DON ORIONE
Nació en Pontecurone, provincia de Alejandría, (Piamonte) el 23 de junio de 1872 en el seno de una familia muy pobre.
A los seis años comenzó a concurrir a la escuela.
Ya desde los años de la infancia se habían manifestado los signos de una vida que habría de consagrarse a Dios.
En 1885 entró en el convento de los franciscanos de Voghera con la intención de convertirse en fraile franciscano, pero enferma de pulmonía, y si bien se restablece, los superiores de la Orden no lo consideran apto físicamente para continuar en el convento.
Regresa a su pueblo natal, donde se desempeñará ayudando a su padre en la tarea de pavimentador hasta los 13 años. Muy devoto de la Virgen, le ruega constantemente que lo ayude a convertirse en sacerdote.
En 1886 ingresa en el Instituto Salesiano de Valdocco, donde se encuentra con Don Bosco en persona, por quien sentía una profunda veneración.
En 1889, a los 17 años de edad, consigue ser admitido en el seminario de Tortona con esta recomendación: “ es un excelente muchacho que viene de los Salesianos de Turín”.
En el seminario era muy apreciado por sus compañeros por su índole caritativa y alegre. Su alegría se nutría de su deseo de conquistar almas para la fe católica, siguiendo el ejemplo de Don Bosco.
Es por este motivo que en una pequeña dependencia de la catedral de Tortona, forma un Oratorio al que concurrían aproximadamente 50 jovencitos, a los que mantenía ocupados distribuyendo el tiempo entre el catecismo, la oración, el canto y la diversión, Trataba de atraer sobre todo a los más necesitados.
La fama del clérigo Orione se extendió por la ciudad, pues las madres agradecían que sustrajera a sus hijos de los peligros de la calle y de las malas compañías.
El obispo de Tortona vio con buenos ojos este emprendimiento, y por ello puso a su disposición el jardín de la sede episcopal y algunas habitaciones del obispado.
La Pequeña Obra de la Divina Providencia, congregación que más adelante fundará Don Orione, nació de aquel primer Oratorio festivo, que era la primera etapa de su vasto programa de conquista de almas para Cristo.
Era frecuente que organizase giras a distintos lugares de la región, teniendo como meta un santuario de la Virgen, una iglesia o una obra de caridad.
Cuatro palabras constituyeron su programa de vida: Jesús, María, Papa, almas.
El obispo de Ventimiglia le confió la misión de entregar en Roma las copias de su primera carta pastoral. Don Orione entregó las cartas en la sacristía de la basílica de San Pedro, pero no fue atendido su pedido de que le permitieran ver al Papa, siquiera de lejos, a pesar de que permaneció el Roma durante tres días.
De regreso a su diócesis, obtuvo del obispo permiso para abrir un colegio, para lo cual le cedieron una casa de 7 habitaciones, cuyo alquiler se pagó inicialmente por medio de donaciones.
El colegio se llamó San Bernardino, por el nombre del barrio en que se encontraba. Para el segundo año escolar se inscribieron nada menos que 140 alumnos, lo que obligó a trasladar el colegio a un lugar más amplio, el abandonado convento de Santa Clara.
Todas las iniciativas mencionadas las había realizado siendo todavía un seminarista, hasta que por fin fue ordenado sacerdote el 13 de abril de 1895.
Entre tanto, se ha ido constituyendo el núcleo de la Congregación que actuaba bajo la dirección de Don Orione, cuyos integrantes emitían votos, observaban reglas y vivían en comunidad.
San Bernardino se había planeado con la intención de favorecer las vocaciones religiosas de los jóvenes sin recursos, aunque también aceptaba alumnos que no eran preparados para el Seminario.
Posteriormente, se realizó la apertura de otros colegios de la Congregación.
Era requerido con mucha frecuencia en las parroquias como predicador. Sus homilías eran impetuosas y llegaban al corazón, su presencia significaba aumento de las confesiones y comuniones generalizadas.
La faceta más preponderante de Don Orione es aquella que lo define como fundador y superior general de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Intuyó que en una época en que faltaba la fe y languidecía la esperanza, todo lo podía la caridad.
La Obra nació de un Oratorio festivo de jovencitos, en la catedral de Tortona. El primer reconocimiento oficial lo constituye un decreto de aprobación emanado del obispo en 1903.
Dentro del campo de actividades desarrolladas por la Pequeña Obra están los Oratorios, que tienen por fin primordial recoger los muchachos más abandonados, los colegios para niños pobres, las colonias agrícolas, los asilos para huérfanos, los artesanados, las casas para enfermos, los pequeños cottolengos, las misiones, los santuarios, las parroquias, los leprosarios.
La vastedad de las obras que se desarrollaban rápidamente lo llevaron a crear en 1915 la congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, que asumían como fin primordial la asistencia de los pobres y enfermos, dirigían asilos para niños y educaban para la vida cristiana a los jóvenes que concurrían a los círculos de obreros.
Para el cuidado de los santuarios marianos constituyó una familia separada en 1934, las Hijas de la Virgen de la Guardia. En 1927 había fundado las hermanas sacramentinas ciegas, destinadas a la adoración perpetua de la Eucaristía y la plegaria incesante.
Sus principales inspiradores fueron San Juan Bosco y San José Benito Cottolengo.
Buscaba a los más abandonados, a los más pobres. “Nuestra caridad no tiene puertas cerradas. Abraza a todos los que tienen un dolor pero no tienen quien les dé un pan, un techo, un consuelo.”
Su resistencia física era excepcional: dos horas de sueño le bastaban para disipar la fatiga y las vigilias de varios días.
En 1908 se produjo un terremoto que devastó dos ciudades: Reggio Calabria y Messina de Sicilia. Hacia allá partió Don Orione con un solo programa: convertirse en el padre de los huérfanos.
Recorrió las ciudades desde la mañana a la noche, sin descansar, asistiendo a los heridos, los moribundos, los niños.
Progresivamente otras personas lo ayudan en su tarea, establece su residencia en un vagón abandonado del ferrocarril hasta que el Papa Pío X lo designa vicario general del arzobispo de Messina, razón por la cual se trasladó a la Curia.
En sus tres años de permanencia en las ciudades afectadas, realizó varias fundaciones, tales como instituciones para huérfanos y necesitados, escuelas nocturnas gratuitas, oratorio festivo, casa del postulantado para los aspirantes de la Congregación, escuela tipográfica, asilo para enfermos.
Una vez cumplida su misión en el sur, retorna a las sedes originarias del norte, pero no por demasiado tiempo, pues en 1915 otro terremoto en la región de Mársica arrasa con pueblos y aldeas en pleno invierno. Otra vez repite Don Orione los episodios de abnegación y heroísmo, expuesto al frío y la intemperie, pues no quiere buscar un refugio para sí mismo habiendo tantos infelices que no pueden conseguirlo.
La vida sacrificada que llevaba, si bien no disminuía las fuerzas de su espíritu, incidía lentamente sobre su físico. “Dos años de vida se me fueron en estos días”. Su actuación lo hizo acreedor a la admiración y la veneración de las autoridades, del pueblo, y hasta de los ateos y enemigos de la Iglesia.
Las instituciones que la Congregación fundaba en los más diversos lugares eran generalmente solventadas por donaciones de la nobleza y del alto clero. El instituto del Sagrado Corazón de las Marcas (1919) estaba dedicado a los jóvenes pobres, en Venecia se fundó un orfanato para huérfanos de guerra menores de siete años, un asilo , una imprenta y escuelas técnicas para aprender oficios.
Los religiosos que integraban su Congregación debían emitir un voto de dedicación plena y absoluta a la voluntad del Papa. Era una adhesión filial y perfecta de mente, corazón y obra, “no sólo en todo cuanto el Papa decide en materia de dogma y de moral, sino también en toda cosa, cualquiera sea, que él enseñe, mande o exija”. Y todo esto, independientemente de quien fuera la persona que ocupara el Pontificado: León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI o Pío XII.
En 1921 llegó a Brasil. Creó en Río de Janeiro una casa para la protección de menores abandonados y escuelas profesionales en barrios populares.
En noviembre de dicho año llegó a Buenos Aires, donde permaneció un año. Un grupo de sacerdotes vino desde Italia para atender una parroquia en Victoria (pcia. de Buenos Aires), con el anexo de escuelas profesionales, y asumir la dirección de una casa correccional de menores, que podía alojar unos 2.000 jóvenes, en Marcos Paz; también estuvo en Mar del Plata.
De regreso en Europa, dejó establecidas varias instituciones en Tierra Santa, Polonia, Grecia y Albania.
A partir de 1915, se abren los Pequeños Cottolengos, destinados a atender a los más necesitados, a los deformes, a los insuficientes mentales, a todos aquellos que padecen un grado extremo de miserias físicas y morales.
En 1933 se inauguró el Cottolengo de Milán, con la bendición del cardenal Schuster y en 1938 se coloca la primera piedra de un futuro edificio que será imponente.
Mientras en Italia se multiplican las Casas de Caridad, Don Orione atraviesa por segunda vez el océano en 1934 para extender su Obra en Argentina, Uruguay, Brasil y Chile. El motivo inicial de su segunda visita era participar en el Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires que presidió el cardenal Eugenio Pacelli.
En abril de 1935 se coloca la piedra fundamental del Cottolengo de Claypole, que contará con seis pabellones. Dos filiales surgieron en Avellaneda y Lanús, y un dispensario médico para obreros en Nueva Pompeya. Tres años después retornó a Italia (1937)
“Yo busco las almas”, repite. Todo lo demás es relativo. Lo esencial es llegar a Cristo a través de las obras de bien.
Enemigo declarado de toda melancolía, desconfiado de las caras serias, siempre pronto a sonreír. Espíritu jovial, a la manera de San Felipe Neri, Don Bosco, San José Benito Cottolengo.
Su salud se deterioraba inexorablemente con el paso de los años, pero se hizo evidente a su regreso del segundo viaje a América, el que había sido desaconsejado por sus médicos. Tenía propensión a contraer enfermedades respiratorias, pero su salud nunca le había preocupado.
Falleció en San Remo el 12 de marzo de 1940. a los 65 años.
Por Gerardo Celemín