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Martín Miguel de Güemes


Martín Miguel de Güemes

Nació el 7 febrero 1785 en Salta, capital de la Intendencia de Salta del Tucumán.

Su padre, oriundo de un pueblo del obispado de Santander, llega a dicha ciudad en 1778, dos años después de la creación del virreinato del Río de la Plata y es designado en el cargo de Tesorero de las Reales Cajas de Salta.

Martín Miguel de Güemes tuvo ocho hermanos.

 

Martín ingresa como cadete en el Regimiento Fijo, con 14 años de edad, dando comienzo a su carrera militar. Permaneció seis años en dicha guarnición, que cumplía también funciones semejantes a las de un colegio militar.

 

Con motivo de las invasiones inglesas, el batallón se traslada a Buenos Aires. Durante su ausencia, fallece su padre, lo que significa una difícil situación económica para la familia.

 

En 1809 recibe los despachos de subteniente, emitidos desde España.

Al producirse la Revolución de Mayo, el gobernador de Salta Nicolás Isasmendi incorporó a Güemes a las fuerzas que guarnecían la plaza.

 

En agosto de 1810 llega a la ciudad el delegado enviado por la Junta gubernativa, Feliciano Chiclana, y el cabildo elige a Francisco de Gurruchaga para que represente a Salta ante el gobierno instalado en Buenos Aires.

 

La antigua Intendencia, a la que en adelante llamaremos provincia, se alista para recibir al ejército expedicionario patriota que avanza desde Buenos Aires.

Güemes forma una partida de 60 jinetes de caballería bajo su mando, y poniéndose a disposición de la Junta, revela su plan de defensa contra los realistas que amenazan invadir desde Alto Perú.

 

Aprobado su plan, el coronel Diego Pueyrredón lo nombra Jefe de la Partida de Observación situada en la Quebrada de Humahuaca, compuesta por gauchos salteños. Este es el verdadero comienzo de la “guerra gaucha”.

Después de la batalla de Suipacha, es ascendido al grado de teniente coronel de milicias.

 

Ocurrido el descalabro de Huaqui, el general Juan Martín de Pueyrredón reorganiza el ejército y coloca a Güemes como jefe de la vanguardia con 250 hombres, que operará desde la ciudad de Tarija.

 

En febrero de 1812 Pueyrredón renuncia como jefe del ejército patriota del Alto Perú (o ejército del Norte) y el Triunvirato designa en su reemplazo a Manuel Belgrano. Las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma en 1813 motivaron la designación de San Martín al frente de dicho ejército.

 

Después de sus triunfos en Alto Perú, el ejército realista avanzó hacia el sur, tomando posesión de las ciudades de Jujuy y Salta,

Es en esta época cuando la figura de Güemes adquiere notoriedad entre las multitudes de su provincia, quienes lo han convertido ya en su ídolo, razón por la cual algunos historiadores han de acusarlo de demagogo.

 

El general Mitre, al ocuparse en su “Historia de Belgrano” del caudillo salteño, lo presenta en esta forma:

“Este caudillo, destinado a adquirir una gloriosa a la vez que triste celebridad, manifestó siempre una tendencia a halagar las pasiones de las multitudes para conquistarse su afecto, y dividirlas de las clases cultas de la sociedad”.

 

El general José María Paz, dice que “poseía esa elocuencia peculiar que arrastra a las masas … este demagogo tenía para los gauchos una elocuencia profundamente persuasiva. Lo consideraban protector y padre de los pobres, y también, porque es preciso decirlo, veían en él al patriota sincero y decidido por la independencia, porque Güemes lo era en alto grado.”

 

Años más tarde, Güemes ha de escribir una carta a Belgrano sobre las razones que tiene para no contemporizar con ciertos sectores de las clases pudientes de su provincia.

Dice así: “El patriotismo se ha convertido en egoísmo. … A vista de esto ¿no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente y no exceptúan ni aun el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la revolución no piensan en otra cosa que engrosar sus caudales”.

 

Después de haber actuado como vanguardia del ejército, el caudillo mantiene una entrevista con el general San Martín, quien a tal efecto se traslada desde Tucumán.

 

El historiador Vicente Fidel López es quien da la noticia de que San Martín después de una entrevista con Güemes, lo destina a observar los movimientos del ejército español, que al mando del general Pezuela ocupaba casi toda la provincia de Salta.

 

“La campaña defensiva de Güemes que voy a describir, dice López, es, en mi concepto, un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución. … Y ella se realizó, no como creen algunos, con correrías de grupos independientes, sino con milicias regladas y oficiales cultos.” 

La guerra gaucha es ante todo una guerra de recursos, que consiste en reunir todos aquellos elementos que los habitantes puedan proporcionar para armar, equipar y alimentar la tropa. Al propio tiempo, procura dejar campo desolado frente a un enemigo que necesita aprovisionarse de todo. Hay tres elementos esenciales en esta guerra de recursos: alimentos, caballos y mulas.

 

La guerra gaucha no constituye un episodio ni está circunscripta a una campaña. Es un cúmulo de acciones, una guerra de guerrillas, de emboscadas, de cargas de caballería y choque de infantes, de la que participa la población en masa.

 

Cuando el enemigo realista se aproxima, los habitantes desaparecen, llevándose todos los víveres e inclusive enseres domésticos. Una consecuencia inevitable de este tipo de táctica bélica es que produce la devastación de los campos.

 

En 1814, el Cabildo de Salta envía una comunicación al Directorio, en la que lamenta “la suma indigencia en que ha quedado esta capital, con el tránsito y estación, así del Ejército de la Patria, como el enemigo que la asoló enteramente, quitando a sus vecinos los más de los bienes que subsistían, para dejarlos sin proporciones aun para el preciso sustento”.

 

Cuando Güemes y sus gauchos logran hacer retirar de Salta a la avanzada de los ejércitos españoles, el gobierno nacional resuelve que sus tropas se movilicen hacia allá, después de haber retrocedido hasta la ciudad de Tucumán.

 

En 1814 el general José Rondeau es nombrado para que reemplace a San Martín en el mando del Ejército del Alto Perú.

 

Las relaciones entre Rondeau y Güemes no han de ser cordiales, pues los jefes y oficiales del ejército nacional tienen puntos de vista y conceptos distintos de los oficiales de gauchos que comanda el caudillo salteño.

No hay verdadero rompimiento entre ellos, pero tampoco se entienden. Hay un jefe, Rondeau, y un ídolo, Güemes. En cuanto a las fuerzas que ambos tienen a sus directas órdenes, si bien las de Güemes forman parte del ejército que manda Rondeau, no es a éste, sino al caudillo salteño, a quien consideran su verdadero jefe.

 

Preocupado el comando realista por las bajas que sufren en los choques con las avanzadas gauchas, resuelve enviar hacia la Quebrada 1.500 hombres y dos piezas de artillería. En su carácter de Comandante General de Avanzadas, Martín (con sus 1.000 soldados gauchos) se reúne con Rondeau en marzo de 1815, y juntos derrotan el 14 abril 1815 a los enemigos en el combate de Puesto del Marqués.

El contingente gaucho estaba integrado por 500 hombres de Salta, 200 de Jujuy y 300 de poblaciones de la frontera.

 

Después de triunfo de Puesto del Marqués, las diferencias entre ambos jefes se profundizaron.

Rondeau estaba dispuesto a seguir hacia el norte para enfrentar al ejército realista en batalla campal decisiva; Güemes sostenía que a los realistas sólo podría vencérseles con la guerra de recursos y guerrillas.

 

Como no hubo entendimiento, Güemes solicitó licencia por enfermedad a fin de regresar a su provincia, llevándose consigo a su ejército junto con las caballerías. Su idea era preparar la defensa de su provincia ante una eventual derrota de Rondeau, que el caudillo daba por segura.

 

A su paso por Jujuy, exige contribuciones para el mantenimiento de las tropas y se apodera de 700 fusiles que son propiedad de la provincia de Salta, invocando que “es necesario preparar a la provincia para resistir la tercera invasión, que no tardará en producirse tan pronto como Rondeau sea derrotado en la atolondrada expedición que acaba de iniciar rumbo al Norte”.

 

Con los elementos de guerra de que dispone, Güemes llega a Salta con el propósito de preparar a su pueblo para que esté en condiciones de resistir y rechazar a los realistas.

En tales circunstancias, se generaliza un movimiento de opinión tendiente a nombrarlo gobernador, para que reemplace al coronel Antonino Cornejo que desempeña interinamente el cargo por designación de Rondeau.

 

Convocado el pueblo a elecciones por intermedio del Cabildo, se pronuncia a favor de la candidatura de Güemes, según consta en el acta respectiva, y se le pone inmediatamente en posesión de sus funciones.

 

En las actas  se hace mención que ha sido elegido por voluntad del Pueblo y el Cabildo. Sin embargo, algunos historiadores sostienen que en realidad se ha producido un motín militar.

Por otra parte, en abril de 1815 la autoridad nacional no existía pues el Director Supremo Carlos de Alvear había sido depuesto.

 

En varios comunicados, el Cabildo salteño notifica la designación del coronel Martín Miguel de Güemes como gobernador intendente de la provincia, enviados a Buenos Aires, Jujuy, Tarija y Orán. Jujuy contesta en desacuerdo, pues alega que previamente debió consultársele.

 

Martín sostuvo negociaciones durante cinco meses con el Cabildo de Jujuy, sin necesidad de hacer uso de la fuerza de que disponía, hasta que se aceptó su nombramiento.

Mientras tanto, en junio 1815, contrajo matrimonio con Carmen Puch, hija del acaudalado español Domingo Puch, manifestado a favor de la Revolución de Mayo desde el comienzo.

 

Rondeau fue derrotado ampliamente en Sipe Sipe (noviembre 1815), batalla que fue una de las causas que más contribuyeron a robustecer la situación del caudillo como árbitro del Norte del país.

 

Rondeau viene con los restos del ejército patriota perseguido por Olañeta, mientras que Güemes exige que aquél atraviese el territorio de Salta para ir a estacionarse en Tucumán, negándose a entregarle las tropas provinciales. 

 

Con 3.000 soldados, Rondeau se mueve desde Jujuy hacia Salta, para “proveerse más convenientemente, porque Güemes, hasta entonces, le ha negado recursos y víveres”.

 

La mediación que intenta el Cabildo de Salta resulta infructuosa, por lo que Rondeau emite un decreto “declarando reo de Estado al intruso gobernador Martín Miguel de Güemes”. Simultáneamente el caudillo salteño moviliza a sus escuadrones gauchos que atacan por sorpresa a los efectivos nacionales.

 

Rondeau consiguió entrar en la capital provincial, pero con los recursos agotados, sólo resistió tres días, debiendo retirarse. Posteriormente el caudillo y el jefe nacional firmaron la “Paz de Los Cerrillos”, retirándose a Jujuy de donde habían venido.

 

Mientras está reunido el Congreso general en la ciudad de Tucumán se elige Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón en 1816, el cual designa al general Belgrano Comandante en Jefe del Ejército del Alto Perú.

 

La relación de Güemes con Belgrano y Pueyrredón era de amistad, pero obedecía a condición de no ser mandado. A título de jefe de vanguardia, se consideraba con razón indispensable y obraba en consecuencia, siguiendo sus propias inspiraciones, sin sujetarse a órdenes ni instrucciones, aunque guardaba hacia su jefe, Belgrano, una respetuosa deferencia de forma. Comprendiendo la situación, el ilustre creador de la Bandera, contemporizaba con todo su patriotismo.

 

A todo esto, el general La Serna se recibe del mando del ejército español en setiembre 1816, llevando el refuerzo de las tropas peninsulares que Pezuela esperaba para abrir operaciones de carácter definitivo contra los ejércitos patriotas situados al sur de la Quebrada de Humahuaca, cuya vanguardia comanda Güemes.

 

Pensaba el virrey Pezuela, y así lo escribía a La Serna, que era conveniente un movimiento ofensivo, no precisamente con ánimo de conquista, sino para efectuar una poderosa diversión que llegase hasta Tucumán y  que retrajese a San Martín de sus planes de liberar Chile.

 

La Serna se pone en marcha en enero 1817 y entra triunfante en la ciudad de Jujuy. El ejército español cuenta con 2.800 infantes, 700 jinetes y 12 cañones, Posteriormente se le suman otros 1.000 soldados, totalizando 4.500 hombres.

 

Para comprender la guerra que va a desarrollarse en Salta en 1817 es necesario tener presente que la invasión será afrontada por un pueblo levantado en masa, que defiende sus hogares y su independencia, contra un ejército regular invasor. Los soldados de ese pueblo, es decir, los gauchos, eran hombres de campo, bien montados y armados con machete o sable, fusil o rifle.

 

A pesar de las dudas sobre la conveniencia de seguir avanzando, La Serna se pone en marcha rumbo a Salta en abril 1817 por órdenes del virrey Pezuela, con instrucciones de llegar hasta Tucumán, donde está el ejército de Belgrano.

A tales efectos, el virrey del Perú le ha enviado numerosos refuerzos,

 

Los guerrilleros a las órdenes de Güemes fustigan al enemigo desde el primer momento, tanto en los flancos como en la retaguardia.

Las características del terreno, boscoso, montañoso y cortado por infinidad de ríos y arroyos, facilita el desempeño de los gauchos y dificulta la acción orgánica y coordinada del ejército español, que se ve constantemente asediado por ataques imprevistos, emboscadas y sorpresas de variada naturaleza.

 

Frente al ejército español, Güemes cuenta con 1.200, de modo que no puede presentar formal batalla para evitar la caída de la capital, en la cual entran los invasores en abril de 1817.

 

Después de haber informado a Belgrano que los realistas han ocupado la ciudad de Salta, el caudillo, escaso de municiones y caballos, establece su campamento en El Bañado, al S.O. de la capital, desde donde dirige las partidas volantes que prosiguen la lucha y protege sus comunicaciones con Tucumán, desde donde le llegan municiones y abastecimientos.

 

En Salta, La Serna se encuentra en una incómoda situación, escaso de víveres y medios de movilidad, casi encerrado por las partidas de gauchos. Si por una parte carece de elementos para avanzar hacia Tucumán, por otro le es imposible permanecer indefinidamente en la ciudad.

Pero las órdenes que ha recibido del virrey son terminantes: debe avanzar hacia Tucumán. Obligado por las circunstancias, hace salir de Salta tres columnas, las que tienen que regresar sin haber conseguido reunir más que un menguado número de reses y de mulas.

 

La Serna decide entonces jugar una carta de mayor importancia, resolviendo una expedición formal sobre el campamento de Güemes en El Bañado, para derrotarlo y apoderarse del ganado.

 

Hostilizados constantemente, se presenta la oportunidad de una batalla campal en Los Cerrillos, que dura dos días, pero sin resultados concluyentes. Los realistas, de todos modos, continúan avanzando hasta llegar a El Bañado, pero comprueban con amargura que ya ha sido abandonado por hombres y animales.

 

Convencidos de que nada van a conseguir con aquella expedición, resuelven regresar a Salta, a la que arriban después de una marcha de pesadilla.

 

La Serna recibe comunicaciones de que la situación estratégica se ha ensombrecido, puesto que San Martín ha triunfado en Chile y gran parte de los pueblos altoperuanos han sido insurreccionados por las guerrillas de Lamadrid y distintos jefes locales. La evacuación de Salta es pues impostergable.

Diez y nueve días después de haber ocupado la ciudad de Salta, es decir, el 4 mayo 1817, La Serna resuelve abandonarla para regresar hacia el norte.

Pero este hecho no significa que la guerra haya terminado para los gauchos, pues continuarán incansablemente con la tarea de hostilizar la retaguardia y los flancos a lo largo de la Quebrada.

 

Güemes ocupa Salta, mientras que el 21 de mayo, cuando La Serna puede disponer de animales de carga, sale de Jujuy con su ejército.

 

Las consecuencias de esta campaña han sido gravosas para ambos contendientes. También el caudillo ve producirse grandes claros en sus escuadrones, empobrecerse las poblaciones, diezmarse las haciendas y destruirse cuanto queda comprendido dentro del campo de esta implacable guerra. A los patriotas les han quedado sólo unos 300 gauchos en condiciones de montar.

 

En vista del triunfo que se ha conseguido, Belgrano escribe al gobierno nacional en mayo 1817, solicitando se premie a Güemes con el grado de coronel mayor, pedido que es contestado favorablemente.

 

Desde que el ejército invasor vuelve al Alto Perú derrotado, Salta aparece convertida en los hechos como el baluarte de la libertad. Ha triunfado por sí misma, con sus propias milicias gauchas sin necesidad de haber necesitado la colaboración del ejército nacional.

 

Pero la retirada de los españoles no significa que Salta deje de ser un “pueblo en armas”, pues el caudillo está convencido de que habrán de producirse otras invasiones, razón por la cual deberá mantener intacta la organización militar, los campamentos y el régimen de vida al que se ha habituado la población en medio de su pobreza.

 

Las previsiones se cumplen desde el momento que Olañeta invade la Quebrada con 1.000 soldados. Güemes se encuentra con efectivos tan menguados que debe escribir a Belgrano el 27 setiembre 1817 para decirle: “Confieso que si no me proporcionan de 500 a 600 caballos y 12.000 cartuchos, no podré empeñarme en una defensa vigorosa ni responder de la provincia”.

 

Belgrano transmite al Director Supremo la comunicación de Güemes, pero los auxilios pedidos no llegan.

 

Mientras tanto han llegado a Salta las noticias de la expulsión de los realistas de Chile, lo que no significa que los salteños puedan festejar el fin de la guerra, ya que deben mantener el frente Norte como contención y distracción de los enemigos que han de ser neutralizados allí para que no puedan acudir en ayuda de las fuerzas peninsulares del Perú cuando San Martín invada este país.

 

Güemes guarda una reserva absoluta sobre lo conversado con el Libertador durante la permanencia de éste en Salta. Por eso, la forma en que actúa, su obstinación en mantener a raya al enemigo, dan idea de que ya en aquel entonces recibe instrucciones, que siempre ha de cumplir fielmente, de mantener ese frente de contención y de distracción de los enemigos que deben ser neutralizados en esas comarcas para que no puedan acudir en ayuda de las fuerzas peninsulares del Perú, cuando San Martín invada este país con fuerzas argentinas y chilenas.

 

Haciendo ahora un paréntesis en el relato de los sucesos militares, vamos a hacer notar que de la lectura de los colaboradores del gobernador en el año 1819 se desprende que la mayor parte de los mismos son militares, profesionales y comerciantes. Dado que uno de los cargos más reiteradamente formulados contra Güemes consiste en la imposición de empréstitos forzosos, generalmente destinados al pago de las tropas, lógico resulta concluir que todos ellos son solidarios con el procedimiento al que debe recurrir el caudillo, tanto en Salta como en Jujuy.

En estos momentos, los títulos oficiales de Güemes son Coronel Mayor de los Ejércitos de la Patria, Gobernador Intendente y comandante General de la provincia de Salta, que comprende también Jujuy, Orán y Tarija.

 

 

El año 1819 ya se presenta de contornos trágicos para la situación política interna de la Nación, como prólogo de la anarquía del año 1820. Ha comenzado la guerra civil entre federales y centralistas, acaudillados los primeros por el jefe oriental José Gervasio Artigas, a quien responden además las provincias mesopotámicas y Santa Fe, mientras que el ejército del Directorio responde a los intereses de Buenos Aires.

 

Por lo tanto, la única defensa contra una invasión realista por el Norte es el ejército gaucho de Güemes, y más al sur, el ejército del Alto Perú, integrado por tropas regulares y al mando de Belgrano.

Debido a la situación desesperada en que se encuentra el gobierno nacional, éste convoca al ejército de Belgrano para que se dirija hacia Santa Fe. Belgrano obedece, pero cuando llegan a la posta de Arequito se subleva y se desintegra. Belgrano fallece en 1820.

 

En marzo 1820 se pone en marcha la séptima invasión realista cuando el general Canterac se apodera de Jujuy.

Las invasiones realistas a través de la quebrada de Humahuaca habían sido las siguientes:

La 1ra. dirigida por el general Tristán en 1812.

La 2da. por el virrey Pezuela en 1814.

La 3ra. La Serna en 1817.

La 4ta. Olañeta en el mismo año.

La 5ta. Olañeta y Valdez en 1818.

La 6ta. Olañeta y Canterac en 1819.

No todas consiguieron apoderarse de la ciudad de Salta.

 

La 7ma.invasión progresa desde Jujuy en dirección al sur, y al tenerse noticias de la proximidad del adversario, los habitantes comienzan a emigrar como en ocasiones anteriores, llevándose lo poco que aún poseen, en tanto que el cabildo, vista la proximidad del peligro y la falta de recursos del gobierno provincial, ordena se realice un empréstito forzoso.

El ejército realista es tan superior en número y armamento, que el 31 de mayo entra en Salta, encabezado por el general Canterac, con tropas veteranas españolas. Güemes establece su cuartel general a una legua de la ciudad, que es donde está su casa de campo.

Debido al desgaste que le producen los continuos encuentros con las partidas de gauchos, el ejército invasor se repliega súbitamente en junio de 1820.

 

El caudillo salteño ha repetido la misma estrategia que en las anteriores oportunidades, pues deja avanzar intencionalmente al enemigo, pero disputando incesantemente el terreno, a fin de no dejarles poseer sino el lugar donde pisan. Cuando los realistas se han alejado demasiado de sus centros de aprovisionamiento y viéndose impedidos de conseguir abastecimientos en las proximidades, se ven obligados a retirarse.

 

 

Güemes no se conformaba con el rol de defensor del actual territorio argentino. Su plan no fue solo local, sino continental. Su idea fija estaba en una expedición hacia el Alto Perú, con el fin de combinar sus fuerzas con las de San Martín.

Por eso, tan pronto como los realistas abandonan Salta después de la 7ma. Invasión convoca a una sesión extraordinaria del cabildo de la ciudad, en la que expone su propósito de que se restaure la unión nacional de todas las provincias, a fin de derrotar definitivamente al enemigo exterior.

Pero la situación interna distaba mucho de acercarse a sus propósitos patrióticos, dado que en el Litoral y en el Centro del país combatían porteñistas contra federales, y los caudillos federales unos contra otros.

 

Desaparecido el Director Supremo definitivamente en febrero 1820, Güemes sigue reconociendo a San Martín como a su jefe superior y continúa actuando de acuerdo con las directivas que le imparte, en forma extraoficial, puesto que oficialmente no tiene autoridad para hacerlo.

En consonancia, San Martín designa a Güemes en junio 1820 como General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, como anticipo del desembarco que el Libertador realizará en dicha nación en el mes de agosto. En ese momento, el grado militar del caudillo era el de Coronel Mayor.

 

En distintos documentos que han consultado los historiadores se pone de manifiesto que Güemes conoce el derrotero que San Martín se propone seguir en el Pacífico, inclusive con la fecha calculada para cada etapa, lo que confirma el entendimiento previo entre ambos.

 

El agosto 1820, ya tiene organizada una fuerza de aproximadamente 4.000 hombres, para dirigirse hacia el Alto Perú cuando las circunstancias se vuelvan favorables.

Escribe a los distintos gobernadores provinciales solicitando ayuda de todo tipo, pero todos le responden negativamente.

 

Desde 1814, año de la entrevista entre San Martín y Güemes, éste desarrolla metódicamente los planes que aquél ha trazado. Obliga a los realistas a mantener poderosos ejércitos en las proximidades de la Quebrada de Humahuaca, ya hacia el sur o hacia el norte, impidiendo al propio tiempo que en su avance lleguen a sobrepasar el valle de Lerma.

 

Los planes combinados de estos grandes estrategas (pues Güemes lo es también a pesar de su condición de caudillo popular) no sufren variantes desde que lo preparan (presumiblemente entre 1814 y 1816), hasta el año 1820.

Y es entonces, precisamente, cuando Martín resuelve abandonar la lucha defensiva para invadir Perú, porque esto es lo que corresponde dentro de los planes elaborados.

 

Establecen estos planes la urgencia de avanzar en busca de los realistas, en lugar de esperarlos para batirlos, porque a San Martín le resulta indispensable debilitar la capacidad de resistencia española en el Perú, cuando se realice el desembarco.

 

Esta parte del plan determina que Güemes tiene que crear un segundo frente dentro de la zona montañosa que se extiende desde Salta hasta Lima. Dentro del proyecto militar mencionado, se contaba con el aporte del ejército que se encontraba en Tucumán a las órdenes de Belgrano, pero la desintegración del mismo en Arequito (enero 1820) debilita sobremanera la capacidad operativa de la vanguardia que debía dirigirse hacia Alto Perú.

 

Pero aun se suman más inconvenientes. El gobernador de Tucumán, caudillo federal también, Bernabé Aráoz, se opone a toda ayuda que las provincias puedan enviarle a Güemes, porque teme que éste, con el correr del tiempo, utilice dichos refuerzos contra Tucumán, en el enfrentamiento que esta provincia tenía en ese momento con Santiago del Estero.

 

 

 

Güemes no sólo se ve acosado por el enemigo exterior y por los paisanos limítrofes, sino que, además, crece una oposición interna dentro de su provincia.

Una parte de la clase dirigente salteña organiza una conspiración, pues alegan que el gobernador ejerce su autoridad de manera despótica y no permite la libre expresión del pensamiento a los habitantes.

 

Es entonces cuando el general Olañeta, percibiendo que Güemes se encuentra en ese momento en una situación comprometida, resuelve iniciar una invasión en el año 1821. Olañeta, a fuerza de actuar durante años en estos lugares, se ha convertido también en un caudillo, por eso a veces actúa independientemente de las directivas del virrey de Lima.

Es posible que el ataque del jefe realista guarde mayor relación con la extensión de su autoridad personal sobre la provincia de Salta y Jujuy, que con la estrategia general de España en América, que por estos momentos podía considerarse una causa perdida.

 

Olañeta disponía de por lo menos 2.000 soldados, de los cuales envía 800 a manera de vanguardia, que avanzan no por los caminos habitualmente transitados, sino por angostos senderos de la sierra de los Yacones, que terminan a unas dos leguas de la ciudad de Salta, en un lugar deshabitado.

 

Para hacer aun menos sospechosa esa marcha, da orden al jefe de la tropa, coronel Valdés,  (conocedor de la zona) que caiga por sorpresa sobre Salta y que la ocupe en horas de la noche, lo que se verifica el 21 de mayo de 1821.

La operación se desarrolla sin inconvenientes y muy rápidamente, pues Valdés comienza a mover su vanguardia a las diez de la noche, y a las once y media ya ocupa la plaza principal de Salta, en medio de un gran silencio y sin que su presencia sea advertida por nadie.(7 de junio 1821)

 

Por una de esas casualidades imprevistas, en la misma tarde, pocas horas antes de la llegada a Salta de la vanguardia realista, Güemes, que ni siquiera sospecha lo que el enemigo ha planeado, entra a la ciudad al frente de una escolta integrada por 40 o 50 hombres y se aloja, como tiene costumbre, en la casa de su hermana Magdalena.

 

Pocas horas después, se encuentra en el domicilio de su hermana con su secretario, el doctor Tedín, despachando su correspondencia, cuando de pronto recuerda que no puede hacerlo sin la ayuda de algunos documentos que se encuentran en el archivo de la secretaría del cabildo, por lo que envía a buscarlos a su ayudante Mauricio Refojo, a quien Tedin entrega las llaves de la secretaría.

 

Refojo, que tampoco puede imaginar que ya a esa hora la partida realista se encuentra en el centro de la ciudad, sale a la calle de noche, pero al desembocar en la plaza escucha que alguien le da el “quién vive”. No sabiendo qué contestar, se detiene y espera, y después contesta: “la Patria”.

 

La respuesta no se hace esperar y consiste en una descarga de varias armas de fuego, que resuena en todo el ámbito de la ciudad. Refojo comprende en el acto que la plaza se encuentra ocupada por una partida realista, de modo que huye sin que los españoles logren detenerlo.

 

Al escuchar los estampidos, Güemes corre hacia el patio de la casa, donde siempre tiene su caballo ensillado, salta sobre él y seguido por los oficiales y soldados que allí se encuentran, se lanza por la calle en dirección a la plaza, en la creencia de que solamente se trata de una de las muchas alarmas que provocan sus opositores.

 

Pero la realidad no es ésa, y a poco andar Martín advierte que avanza en dirección opuesta a la que él lleva una tropa que no tarda en darle el “quién vive”, a lo que responde “la Patria”.

 

Los soldados realistas disparan sus fusiles, lo que pone en fuga a los acompañantes del caudillo, quien considera preferible doblar en la primera bocacalle, seguido por tres o cuatro integrantes de su escolta (esquina de las actuales calles Belgrano y Balcarce). Pero una partida realista, que ha equivocado el rumbo, avanza por la misma calle que él. Escuchan los soldados el ruido del tropel, y hacen fuego contra el grupo que encabeza Güemes, sin sospechar que el caudillo en persona es quien va a la cabeza de los dispersos. Este y sus acompañantes, por lo tanto, retroceden rápidamente.

 

Martín, jinete consumado, iba a toda carrera completamente echado sobre el caballo para ofrecer menos blanco a las balas, pero una de ellas lo hirió en la espalda. A pesar de la gravedad de la herida, no perdió la silla y se mantuvo a caballo.

 

Reunido con varios oficiales que habían concurrido al lugar del tiroteo, siguen su marcha hasta que al amanecer encuentran refugio en la choza de unos aldeanos, y luego continúa hasta su campamento. Auxiliado por sus gauchos, se interna en el bosque, hasta donde es llevado luego el doctor Antonio Castellanos, requerido por sus auxilios médicos. En su lecho de dolor encarga el mando al coronel Jorge Enrique Vidt. Su herida era de muerte y toda atención fue inútil. Diez días después, el 17 junio 1821 expiraba el general Güemes no sin antes haber hecho jurar al coronel Vidt sobre su espada, que continuaría la campaña contra los realistas hasta expulsarlos totalmente de nuestro territorio.

 


Por Gerardo Celemín
 
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
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Páginas de Tango
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Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
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