Alejandro  Korn

 

Nació  en San Vicente, provincia de Buenos Aires (1860).

El ciclo primario lo aprendió de las clases particulares que le daban sus padres y maestros alemanes.

A los 12 años se trasladó a Buenos Aires, donde estudió el bachillerato y la carrera de Medicina.

Fue practicante en la Penitenciaría Nacional y se doctoró a los 22 años.

Comenzó a ejercer en el pueblo de Ranchos, donde contrajo enlace y tuvo 7 hijos, 3 de ellos fallecidos en la niñez.

Fue presidente del Consejo Municipal de dicha localidad.

En 1888 se trasladó a La Plata como médico de policía y en 1897 fue nombrado director del hospital de alienados Melchor Romero, dado que su especialidad era la psiquiatría. Se jubiló en ese cargo en 1916, abandonando entonces toda actividad profesional.

Simultáneamente con el ejercicio de la medicina, actuó en la docencia. Enseñó anatomía en el Colegio Nacional de La Plata e historia de la filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.

Aquí encontró su verdadera vocación, se descubrió a sí mismo el día en que ocupó una cátedra universitaria y se aplicó sistemáticamente a buscar la médula de los grandes pensadores del pasado.

También enseño historia de la filosofía en la Facultad de Ciencias de la Educación de La Plata y posteriormente gnoseología y metafísica en Buenos Aires, conservando las tres cátedras hasta que se jubiló en 1930.

En la vida académica de las Universidades tuvo destacada actuación. Fue consejero académico, delegado ante el consejo superior y en 1918 el movimiento reformista lo elevó a la dirección de la facultad de Filosofía y Letras, siendo el primer decano elegido con la participación de los estudiantes.

La Reforma Universitaria planteaba la necesidad de que la Universidad no fuera un organismo divorciado de la realidad social. Korn compartía esta premisa, por lo que consideró necesario replantear la enseñanza superior para que tuviera una finalidad social.

Triunfante el movimiento reformista de La Plata, Korn aparecía como el candidato más destacado para ocupar la presidencia de la Universidad. Rechazó este ofrecimiento, pero aceptó la delegación de su Facultad ante el consejo superior, para que no se le tomase por un teorizador incapaz de afrontar en la práctica las ideas proclamadas.

Posteriormente fue propuesto como rector de las universidades de Buenos Aires y Tucumán, que rehusó.

 

La influencia intelectual de Korn se manifestó tanto desde la cátedra como desde las revistas y círculos culturales a los que estuvo vinculado.

Su producción escrita está subordinada a su actividad docente, pues la consideraba un complemento de su enseñanza oral.

Al tomar posesión de la cátedra historia de la filosofía estudió el desarrollo ideológico de nuestro país, investigaciones que fueron publicadas con el título de “Las influencias filosóficas en la evolución nacional” después de su muerte. Este es precisamente su único libro orgánico.

En 1917 fue designado miembro de la Academia de Filosofía y Letras.

De la historia de las ideas fue pasando al ensayo filosófico puro, género que culminó con su trabajo “La libertad creadora”, columna vertebral de su obra escrita.

La revista “Valoraciones”, publicada por los estudiantes renovadores de La Plata, contó con apoyo de Korn, y en ella aparecieron la mayor parte de sus trabajos, tales como los estudios sobre Kant, Croce, Bergson, San Agustín, Hegel y Marx.

 

Sentía una fuerte vocación por la política, e instaba a sus amigos, en particular a los jóvenes, a no desdeñar la vida pública, ocupando cada cual el lugar que su conciencia le indicara.

En su juventud, adhirió al radicalismo, representando a dicho partido en la cámara de diputados de la provincia.

Después de 1930 se incorporó al partido Socialista, lo que le permitió integrar la convención reformadora de la constitución bonaerense en 1934.

 

Perteneció a una generación de hombres enérgicos y optimistas, para quienes era artículo de fe el progreso indefinido de la nación.

Desde distintas ciudades fue llamado a dictar conferencias sobre temas filosóficos. No desoyó nunca el llamado de las modestas instituciones culturales y era frecuente verlo disertar en humildes salones suburbanos, ante reducidos auditorios de neófitos.

Falleció en La Plata el 9 de octubre de 1936.

Por Gerardo Celemín