrollo en el organismo de un microbio específico.

n     Los microbios de las enfermedades infecciosas, cultivados en ciertas condiciones, pierden su actividad nociva y pueden ser transformados en vacunas.


1884 –85

En sus investigaciones sobre la rabia canina, robustecía paulatinamente su convicción de que el virus residía en el sistema nervioso, y específicamente en el bulbo raquídeo.

En sus experimentaciones de laboratorio, consiguió la inmunidad de los perros vacunados y pudo evitar que el mal se declarara después de la mordedura, mediante la inoculación con virus atenuados.

Concurrió al Congreso médico internacional de Copenhague. El auditorio siguió con sostenida atención las diversas etapas que había recorrido para llegar al gran descubrimiento: la demostración de que el virus de la rabia atacaba los centros nerviosos, el cultivo del virus en el cuerpo de los animales, su atenuación gradual por el pasaje del perro al mono y a la exaltación de la virulencia por el pasaje sucesivo de conejos a conejos, la posibilidad de obtener virus con todos los grados de virulencia y por último, la seguridad de haber obtenido, para los perros, una vacuna contra la rabia. Faltaba dar el peso decisivo: elaborar una vacuna para las personas.


1885-88

Este paso habría de darse de modo circunstancial, cuando a su laboratorio de París concurrieron una mujer alsaciana y su hijo de 9 años, con 14 mordeduras producidas por  un perro hidrófobo. Consultó con otros científicos acerca de la conveniencia de aplicar el mismo tratamiento antirrábico que se daba a los perros, que habían sido concluyentes, pues no se vislumbraba otra salvación teniendo en cuenta la gravedad de las heridas, sobre todo en las manos. Decidieron que la primera inoculación se efectuaría ese mismo día (6 de julio). Para ello emplearon médula de virulencia baja, y en los días subsiguientes médulas cada vez más virulentas, la inoculación final se realizó el 16 de julio. El niño, José Meister, quedó curado de sus heridas y el tratamiento posterior resultó un éxito.

De esta manera comenzaron en el laboratorio de París las aplicaciones de la vacuna antirrábica a los seres humanos. Concurría gente de todas las regiones de Francia, e incluso de otros países. En una ocasión llegó una niña mordida 37 días antes: era un caso fatal, debido a que había transcurrido demasiado tiempo. Igual se le efectuaron las inoculaciones, pero falleció. Pasteur estuvo a su lado hasta el último momento.

Recibía y respondía cartas de los niños que se habían curado; siempre les aconsejaba estudiar y trabajar.

Debido a la creciente afluencia de pacientes, se consideró que había llegado el momento de crear un establecimiento de vacunación contra la rabia: así nació el “Instituto Pasteur”, creado con donaciones privadas de Francia y del extranjero. El Instituto serviría de dispensario para el tratamiento de la rabia y de centro de enseñanza e investigación de las enfermedades contagiosas. A su inauguración asistió el presidente de la República. En esta ocasión, dijo Pasteur al disertar: “Me entristece entrar en esta casa siendo ya un hombre vencido por el tiempo”, pues su salud se había resentido de manera irreversible por el exceso de emociones y de trabajos.

En 1885 adoptó la teoría de la inmunidad por adición, la cual sostenía que aquella se debía a una sustancia producida en el organismo por el desarrollo de los microbios, sustancia que se oponía a la invasión ulterior de los microorganismos.


1889-95

Desde 1892 se estaban formando en Europa comisiones de hombres de ciencia y discípulos para realizar un gran homenaje en ocasión de festejarse su septuagésimo cumpleaños. El homenaje se realizó en el anfiteatro de la Sorbona, con presencia de representantes de las academias y sociedades científicas de Francia y del extranjero, miembros del Instituto y profesores de las facultades. Todos los estudiantes estaban presentes, como también sus discípulos. Las tribunas superiores del anfiteatro estaban ocupadas por los alumnos de liceos y escuelas. Había delegaciones de las cinco academias del Instituto, principalmente de Medicina. Estaban presentes integrantes de las Sociedades reales de Londres y Edimburgo, el concejo municipal de París y delegados de las grandes ciudades europeas. En suma, se trataba de una inmensa asamblea. Pasteur ingresó al recinto del brazo del presidente de la república, Carnot.

Se le entregó una medalla en cuyo anverso se había grabado su efigie, y en el reverso la leyenda que decía “A Luis Pasteur, en el día de sus 70 años, Francia y la Humanidad agradecidas”.

Comprendiendo que la emoción le impediría hacerse oir, hizo leer a su hijo las palabras de agradecimiento. Al concluir, la exclamación “Viva Pasteur” resonó en el anfiteatro.

Así concluyó esta asamblea, que estuvo animada por los sentimientos más nobles y desinteresados: la admiración y la gratitud.

Falleció el 28 de setiembre de 1895.


Por Gerardo Celemín

 
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
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Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
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