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Miguel de Cervantes Saavedra

MIGUEL DE

CERVANTES  SAAVEDRA

 

 

Nació en 1547 en Alcalá de Henares, cerca de Madrid. Pertenecía a una familia de hidalgos pobres, eran 7 hermanos.

Su padre don Rodrigo era hombre de carácter débil, no tenía objetivos claros.

En busca de mejores horizontes, la familia se mudó a Sevilla, que estaba en su época de esplendor, pues era el puerto que comunicaba a España con América. Cuando la Corte del rey Felipe II se trasladó a Madrid, volvieron a mudarse, pero siempre con suerte adversa.

Miguel, que tenía ya 20 años, sintió tempranamente inclinación por la poesía. Su espíritu observador, aventurero e inconstante hizo que aprendiera más de la vida que de los libros.

 

Decepcionado al descubrir que lo que más contaba para la sociedad era su pobreza, decide emigrar a Italia, donde es admitido en la corte del cardenal Acquaviva en calidad de poeta. Pero el servilismo que imperaba en la vida palaciega lo movió a ingresar en uno de los “tercios” españoles que se encontraban acantonados en Italia. La vida militar le permitió visitar las ciudades más famosas de la península, llevado por una nostalgia por la vida libre, sin previsión por el futuro.

 

Miguel se verá atrapado por el torbellino de la guerra cuando debe embarcarse en la flota aliada (España, Santa Sede y Venecia) que han de combatir contra la marina otomana con motivo de la conquista de Chipre. La flota se encontraba al mando de don Juan de Austria, medio hermano de Felipe II e hijo ilegítimo de Carlos V, célebre por su audacia y valentía.

Tanto don Juan como Miguel tenían 24 años, eran lectores de las hazañas de legendarios caballeros y los impulsaba el deseo de batirse con heroísmo para alcanzar la gloria.

El 7 de octubre de 1571 combatió en la batalla naval de Lepanto. A pesar de estar enfermo con fiebre, pidió permiso para participar en el combate. Se lo destinó con un pequeño grupo a defender la proa de la galera. Recibió tres disparos de arcabuz, uno de ellos en la mano izquierda, que quedó impedida para siempre.

 

Más adelante participó de una expedición naval comandada por Juan de Austria para combatir a los turcos en Túnez, pero esta vez debieron retirarse derrotados. En ese año, 1574, Cervantes advirtió los primeros síntomas de la decadencia de España y se dio cuenta de que la victoria de Lepanto había sido inútil pues el enemigo se había recuperado.

Era el primer embate de la tempestad bajo cuya furia habían de desvanecerse sus ilusiones de patriota y de soldado, aunque en su espíritu nunca desaparecieron la fe y la esperanza.

De regreso a la base de los tercios en Nápoles, concibe la idea de retornar a España, pues Miguel pertenece a la raza de los inquietos, nada puede retenerlo, otra vez ha de alejarse.

Consigue que don Juan de Austria le escriba cartas de recomendación para la corte de Madrid, solicitando se le otorgue el grado de capitán por su valiente desempeño en las guerras.

 

Pero en el viaje hacia España, la galera en que se encuentra es interceptada por cuatro navíos turcos piratas, que conducen a la tripulación hacia Argel, donde padecían 25.000 cautivos cristianos a la espera de que se pagase rescate para liberarlos.

La fortaleza inquebrantable de su espíritu se reveló en Argel más fuerte que nunca, pues en los cinco años que permaneció cautivo organizó él mismo cuatro intentos de fuga, en los que participaron gran cantidad de prisioneros. Todos los intentos fracasaron. En los dos últimos intentos, para evitar represalias, se presentó ante el rey Assan Bajá declarándose único responsable de los proyectos de huida. Si bien fue encerrado en rigurosa prisión, el rey le perdonó la vida en ambas ocasiones, no sabemos por qué razones.

 

Fue milagrosamente liberado por el padre trinitario fray Juan Gil cuando ya era inminente su traslado a Constantinopla, donde el rescate hubiera sido mucho más problemático.

En 1580 regresa por fin a España, después de 10 años de ausencia. Sigue ilusionado por la creencia de que en la Corte reconocerán sus méritos: sus heroicos combates a las órdenes de don Juan de Austria, la mano lisiada, las credenciales de su intachable conducta durante el cautiverio, acompañadas del testimonio de doce hombres destacados de Argel.

Todavía su espíritu se mueve en el mundo de los libros de caballería: los débiles encuentran amparo, los oprimidos justicia, sus virtudes encontrarán su premio de paz y reposo.

En Madrid se reencuentra con su familia, que se empobreció aun más debido a que debió reunir dinero para pagar su rescate. El mismo siente que la juventud lo abandona, pues ya tiene 33 años.

Comprende que no se le ofrece ninguna posibilidad en la Corte, en la que reina la miseria moral, a pesar de la austera figura de Felipe II. Las guerras en que ha participado están olvidadas, y muchos héroes se encuentran en la misma situación que él, pues no se los ha recompensado.

A pesar de todo, sigue creyendo en la gratitud, la bondad, el amor, la amistad.

 

Le agrada frecuentar los ambientes teatrales y las reuniones en las que se escuchan lecturas de libros de moda, la novela pastoril, pues los libros de caballería han entrado en decadencia.

Se le ha confiado una misión oficial arriesgada en Orán, por la cual ha recibido  una modesta paga. Este ingreso le permite vivir con cierta holgura durante su permanencia en Lisboa, ciudad en la que escribe su primera novela, “Galatea”, una obra de amistad, concordia, fraternidad; es la viva expresión de su alma.

 

Gastados sus ducados, debe regresar a Madrid, donde encuentra que la situación de su familia es cada vez más comprometida.

Se da cuenta que va propagándose por España un ambiente nefasto de indiferencia y venalidad, anticipo de su prolongada decadencia en el siglo XVII. Advierte que la amistad no es como la había soñado y por eso la duda y la tristeza se irán adueñando de su espíritu.

 

A los 40 años, contrae matrimonio con Catalina de Salazar, en 1584, a pesar de la oposición de la familia de la esposa. No fue una pareja bien avenida, por eso Miguel dejará de vivir al poco tiempo en el hogar conyugal.

 

Su exclusiva actividad, por el momento, es escribir versos, dramas y comedias, después de la publicación de “Galatea”. Su prestigio de escritor empieza a difundirse, pero no le proporciona satisfacciones económicas.

Asiste a las tertulias literarias de la capital, en las que se encuentra con muchos amigos, pero se siente molesto por el ambiente de habladurías y murmuraciones.

Cada vez más se da cuenta del cambio que se ha producido en la sociedad española con respecto al la época de su juventud, le parece percibir que los héroes se han ido convirtiendo en comediantes, cuando no en bufones. Por eso en sus escritos aparece un matiz de ironía amarga y mordaz.

 

Su carrera como autor teatral dramático se trunca por la aparición de Lope de Vega, joven compositor de comedias y poesías, cuya fama se propaga con gran rapidez y desplaza totalmente a Cervantes, quien gradualmente va descendiendo hacia su ruina.

 

En 1585 murió su padre don Rodrigo. Cada vez más, la vida de Miguel se transformará en una larga serie de humillaciones, eterna lucha contra la pobreza y el infortunio, casi hasta el fin de su vida.

Cuando el año siguiente comienza la guerra contra Inglaterra y se prepara la formidable expedición de la “Armada invencible”, Cervantes viaja a Sevilla, donde consigue que lo nombren en el cargo de “comisario” de la Real Hacienda encargado de la requisa de víveres para la flota. Es una función sumamente odiada, pues los municipios ya están hartos de contribuir obligatoriamente con aceite y grano, que es pagado a bajo precio y con gran demora. Tampoco los comisarios son retribuidos en tiempo y forma.

Debido a la derrota de la Armada en 1588, se han suspendido las requisas, de modo que se ha convertido en un desocupado al cual se le adeudan haberes, que debe vivir de la caridad de sus amigos.

 

Es tal su indigencia que cuando llega el invierno todavía viste con ropa de verano. Como si las desgracias no fueran suficientes, es llevado a la prisión pues se lo acusa de haberse apoderado de 300 fanegas de trigo sin permiso, sin permitirle presentar un escrito de defensa para contestar los cargos.

Se encuentra en el momento más terrible de su vida, pues estar preso en España era un verdadero descrédito, no era lo mismo cuando estaba en Argel, en medio de infieles. Al poco tiempo se lo deja en libertad, pero recibe la triste noticia de la muerte de su madre.

 

Cuando la Hacienda suprime los empleos de comisario, lo designa para desempeñar otra función: recaudador de la alcabala. Pero su crónico desorden con las cuentas y los números le ocasionaron problemas y otra vez se dictó contra él orden de prisión. Si bien es liberado, su vida como funcionario ha terminado.

Se deja llevar por el fatalismo, vaga de un punto a otro de Sevilla, sin rumbo fijo. Para comprar ropa de invierno, debe pedir una fianza pues no tiene dinero.

El optimismo fue desapareciendo, se volvió malhumorado y taciturno. Reflexiona que su camino desde Argel hasta ese presente no ha sido otra cosa que una sucesión de fracasos.

 

Entonces fue tomando forma en su espíritu el personaje del caballero derrotado, el de la triste figura. Era el sueño de libertad para quien se sintió atraído por el arte de escribir.

 

El personaje será loco, extravagante, ridículo; igual que él, ha de ofrecer su vida por un noble ideal pero no encontró la gloria, sembrará la amistad y recibió ingratitud, se sacrificará por sus compañeros y será traicionado.

A su lado habrá de colocarle a alguien que le acompañe como un lazarillo, para que no se lo lleve del todo el viento de sus imaginaciones.

Serán el caballero y el escudero, la poesía y la prosa de la vida. En el fondo de sus recuerdos está la figura de un viejo hidalgo, delgado, un tanto ridículo, al que vestirá con los atributos del héroe que ha imaginado; habrá de salir por el mundo a deshacer entuertos.

Escribía incesantemente por las noches, mientras que en su vida cotidiana no se ha producido ningún cambio.

 

Es más, habrá de ir a prisión otra vez en Sevilla, esta vez por tres meses, debido a un asunto confuso por la recaudación de alcabalas. No interrumpió la escritura de su novela.

En 1598 muere Felipe II. La decadencia de España se anuncia ya como irremediable ante el crecimiento de la potencia naval de Inglaterra.

 

Cuando vuelve a Madrid en 1603 lleva consigo el manuscrito de Don Quijote. Aquí algunos de los pasajes de la novela ya se leían en las tertulias de gente ociosa y aficionados a las letras, inclusive antes de que se publicase. Las hazañas del caballero andante corrían de boca en boca.

Por eso no le costó mucho convencer a un editor para que imprimiese el libro. Cerró trato con Francisco de Robles, hijo del que había publicado 20 años antes su “Galatea”, y recibió un adelanto en dinero. Parecía que su triste vida empezaba a mejorar.

 

Al visitar a su familia, fue recibido con la misma alegría y afecto de antaño. Partió de él la iniciativa de que era conveniente para todos que viviesen en una misma casa en Valladolid, donde estaba la Corte en ese momento. Su propuesta fue aceptada. Su familia estaba compuesta por mujeres: sus hermanas Magdalena (soltera) y Andrea (viuda), su sobrina, su esposa Catalina y una muchacha, Isabel, hija de Miguel pero no de su esposa.

 

Por fin, en enero de 1605, la imprenta dio a la luz al libro de Don Quijote. ¿Cómo pudo tener la perseverancia de escribirlo a su edad y en esas pésimas condiciones?. Es que no sucumbió al abatimiento salvo en circunstancias momentáneas, pues opinaba que no es posible “ser siempre de día o siempre de noche” o como expresa en sus versos:

                      

                                   Pueden los altos riscos siempre estables

                                   Ser tocados del mar, mas no movidos.

 

Su alma experimentó un descanso, sintió que lo invadía una alegría otoñal, tranquila,sosegada.

 

El éxito del libro fue inmenso en toda España. Pero la gloria que esperaba, la que todo autor (escritor o artista) necesita ver reflejada en la sensibilidad de los que le rodean, para alimentar su fe en sí mismo, la consagración oficial, no llegó.

Al contrario, en los círculos literarios e intelectuales, el libro fue recibido primero con estupor y luego con envidia. Percibió una actitud de indiferencia.

 

Por última vez, viaja a Madrid con su familia, para quedarse allí definitivamente. Allí conocerá por fin horas de sosiego, reunido en torno a la mesa con los suyos y con sus amigos.

La vida parece al fin sonreir con esperanzas ciertas, por primera vez. Se han impreso ya seis ediciones de Don Quijote, hecho que le permite entrar en una etapa de cierto bienestar, aunque no de holgura. También lo favorece el casamiento de su hija Isabel con un hombre rico, y la protección que dispensan a Miguel dos notables del reino: el conde de Lemos y el cardenal Sandoval.

 

A los 63 años ha comenzado a escribir la segunda parte del Quijote, “Novelas ejemplares” y “Viaje del Parnaso”.

 

En el ámbito familiar, la felicidad no ha durado mucho. Su hija enviudó pronto y contrajo segundo matrimonio con un hombre de vida desordenada, con quien Cervantes tuvo disensiones que motivaron un rompimiento definitivo con su hija. Posteriormente fallecieron sus hermanas Andrea y Magdalena. Quedaban en el hogar su esposa y su sobrina.

Tampoco sus finanzas están en orden, aspecto crónico de su vida, pues tiene deudas con el editor, con el fisco por la cuestión de las alcabalas y con su protector Juan de Urbina, fiador suyo.

 

Sin embargo, no cae en la desesperación. Continúa de pie, solo con su energía y su fe en medio de los embates de la fortuna y la soledad, y en medio de ellos prosigue su admirable combate.

 

Como escritor, cada vez se siente más seguro de sí mismo, y es por eso que ha escrito más en estos últimos diez años que toda su vida precedente.

La popularidad alcanzada por Don Quijote era tal, que en los actos públicos oficiales casi siempre aparecía alguna diversión con sus famosos personajes. Su obra había sido traducida al inglés, francés y alemán.

Ya se ha publicado la segunda parte de la novela, con rotundo éxito.

 

Al final de la segunda parte, el personaje muere, pero el que muere es Alonso Quijano, no el ideal que éste representa. El que arremetía contra los gigantes, el que contra viento, lluvia o tempestad, de día o de noche, entre la crueldad y la mofa del mundo, iba por los caminos a defender a los que padecen injusticias, a los oprimidos y a los faltos de amparo, éste continúa acompañándonos en nuestras horas solitarias y consolándonos en nuestras tristezas. El ideal, pues, permanece vivo.

 

Los críticos han discrepado acerca de cuál es la idea central que surge de la obra; las que tienen mayor aceptación son las siguientes:

Es una parodia de los libros de caballería. Representa el enfrentamiento entre idealismo y realismo, corporizados en las figuras de Quijote y Sancho. Representa la colisión entre el mundo de los ideales superiores y el de los valores materiales. Presenta la dualidad conflictiva del ser humano, quien constantemente debe elegir entre sus necesidades espirituales y su condicionamiento material.

 

Miguel está enfermo, ya no ha de recuperarse. Mitiga su dolor una carta que le envía desde Italia el conde de Lemos, en la que le renovaba su admiración y afecto y le enviaba una ayuda pecuniaria.

Debido a su enfermedad y a su pobreza, ha ido a vivir a la casa del clérigo Mansilla, mientras escribe “Persiles”, su última obra.

Ingresó en la Orden Tercera de San Francisco antes de morir en 1616. Fue enterrado en el convento de las Hermanas Trinitarias.

 

El Don Quijote era un éxito, pero un éxito de literatura festiva; todos tomaban a chanza y se regocijaban con él, todo eran farsas levantadas en torno a las dos figuras para diversión de la gente, y apenas había alguien que penetrase en su recóndita sustancia.

Ni sus contemporáneos, ni aun mucho después, supieron ver lo que de dolor y tristeza se ocultaban tras la aparente jocosidad del libro.

A los románticos alemanes, principalmente Schlegel, cupo el honor de adivinar la idea trascendental de Don Quijote, de sentar las bases para la futura comprensión del libro, y de hacer que su autor fuera colocado definitivamente en la constelación de los grandes genios, junto con Dante, Shakespeare y Goethe.



Por Gerardo Celemín

Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
www.abctango.com
www.todotango.com

Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
http://edgardobergnewsbureau.weebly.com/
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