Bioética y ciudadanía. Acerca de los acuerdos, el consenso y las decisiones autónomas
En esto de reflexionar sobre la ética de la vida o la bioética cotidiana, nos encontramos permanentemente con temas de interés, temas que importan. Me surge para hoy una primera pregunta:
1. ¿Es posible tomar ‘decisiones autónomas’?
En el programa anterior hacíamos referencia a lo que en bioética se denomina ‘teoría de los principios’ y mencionábamos tres: beneficencia, autonomía y justicia. Reconocer e incorporar estos principios nos sitúa del lado de los que pretendemos hacer el bien (o por lo menos no hacer daño), respetar al semejante como ser libre y autónomo y procurar ser justos respecto de nuestra manera de proceder en todos los asuntos, pero sobretodo cuando está en juego el bien común.
Hoy vamos a detenernos en observarnos a nosotros mismos para ver si efectivamente tomamos decisiones autónomas.
Para que una decisión sea autónoma, es necesario que no haya coacción externa, que uno no se sienta presionado para decidir por una cosa o por otra. Si tengo miedo de perder algún beneficio, si hay una amenaza pendiente, si vigilan mi proceder, debo estar alerta: pueden estar coaccionando mi libertad de elegir. Pero además para estar en condiciones de decidir ejerciendo la autonomía, es preciso estar convenientemente informado. La falta de información o la información tergiversada, engañosa o sesgada, quita libertad para decidir por lo cual aunque uno crea que está decidiendo por sí mismo, puedo estar cometiendo un error o beneficiando a otro u otros a quienes les importa que me decisión favorezca sus intereses o los intereses de algunos en desmedro de otros.
Recordar: para que para poder decidir con autonomía, debo informarme previamente; y tengo derecho a ser informado por el médico, por el funcionario, por el político y por cualquiera a quien le corresponda atender a algún requerimiento legítimo, que puede ser también la empleada de un negocio cuando voy a comprar algo.
Y además, para decidir con autonomía, debo evitar toda presión externa que lesione mi libertad de elección. Afortunadamente al menos en los aspectos formales, cuando decidimos algo tan importante como emitir un voto en favor de uno u otro candidato, nadie nos vigila en el ‘cuarto oscuro’, pero es posible que un ambiente externo de presión y miedo, aún en esa circunstancia nos quite libertad de elección a pesar de saber que el voto es secreto. Pensemos si en alguna situación nos ha sucedido algo parecido. Nos merecemos ser libres y autónomos.
Ciudadanos en democracia.
Otra pregunta que podemos hacernos en este aprendizaje permanente que supone operar con autonomía es la siguiente:
2. ¿Qué implica ‘tomarse un tiempo para decidir? ¿Personalmente, me doy tiempo para decidir?
Aquí entra en juego la noción de ‘proceso’: procesar la información, analizar los pro y los contra, indagar acerca de la intención que me motiva, ponderar las posibles consecuencias. Para todo esto se necesita tiempo. Tenemos pongo entrenamiento para detenernos, para esperar, para buscar el momento de reflexión. Pero todavía podemos decirle a un amigo: no lo decidas todavía, ‘consultalo con la almohada…’que equivale a decir: en silencio, consigo mismo, con la propia verdad. Sabio consejo, eso de entrenarnos en procesar, en reflexionar, en aquietarnos.
Esta podría ser ‘la tarea del mes’: decisiones autónomas, precedidas de información, silencio y reflexión.
Por Josefina Pereyra