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Marie Curie

 

MARIE CURIE

 

Anterior calle 54, ordenanza agosto 1961. Denominación de la calle según la normativa: Marie Curie.

 

Infancia en Polonia

 

María Salomé Sklodowska nació en Varsovia, el 7 noviembre 1867, cuando esa región de Polonia pertenecía al Imperio ruso.

Su padre, profesor de matemáticas y de física, le transmitió su espíritu racional y preciso, como también su naturaleza introspectiva.

De su madre heredó el sentido del deber, así como el rechazo absoluto de todo tipo de componenda.

Su madre falleció cuando ella tenía 10 años.

Estudió en una escuela estatal de Varsovia, de la que egresó con una medalla de oro.

 

Una joven positivista

 

En el Imperio ruso, las mujeres no tenían acceso a la enseñanza superior, de modo que solo quedaba como solución emigrar y conseguir un diploma en una universidad extranjera.

Pero la familia Sklodowsky tenía apremios económicos, y María debió resignarse hasta que se presentase una oportunidad.

 

Se dedicó a dar clases particulares, mientras leía incansablemente. Influyeron mucho sobre ella autores tales como Charles Darwin y Auguste Comte.

Este último, fundador del positivismo y de la sociología, era partidario de la emancipación de la mujer, la igualdad entre los sexos en materia de educación, el fin del antisemitismo, la abolición de los privilegios sociales.

 

Su padre, siempre preocupado por la estrechez económica familiar, decidió que Marie debía llevar una vida independiente. De allí que en 1885 ella aceptara un puesto de institutriz en una casa de campo, es decir, encargarse de la educación de los hijos de una familia rica.

 

 

 

Comienza a romper ataduras

 

Había adoptado ya a los 18 años una actitud severa. La rigidez de la educación que había recibido no le dejaba otra opción. Estaba dispuesta a consagrar el día entero a su trabajo.

 

En sus momentos libres, se dedicaba como siempre a la lectura; sobre todo se apasionaba por la física y las matemáticas.

 

De regreso en Varsovia, volvió a ocuparse de las clases particulares y empezó a realizar experimentos simples de física y química en un improvisado laboratorio. Así lo expresa: “ en el transcurso de estos primeros ensayos se ha desarrollado mi gusto por la investigación experimental “.

 

Su hermana mayor estaba radicada en París, donde se había casado con un médico. Le sugirió que viajase a la capital de Francia para estudiar en la Sorbona, puesto que con sus ahorros estaba en condiciones de pagarse sus gastos.

 

María, después de dudar, aceptó y comenzó sus clases en el ciclo lectivo 1891. Tenía 24 años.

Debido a su insuficiente instrucción, tenía grandes lagunas conceptuales, pero sus ideales ya estaban bien definidos: éxito intelectual y deseo de independencia.

 

París

 

Por supuesto que antes de ingresar en la Universidad, debía cumplir con los 7 años de colegio necesarios para obtener el título de bachiller en Francia.

 

Se instaló en una buhardilla, en el sexto piso de un edificio del Barrio Latino. Era pobre, pero no mucho más que la mayoría de los estudiantes parisienses.

 

Había un potente estímulo para su vida, desde ahora en adelante: el desafío intelectual al que debía responder.

Descubrió que podía centrar su vida en torno a los estudios que le abrían los anfiteatros y los laboratorios de la Sorbona.

 

Durante el primer trimestre del primer año pasó todo el tiempo libre en la biblioteca, para perfeccionar su francés y profundizar sus conocimientos de matemáticas.

 

La obstinación y perseverancia con la que se dedicaba a su tarea significaba inevitablemente que tenía que llevar una existencia solitaria, desprovista de esparcimiento. Pero el mayor obstáculo era su naturaleza tímida y reservada.

 

En 1893 consiguió su diploma de licenciada en Ciencias Físicas, siendo la primera de su promoción en cuanto a las calificaciones. Más tarde, consiguió recibirse de licenciada en Matemáticas.

 

Los jóvenes científicos de la época estaban muy marcados por una tradición cultural muy poderosa: la idea de que la ciencia había de ser PURA.

La pureza en materia de CIENCIA significaba que la investigación debía ser conducida con el único objetivo de aumentar y profundizar el SABER.

No debía ser contemplada en función de su APLICACIÓN práctica a un problema dado. Si existía una aplicación (de hecho siempre se la encuentra) tanto mejor para la humanidad, pero nunca debía constituir un objetivo deliberado.

 

Pasteur y los franceses en general, calificaban esta actitud con la palabra DESINTERÉS. Ella la hizo suya.

 

Pierre Curie

 

En 1895 contrajo matrimonio con Pierre Curie, por eso a partir de ese momento empezó a llamarse “Madame Curie”.

Su esposo era 8 años mayor que ella, profesor en la escuela de Física y Química, era investigador y tenía un doctorado sobre magnetismo.

Las escalas de valores que ambos tenían sobre la ciencia coincidían plenamente.

Llevaban una vida rutinaria trasladándose desde el modesto apartamento en que vivían hasta el laboratorio en sendas bicicletas.

Nació Irene, la primera de las dos hijas.

Ni el matrimonio ni la maternidad alterarían su fuerte sentimiento de independencia y una gran confianza en sí misma.

 

En esta etapa inicial de su carrera, Marie Curie ya se había dado cuenta de que su carrera de física iba a plantearle problemas particularmente difíciles de resolver; entre otros, el que muchos sabios iba a encontrar dificultades para convencerse de que una mujer era capaz de realizar el trabajo que ella había emprendido.

 

 

 

 

El descubrimiento

 

Marie estaba decidida a presentar una tesis para su doctorado, pero aun no había elegido sobre qué tema sería.

En 1895, el físico alemán Wilhelm Roentgen descubrió los rayos X.

 

En 1896 el físico francés Henri Becquerel anunció que las sales de uranio emitían rayos, que como los rayos X, penetraban la materia: había descubierto la RADIACTIVIDAD.

 

Becquerel había descubierto que ciertas sales de uranio emiten radiaciones ESPONTÁNEAMENTE, al observar que velaban las placas fotográficas envueltas en papel negro.

 

Fue entonces cuando Marie Curie decidió examinar los rayos uránicos a fin de ver si podían constituir un tema de tesis. Becquerel había mostrado que incluso si se las guardaba durante semanas dentro de un cajón, las sales eran capaces todavía de impresionar una placa fotográfica.

 

El problema era saber de dónde extraía el compuesto de uranio una energía que le permitía oscurecer las emulsiones fotográficas a través de diversos espesores de papel protector o incluso de metal.

Los Curie estudiaron la cuestión. Pierre observó que en el plano científico el terreno estaba virgen; Marie decidió apropiárselo.

 

El primer resultado comprobado de las experiencias en el laboratorio de los esposos Curie fue que la actividad de los compuestos del uranio dependía solamente de la CANTIDAD de URANIO presente.

 

Es decir que esta nueva energía de radiación, y así lo entendieron ellos, no puede provenir más que del ÁTOMO propiamente dicho, independiente de cualquier sustancia añadida o de una reacción química: la RADIACIÓN es, necesariamente, UNA PROPIEDAD ATÓMICA.

 

La RADIACTIVIDAD es un fenómeno físico-químico por el cual algunos cuerpos o elementos químicos emiten RADIACIONES que tienen la propiedad de impresionar placas radiográficas, producir fluorescencia, atravesar cuerpos opacos a la luz ordinaria. Es, por lo tanto, una emisión de ENERGÍA.

 

La carrera hacia el descubrimiento del radio recién comenzaba. Marie había comprobado que dos minerales, la pecblenda y la calcolita, eran mucho más activos que el uranio.

Dedujo que estos dos minerales debían encerrar pequeñas cantidades de OTRA SUSTANCIA considerablemente MAS ACTIVA que el mismo uranio.

 

El 14 abril 1898, con gran optimismo, los esposos Curie pesaban una muestra de cien gramos de pecblenda y la pulverizaban, Era el primer paso de un largo recorrido. Llegaría el día en el que no trabajarían con gramos sino con toneladas.

 

Los años fecundos.

 

Los Curie llevaban una vida espartana. Los únicos descansos que se permitían consistían en alguna velada de teatro, una excursión en bicicleta o una conversación con sus colegas una tarde de fin de semana.

 

Como anticipamos, ese año 1898 iniciaron la búsqueda del elemento o sustancia cuya actividad era mayor que la del uranio.

El 6 de junio, Marie tomó una solución de nitrato de bismuto que contenía, según pensaba, su nuevo elemento, y le añadió sulfuro de hidrógeno.

Después extrajo el sólido que se había precipitado para medir su actividad: era 150 veces más activo que el uranio.

 

Pierre colocó una pequeña muestra de sulfuro de bismuto impuro en una probeta y comenzó a calentarlo progresivamente. Sobre el vidrio calentado a 250-300 grados se depositaba un polvillo negro. Raspó el polvo negro y midió su actividad. Obtuvieron por fin una muestra que acusaba una actividad 330 veces superior a la del uranio.

 

Ya no había duda: habían descubierto un nuevo elemento.

En su comunicación, los Curie utilizaban por primera vez la palabra RADIACTIVO para describir el comportamiento de sustancias como el uranio.

 

Durante el verano de ese año 1898 pasaron unas largas vacaciones en el campo. Este paréntesis en el trabajo obedecía al hecho de que ambos sufrían de una fatiga inexplicable y dolencias ligeras pero preocupantes.

Pierre experimentaba dolores en todo el cuerpo que suponía se debían al reumatismo. Los dedos de Marie le dolían cada vez más y se agrietaban a medida que manipulaba las sustancias purificadas.

 

Cuando reiniciaron sus tareas, comenzaron de nuevo, sin descanso, a disolver y a precipitar, y obtuvieron finalmente una sustancia que presentaba una radiactividad novecientas veces superior a la del uranio.

Habían encontrado un nombre para su nuevo elemento: el RADIO.

Sería la coronación de las investigaciones de Madame Curie.

Las conclusiones de estos hallazgos fueron publicados por primera vez el 26 diciembre 1898.

 

Se presentaban dos problemas que debían resolverse antes de que pudieran continuar con sus tareas.

 

Uno de ellos era que la pecblenda contenía cantidades tan ínfimas de radio que no podía constituir una fuente sobre la que trabajar; no eran unos gramos de mineral lo que les hacía falta, sino toneladas.

 

El otro era encontrar un lugar donde poder trabajar con cantidades tan grandes. El cobertizo que estaban utilizando como laboratorio era a todas luces insuficiente. De hecho, les habrían hecho falta las instalaciones de una pequeña fábrica.

 

En el patio de la Escuela de Física existía un cobertizo abandonado que podrían utilizarlo para hacer allí sus análisis y las operaciones de purificación de pequeñas cantidades de mineral. El trabajo pesado tendrían que efectuarlo en el patio. Allí trabajarían los cuatro años siguientes.

 

Ella misma hace la descripción.

Su tejado de vidrio no protegía totalmente de la lluvia; en verano, el calor era sofocante, y el penetrante frío del invierno apenas se podía mitigar con la estufa de hierro fundido, salvo que uno se encontrase cerca de ella. No había posibilidades de obtener la instalación técnica generalmente utilizada por los químicos. Disponíamos simplemente de algunas mesas de madera equipadas con hornos y quemadores de gas. Debíamos utilizar el patio adyacente para las operaciones químicas que produjesen gases perjudiciales; e incluso entonces, esos gases llenaban con frecuencia nuestro cobertizo”.

 

Muchas aventuras científicas del siglo XIX carecieron de una suficiente financiación y la mayoría de los investigadores debieron luchar en sus laboratorios en condiciones que son inaceptables hoy en día. La instalación de la que disponían era realmente precaria, incluso para la época.

Sin embargo, el trabajo les proporcionaba momentos de satisfacción. “Jamás seré capaz de expresar la alegría que me producía la calma de esa atmósfera de investigación, los progresos reales y la confiada esperanza en resultados todavía mejores”.

 

La competición.

 

La posición económica del matrimonio Curie era crónicamente deficitaria. Mejoró en parte cuando se ofreció a Madame dar clases de física en la Escuela Normal Superior de Sevres, las que se sumaron a las clases de física, química e historia natural que Pierre daba en la Sorbona.

Todo ello alivió en parte las preocupaciones financieras, pero a costa de la reducción del tiempo necesario para las investigaciones.

 

Ellos sabían, por otro lado, que en el mismo momento y en otro país, sobre todo en Inglaterra y Alemania, otros científicos estaban realizando el mismo tipo de trabajos, en una carrera incesante para poder publicar primero sus conclusiones en revistas especializadas.

 

Pero, según se pudo comprobar, Marie no tenía rivales y es fácil ver el porqué. Primero, ella se había fijado un trabajo extremadamente arduo y fatigoso; y en segundo lugar, eran escasos los que concedían al tema la suficiente importancia como para consagrarse durante horas con tanto fervor como ella a esa especie de trabajos forzados.

 

Otra cuestión se sumaba a los anteriores para disminuir el tiempo de que disponían para trabajar. Sus problemas de salud les impedían cada vez más dedicarse por completo a la investigación

Jamás volverían a tener en el futuro una fase de productividad tan intensa.

 

 

 

Marie Curie sabía lo importante que era demostrar que el radio era un elemento químico, y por esta razón proseguía obstinadamente con el monótono trabajo de separación y purificación.

 

Por fin, el 28 marzo 1902, pudo aislar el radio en una muestra de cloruro de radio, que pesaba sólo un decigramo, pero sus radiaciones se pusieron en evidencia al medirse con los aparatos electrónicos.

Comprobó y anotó esta cifra: Ra=225,93. Esta corta ecuación resumía cuatro años de trabajo obstinado. Era el radio purificado y reconocido.

 

La radioactividad como energía

 

El descubrimiento de la existencia del radio causó el mismo impacto en la sociedad que años antes había ocurrido con los rayos X.

El periodismo se movilizó colocándose a la vanguardia de una ola de optimismo.

 

También los científicos desbordaban optimismo. Quienes se habían especializado en las investigaciones radioactivas solían llevar en uno de sus bolsillos un pequeño tubo con sales de radio, para mostrar la extraña luminosidad azulada que emitía.

 

En una ocasión, Pierre Curie, cuando anochecía, en presencia de algunos invitados, iluminó con el destello radioactivo la habitación y dijo: “¡Esta es la luz del futuro!”

 

Pierre y Marie se habían entregado a la tarea de saber más cosas acerca de la naturaleza de los nuevos rayos. Su pregunta fundamental era cuál podría ser la FUENTE DE LAS RADIACIONES que aquellas nuevas sustancias emitían en oleadas al parecer incesantes.

 

Una de las más tempranas observaciones de Curie había sido que el radio desprendía espontáneamente calor, y en cantidad suficiente como para poder medirlo mediante sencillas prácticas de laboratorio.

 

¿De dónde procedía esa ENERGÍA?

Una de las hipótesis era que el radio extrajese la energía de sí mismo. ¿Era posible que existiesen en aquella sustancia partículas diminutas agitándose con violencia para ser luego expulsadas en forma de radiaciones?

 

Por lo tanto, se modificaría el concepto heredado de los griegos según el cual el átomo constituía la última y más pequeña partícula de materia.

 

La materia, entonces, no era inanimada, y su comportamiento animado estaba empezando a plantear todavía más problemas de los que parecía posible resolver.

 

Los científicos británicos Frederick Soddy y Ernest Rutherford comprobaron en qué consistía la radiactividad: el átomo se desintegraba espontáneamente.

 

Simultáneamente se comprobó que el radio y otras fuentes radiactivas liberaban un gas . A su vez, si estas emanaciones

entraban en contacto con otras sustancias, se convertían a su vez en radiactivas. Dichos gases flotaban en el aire de cualquier laboratorio donde se trabajaba con potentes fuentes radiactivas, y todos aquellos que estaban en contacto permanente con dichas sustancias los respiraban y exhalaban de continuo.

 

El 25 junio 1903 Marie Curie recibió el doctorado en física por la universidad de la Sorbona, luego de defender su tesis sobre la radiactividad.

 

El premio

 

 

En 1903 cada uno empezó a preocuparse seriamente por la salud del otro: “Marie está siempre cansada, sin estar verdaderamente enferma” apunta Pierre, mientras que ella atribuye los dolores de su marido a las constantes idas y venidas entre la facultad y el laboratorio, y al reumatismo.

 

El radón (emanaciones del radio) que respiraban en el laboratorio, es responsable de la fibrosis de pulmón y otras enfermedades respiratorias comunes a los que trabajaban con radio. Por otra parte, los “rayos gamma” son dañinos para la médula espinal, provocando desórdenes sanguíneos de tipo canceroso.

 

Sin embargo, no había razón todavía para que Marie Curie sospechase que las sustancias con las que trabajaba fuesen capaces de afectar de modo irreversible a las células.

 

Los recipientes con sales radiactivas no tenían cobertura alguna, y los tapones de corcho permitían que el radón los atravesara.

 

La concentración de gas radiactivo en la atmósfera mal ventilada del cobertizo debía ser varias centenas de veces más elevada que la que hoy sería considerada inofensiva para los que trabajan con radio.

 

Ambos estaban convencidos, por el momento, de que los malestares que los aquejaban eran pasajeros, y que experimentaban una mejoría si pasaban una temporada respirando el aire puro de la campiña francesa.

 

En noviembre de 1903 recibieron un telegrama de Estocolmo en el que se les comunicaba que habían sido distinguidos con el PREMIO NOBEL DE FÍSICA por sus trabajos sobre la RADIACTIVIDAD.

 

Hacía sólo tres años que existía el premio Nobel. De esta manera, el matrimonio Curie fue proyectado a la fama mundial y a la atención de la comunidad científica internacional.

 

El ministro francés Marchand asistió a la recepción de las medallas en Estocolmo, ya que Marie y Pierre no se consideraban en condiciones de concurrir, no sólo por el viaje sino también por las exigencias de la ceremonia.

 

El presidente de la Real Academia de Ciencias Sueca dijo en esa oportunidad: “Esta sabia pareja forma un equipo donde se reunen dos nacionalidades distintas, presagio feliz para una humanidad que unirá sus fuerzas para el desarrollo de la ciencia”.

 

El telegrama fue en realidad el preludio de una avalancha de publicidad a cuyas consecuencias nunca supieron adaptarse.

El laboratorio fue invadido por periodistas franceses, europeos y americanos.

 

Estamos inundados de cartas, visitas de fotógrafos y periodistas. Querríamos escondernos bajo tierra”. “A duras penas hemos podido evitar los banquetes”. Además, por razones de conciencia, se sentían obligados a contestar infinidad de cartas y peticiones.

 

Ciencia y ética

 

Los hechos demostrarían que la lucha para regresar al ANONIMATO en el que habían vivido estaba perdida.

El Parlamento creó una cátedra específicamente para Pierre a partir del año académico 1904-1905. Le permitía tener un laboratorio y un pequeño equipo de investigadores, se designaba a Marie como Jefe de Laboratorio y por primera vez iba a recibir un salario por su trabajo.

Ahora había llegado el momento de abandonar el cobertizo.

 

En sus clases de Sevres, Marie encontraba un ambiente protegido y colegas muy diferentes a aquellos compañeros investigadores que formaban un grupo introvertido y silencioso.

 

En 1905, después del nacimiento de la segunda hija, Eve, se sintieron con fuerzas como para emprender el demorado viaje a Estocolmo para agradecer el Premio que se les había otorgado dos años antes.

 

Madame escuchó sentada la disertación de su esposo. Pierre Curie reconocía que “la propia existencia del átomo es la que está en entredicho”. Formula una nota de inquietud: “Podría incluso llegar a pensarse que el radio tiene la posibilidad de convertirse en algo muy peligroso y aquí cabe preguntarse si la humanidad se beneficia de conocer los secretos de la Naturaleza, si está preparada para aprovecharlos o si acaso este conocimiento no le será perjudicial”.

 

La PUREZA del descubrimiento era responsabilidad de los Curie, desde luego, pero ¿quién respondería de sus APLICACIONES?. La radioterapia ya estaba siendo utilizada por médicos franceses, que trabajaban con radio prestado por sus descubridores.

 

El precio del material que utilizaban crecía de manera exponencial. En 1903, las sales de radio costaban 400 libras el gramo; en 1912, 15.000 y en 1915, 20.000.

 

Al igual que Röntgen nunca había patentado los rayos X, el matrimonio Curie se había negado a patentar la producción comercial del radio. Industrias enteras se estaban levantando gracias a las informaciones técnicas que ambos proporcionaban gratuitamente.

 

Es paradójico que mientras crecía en torno de ellos la comercialización hasta alcanzar su apogeo, los Curie estaban mendigando dinero a damas acaudaladas para poder levantar un laboratorio que cubriese sus necesidades.

 

Más adelante Madame reconocería que “Si hubiésemos tenido un buen laboratorio, habríamos podido hacer más descubrimientos y nuestra salud habría sufrido menos”.

 

Los Curie sufrieron más de lo que hubiera sido estrictamente preciso. El científico que se consagra a la investigación pura debe admitir que, tarde o temprano, sus trabajos van a tener una APLICACIÓN PRÁCTICA, o por su parte o por otros.

 

Pero ellos miraban las aplicaciones del descubrimiento científico como algo que se salía de los LÍMITES DE SU PUREZA. Igualmente estimaban que no era tarea suya PROTEGERSE y GARANTIZAR, mediante sencillos procedimientos legales y comerciales, que la aplicación de sus trabajos sobre Radiactividad pudiera usarse para financiar FUTURAS INVESTIGACIONES.

 

Este tipo de precauciones no les habría obligado necesariamente a verse envueltos en beneficios que juzgaban poco ÉTICOS.

Pero no se aseguraron ninguna garantía, y tuvieron que sufrir las consecuencias.

 

En 1906 la salud de Pierre estaba más deteriorada que nunca. Su último artículo de 1904 presentado en colaboración con dos médicos, trata de los efectos experimentales de las emanaciones radiactivas en ratones y conejillos de Indias: congestión pulmonar severa y modificación en los glóbulos blancos.

 

Sus CONCLUSIONES no dejaban dudas acerca de los efectos devastadores de los gases que emanan del radio.

Los Curie, sin embargo, y aunque parezca increíble, no quisieron ver ninguna advertencia para ellos mismos en aquel trabajo.

 

Muerte en la familia

 

En 1906 Pierre Curie falleció en un accidente de tránsito, en París. Marie tenía 38 años.

Entre los visitantes que afluyeron al velatorio se encontraba el presidente de la República, el presidente del Consejo y los más veteranos representantes de la Universidad parisiense.

 

La placa de bronce colocada en la Escuela de Física y Química dice así:

Pierre Curie. 1859-1906.

Piezo-electricité. Principe de symetrie. Magnetisme. Radium et Radioactivité.

Sorbonne 1900. Institut 1905”

 

Un mes después del fallecimiento del esposo, Marie empezó a anotar de nuevo sus observaciones en el cuaderno de laboratorio.

No pidió ningún favor y manifestó bien claramente que aborrecía la caridad.

 

La Facultad de Ciencias le ofreció la cátedra especialmente creada para Pierre, que aceptó. Se convertía así en la primera mujer de Francia que accedía a la enseñanza superior.

Recibiría un sueldo mucho mayor al que tenía en la escuela normal y dispondría de toda clase de facilidades para la investigación.

Contrató a una lejana pariente polaca como institutriz de las dos niñas. Irene contaba con 8 años, Eve 3 años.

 

El radio como elemento químico

 

Fue durante aquella época cuando descubrió por primera vez lo que EE.UU. podía hacer por ella.

Andrew Carnegie, mecenas de las ciencias y de las artes, había decidido financiar sus investigaciones.

En 1906 envió 50.000 dólares en bonos de oro al 5% para que fundase las “Becas Curie” que tenían por finalidad la investigación.

Para Madame fue la solución ideal al problema de cómo financiar la plantilla de personal que necesitaba para la investigación y le proporcionó una base inicial para la creación de una escuela

 

Por otra parte, se sintió afectada por la opinión de varios científicos que seguían dudando de que la radiactividad es una propiedad atómica del elemento que es el radio. Y la única manera de conseguir que se reconociese que su hipótesis era irrefutable era PRODUCIR RADIO EN METAL.

 

El trabajo, que siempre había sido el centro de su vida la salvaría ahora del vacío dejado por la muerte de su marido. Con los dividendos de que disponía gracias a Carnegie, pudo empezar a construir la pequeña escuela de quienes iban a convertirse en su familia científica.

 

Utilizó para alcanzar su objetivo una serie de pesadas operaciones, aislando cantidades cada vez más importantes de cloruro de radio, destilando después la ínfima cantidad así obtenida, hasta conseguir condensar cantidades infinitesimales pero identificables, de un sólido de un color blanco resplandeciente: el radio propiamente dicho.

Demostró que se trataba indiscutiblemente de un metal y midió su punto de fusión, 700º.

Todos los que dudaban quedaron convencidos de lo que ella había dicho 12 años antes: el radio es un ELEMENTO. (Año 1902)

 

 

 

 

 

CARACTERÍSTICAS DEL RADIO

El radio es un elemento químico de la tabla periódica. Es de color blanco inmaculado, pero se ennegrece con la exposición al aire. Se lo encuentra entre los residuos del uranio.

Es un millón de veces más radiactivo que el uranio.

Sus radiaciones son de tres tipos: rayos alfa, beta y gamma.

Es luminiscente, pues emite un color azul pálido.

 

Un ELEMENTO QUÍMICO es un tipo de materia constituido por átomos de la misma clase. Los elementos químicos se encuentran en la “tabla periódica”.

Es una sustancia pura formada por átomos que tienen el mismo número atómico, es decir, el mismo número de protones en su núcleo.

 

Durante aquellos años, Marie Curie había pasado del rango de celebridad envuelta por una aureola trágica, al de figura reconocida en todo el universo científico.

En aquella época el mundo vivía un período de paz y estabilidad relativas en las que la cooperación internacional entre sabios estaba en su apogeo. Existía verdaderamente una COMUNIDAD CIENTÍFICA INTERNACIONAL por la cual circulaba un pleno intercambio de informaciones.

 

Los años 1911 a 1918

 

El conocimiento de la química de los radioelementos había progresado a la misma velocidad que el de la naturaleza fundamental de la materia. La idea de que la radiactividad era producida por la DESINTEGRACIÓN DE ÁTOMOS que se transformaban en átomos más ligeros al emitir partículas bajo la forma de RAYOS RADIACTIVOS, incentivó las investigaciones.

 

La hipótesis de Marie Curie, según la cual la radiactividad sería una propiedad del átomo, ya no había vuelto a ponerse en duda, y se confirmó el hecho de que cada átomo almacenaba cantidades considerables de energía.

En 1911 Rutherford había propuesto una representación del átomo que tenía cierta semejanza con la que tenemos hoy en día.

 

El 8 noviembre 1911 recibió un telegrama de Estocolmo que le notificaba la concesión del PREMIO NOBEL DE QUÍMICA.

Era la PRIMERA PERSONA, y no solamente la primera mujer, que recibiese DOS VECES UN PREMIO NOBEL DE CIENCIAS.

 

El 11 diciembre Marie estaba en Estocolmo para recibir su premio. La acompañaban su hermana médica y su hija mayor.

El comité de selección que hacía las recomendaciones a la Real Academia de Ciencias sueca justificó su decisión con las siguientes palabras: “El descubrimiento del radio todavía no ha sido objeto de una recompensa”, y añadió que el premio anterior se lo habían dado por “el descubrimiento de la radiactividad, sin mencionar siquiera los nuevos elementos descubiertos en la pecblenda”.

 

Hubo científicos que lo criticaron, pues entendían que había recibido dos premios Nobel por el mismo descubrimiento. No obstante, en los círculos científicos internacionales el gesto fue aplaudido en general. Entre quienes la felicitaron, basta mencionar a Max Planck y Ernest Rutherford.

 

Soportó dignamente la ceremonia de entrega del premio a pesar de su estado de debilidad, tanto psíquica como física. Seis años antes, se había sentado en la misma sala con la familia real, los embajadores y las más eminentes figuras científicas del mundo para escuchar a su marido. Esta vez pronunció ella misma su propia conferencia.

Pero regresó agotada y en diciembre fue llevada a una casa de reposo.

 

Gradualmente recuperó la energía para ocuparse de sus actividades. En 1912, se llegó a un acuerdo entre el Instituto Pasteur y la Universidad de París para que se fundase una nueva institución enteramente consagrada a la ciencia de la radiactividad.

Estaría dividida en dos secciones, una dirigida por Madame Curie y dedicada a la investigación en el campo de la física y de la química, que sería financiada por la Universidad con un crédito del gobierno; y la otra dirigida por el doctor Claude Regaud se dedicaría a su vez a la investigación médica y biológica y estaría financiada por el Instituto Pasteur.

 

Hacía ya 10 años que se trataban tumores malignos con rayos producidos por fuentes de radio, y se registraban éxitos nada desdeñables.

 

Marie iba a poder tener, por fin, una independencia absoluta.

El laboratorio estuvo terminado y listo para ser ocupado a fines de julio de 1914, pero su actividad debió posponerse por el comienzo de la primera guerra mundial.

 

Apenas empezó la guerra, Madame fue nombrada directora del servicio de radiología de la Cruz Roja, encargada de formar un equipo de expertos que llegarían a trabajar en más de doscientos puestos móviles y en hospitales.

 

 

Viaje a EU. 1929

 

Marie Curie debía su prestigio internacional más que nada por el hecho de que con el radio se podía realizar un tratamiento médico para detener el cáncer.

Desde que recibió el primer premio Nobel había consentido parcialmente en aparecer en público, dar conferencias, firmar autógrafos y conceder entrevistas. Por lo tanto era el primer científico de la era de los medios de comunicación de masas cuyo nombre había llegado a todos los hogares.

En cuanto a la recepción de periodistas, siempre había dejado en claro que el tema debía referirse a información técnica, y nunca con respecto a temas personales.

 

Por medio de una periodista norteamericana que concurrió a París para entrevistarla, se enteró que en EE.UU. existían 50 gramos de radio, mientras que el único gramo que existía en Francia se encontraba en su propio laboratorio, al que le faltaba un buen equipo.

En aquel momento el gramo de radio se usaba fundamentalmente para fabricar tubos de radón para el tratamiento del cáncer.

 

En dicha entrevista se acordó un viaje de Madame a EE.UU. para recaudar fondos y la donación de un gramo de radio, el que sería destinado exclusivamente para su uso personal.

 

La gira no fue demasiado agradable para una mujer de salud frágil que había llevado siempre una vida casi monacal, pues debió hacer frente a ceremonias oficiales, al acoso periodístico, a manifestaciones multitudinarias y a una agenda agotadora.

 

Los donativos públicos y privados afluyeron en tal cantidad que con ellos no sólo pudo adquirir otro gramo de radio sino que sobraron 50.000 dólares. En la Casa Blanca el presidente Warren Harding le entregó un cofre con el gramo de radio en su interior, protegido por una capa de plomo.

 

Desde el punto de vista económico el viaje había sido un éxito rotundo, no sólo en dinero, sino en material y equipos científicos modernos que habían solucionado definitivamente el futuro, hasta entonces incierto, de su laboratorio.

 

Uno de sus críticos, el físico Bertram Boltwood, escribió: “su estado de salud dejaba mucho que desear y estuvo apunto de desplomarse durante su visita a un laboratorio … ha logrado una buena cosecha … me dio pena, había algo en ella que resultaba francamente patético; se mostró muy modesta y apagada, y parecía aterrorizada por la enorme agitación provocada por su presencia.”

 

Otros críticos menos clementes aun, opinaron que con el importe de las donaciones se podría haber creado una institución que atendiese a millares de enfermos cada año.

 

Efectos perniciosos del radio

 

Desde hacía varios años, la visión de Marie Curie se deterioraba progresivamente, hasta que llegó el momento de efectuar cuatro operaciones de cataratas, las que fueron exitosas.

 

Ni ella ni nadie sabían con seguridad si eran las emanaciones del radio las que habían afectado sus ojos, aunque algunos investigadores sospechaban cada vez más que los prodigios terapéuticos del elemento podían llevar consigo incógnitas temibles.

 

Desde el principio de sus experimentos en el laboratorio, sus dedos habían sufrido quemaduras y la fatiga se intensificaba por momentos. Lo mismo ocurría con sus colaboradores.

 

Sin embargo, no habían tomado la precaución de realizar algún estudio contundente que pudiese dar una respuesta sobre los efectos del radio sobre el cuerpo humano.

 

Pero la alarma vino desde fuera del ámbito estrictamente científico, cuando varios miles de trabajadores del radio en Europa y América sintieron los efectos nefastos de la sustancia que manipulaban. Fue en 1924 cuando se advirtió que el contacto con una pintura a base de radio había producido cáncer en varios trabajadores.

 

Las angustiosas cartas escritas a Marie solicitando su opinión por parte de las personas que habían enfermado le crearon un serio problema personal, pues no podía dar una respuesta terminante, sino solo recomendarles que consultasen con los médicos de su laboratorio de París.

 

El radio era en realidad un arma de doble filo. Desde comienzos de siglo se sabía que las radiaciones tenían un efecto poderoso sobre las células de los tejidos vivos.

Poco a poco se fue advirtiendo que los mismos rayos que podían destruir a las células cancerosas atacaban asimismo a las células sanas y alteraban la cantidad de glóbulos rojos y blancos en la sangre.

 

La alarma fue todavía mayor cuando enfermaron y fallecieron varios integrantes de su equipo de investigación. Pero por extraño que parezca Marie Curie se negaba a creer que el radio fuese un metal pernicioso, sino que la causa de las defunciones era el hecho de que los científicos no habían tomado los recaudos necesarios para protegerse. Para ella, era fundamental que periódicamente tomasen un descanso para respirar el aire puro del campo.

 

Los últimos años

 

Desde su visita a EE.UU. se había dado cuenta que la ciencia se había transformado a un ritmo vertiginoso. Nunca había visto antes nada comparable, por la sencilla razón de que fuera de EE.UU. la ciencia a aquella escala no existía.

 

Pero aunque se asombrase ante aquellos prodigios, su actitud básica ante la ciencia y sus aplicaciones permaneció INMUTABLE.

Creía todavía que la pureza de la ciencia, la tradición que ella y Pierre habían heredado, seguía siendo un sueño accesible, pero ya no lo era.

La generación de Marie Curie creía en la existencia de la CIENCIA PURA. Una generación que no veía razón para dudar de que un experimento pudiese ser realizado en beneficio exclusivo de la ciencia, permanecer aislado y no tener por qué establecer vinculación con la trama de la vida.

 

Personalmente, siempre se sentía feliz cuando se sumergía en sus experimentos de química, para los que su habilidad obsesiva, es decir, su aislamiento del mundo exterior, era de verdadera utilidad.

 

Su hija mayor Irene siguió la tradición de la madre pues se dedicó a la investigación científica en el laboratorio. Y por otra feliz coincidencia, contrajo matrimonio con Frederic Joliot, que compartía las mismas pautas éticas con respecto a la ciencia.

 

En 1935 ambos recibieron el Premio Nobel por el descubrimiento de la “radiactividad artificial”, también llamada “radiactividad inducida”, que se produce cuando se “bombardean” ciertos núcleos con partículas apropiadas, produciendo la desintegración del núcleo.

 

Marie Curie falleció a los 67 años en 1934.



Por Gerardo Celemín

 
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
www.abctango.com
www.todotango.com

Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
http://edgardobergnewsbureau.weebly.com/
http://bowzine.weebly.com/
 
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