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Marcelo Torcuato de Alvear

Marcelo  Torcuato   de   Alvear

 

Antecedentes familiares

Era nieto de uno de los próceres de la Independencia, Carlos M. de Alvear. Su abuelo contrajo matrimonio con una dama andaluza, de la cual hubo 10 hijos, uno de ellos Torcuato. Este, a su vez, se casó con Elvira Pacheco, hija del general Ángel Pacheco. De esta unión nacieron 7 hijos, el menor de los cuales se llamaba Máximo Marcelo Torcuato, y llegó al mundo en octubre de 1868.

Máximo Marcelo pertenecía, por consiguiente, a una familia de abolengo, razón por la cual vivía en un palacio ubicado en Cerrito esquina Juncal de la ciudad de Buenos Aires.

En 1891 recibió el título de abogado en la Universidad de Buenos Aires, pero nunca ejerció la profesión, dado que heredó una gran fortuna, tanto de su padre como de sus tías. A decir verdad, su trabajo consistió en obtener el mayor provecho de sus bienes heredados y nunca tuvo serios problemas económicos, si bien en la última etapa de su vida su patrimonio había menguado considerablemente.

 

Sus comienzos en el radicalismo

Tempranamente ingresó al mundo de la política cuando formó parte de la comisión directiva que organizó el mitin del Jardín Florida que se realizó el 1 setiembre 1889, fecha que se considera el origen de la Unión Cívica, partido dirigido por Leandro Alem, opositor al gobierno de Juárez Celman.

Marcelo firmó como otros tantos jóvenes el manifiesto del 2 julio de 1891, que es en verdad el acta de nacimiento de la Unión Cívica Radical, partido al que habría de pertenecer toda su vida, apartándose de la posición que adoptó la gran mayoría de su clase social, de tendencia conservadora.

 

En el partido conoció al carismático caudillo, Hipólito Yrigoyen, 20 años mayor que él, con el cual se establecerían fuertes lazos de amistad y lealtad.

Integrante del comité de la provincia de Buenos Aires, participó activamente en la revolución de 1893, en la cual cumplió eficazmente con la tarea que se la había asignado: apoderarse de la comisaría de Temperley, lugar estratégico en cuanto nudo de las comunicaciones ferroviarias.

La revolución terminó en fracaso, pero Yrigoyen nunca olvidará el coraje y la lealtad que había puesto de manifiesto Marcelo en las  épicas jornadas que se habían vivido.

 

Residencia en Francia

En 1898, Marcelo conoció en Buenos Aires a Regina Pacini, soprano lírica nacida en Lisboa, a quien siguió durante 8 años por sus itinerarios en los diferentes teatros de ópera de Europa, hasta que se casaron en 1906.

Vivieron largas temporadas en una villa (palacio) que compró al poco tiempo. La residencia se llamaba “Manoir de Coeur Volant” y estaba situada cerca de París. Se convirtió en uno de los salones más selectos del momento, al que asistían personalidades políticas, artísticas y literarias, sobre todo en los años posteriores a su presidencia.

Vivió en París durante la tercera parte de su vida, en varios períodos interrumpidos por viajes a Argentina, hasta que la villa fue vendida en 1934.

 

Desde 1912 a 1916 se desempeñó como diputado nacional. Cuando Yrigoyen asumió la presidencia le ofreció el ministerio de Guerra, que no aceptó, pero sí accedió a la designación como embajador en Francia, cargo que le permitía regresar a Europa y alejarse del país, pues no compartía el estilo personalista con el que Yrigoyen ejercía la conducción del partido radical, a pesar de que la amistad entre ambos permaneció inalterable.

 

Alvear presidente (1922-1928)

En 1922 finalizaban los seis años del mandato de Yrigoyen, y en el partido nadie discutía que sería candidato aquella persona que contara con la preferencia del caudillo. Ya se insinuaban dos tendencias dentro de la UCR: los intransigentes, yrigoyenistas o personalistas por un lado, y los antipersonalistas, “galeritas” o “azules”, sector con el que Alvear estaba más identificado.

Yrigoyen prefirió a Alvear no por su conformación ideológica sino porque era una persona que no provocaba resistencias en ambos sectores, y tenía suficiente nobleza como para no impedir una eventual segunda postulación de Yrigoyen en 1928.

Yrigoyen procedió con astucia, ya que le era conveniente elegir una personalidad radical que no tuviera mayor arrastre político. Tenía fe en Marcelo, que era un caballero, y la seguridad de que le cuidaría el sillón presidencial para entregárselo una vez terminado el período, como sucedió.

La prolongada ausencia en el extranjero del candidato, su efectivo alejamiento de las masas radicales, su situación social prominente en la aristocracia y su carencia de condiciones personales de caudillo popular, aseguraban esta creencia.

 

La Convención Nacional de la UCR proclamó la fórmula Marcelo de Alvear-Elpidio González, que triunfó ampliamente en las elecciones presidenciales, a pesar de que el candidato radical no había participado en la campaña electoral pues continuaba en París, ciudad de la que tuvo que despedirse después de una permanencia de casi 20 años. En ese momento, contaba con 54 de edad.

Dado que Marcelo no creyó necesario venir a su país ni antes ni durante las elecciones, puede afirmarse que recibió la presidencia de la Nación como un obsequio.

 

Existía cierta incompatibilidad psicológica y social entre Alvear y el ambiente que rodeaba a Yrigoyen y que animaba al partido.

Marcelo siempre se mantuvo vinculado a la alta sociedad, tanto en Europa como en Argentina, sobresalía como deportista y como hombre de club, dado que era socio del Jockey y del Círculo de Armas.

 

No era un principista, sino un realista que percibía la política como una combinación de pragmatismo y compromiso, por lo tanto no era un intransigente.

Apartándose del estilo personalista-caudillista de Yrigoyen, Alvear opinaba que uno de los defectos de nuestra política era la excesiva autoridad presidencial. Por eso adoptó la estrategia de gobernar a través de los ministros, siguiendo modelos europeos.

 

Su gabinete estuvo compuesto por radicales antipersonalistas o afines a esta corriente.

Designó ministro del interior a José Nicolás Matienzo, distinguido constitucionalista, ex magistrado, profesor universitario.

En el ministerio de Hacienda nombró a Rafael Herrera Vegas, también profesor de la universidad y amigo de Alvear desde la época de sus estudios en la facultad de Derecho.

En relaciones exteriores a Ángel Gallardo, diplomático y científico, que se destacó por sus investigaciones en botánica y zoología.

En Agricultura, Tomás Le Breton, excelente conocedor del sector rural. Ministro de Guerra al general Agustín Justo, director del colegio Militar.

En Obras Públicas, Roberto Ortiz, futuro presidente, igual que el general Justo.

 

 

Fueron seis años de prosperidad, sin sobresaltos ni grandes dificultades, años situados entre dos grandes crisis económicas: la de posguerra y la depresión de 1929. Se radicaron en el país 650.000 inmigrantes.

Llevó a cabo un vasto equipamiento de las fuerzas armadas. En Mar del Plata se inauguró la base naval como apostadero de submarinos.

 

Esencialmente democrático, fue absolutamente respetuoso de la libertad y del derecho de los ciudadanos a expresarse libremente. Su formación liberal y su experiencia europea lo convirtieron en un presidente estrictamente legalista.

Pasó a la historia como una presidencia tranquila y ordenada, progresista y conciliadora, con una buena administración. Verdaderamente, una presidencia típica de los “felices años veinte”.

 

Vivió en una mansión alquilada en el barrio de Belgrano. Fue entonces cuando empezó la construcción de su chalet en Playa Grande, al que llamó “Villa Regina” donde habitó durante sus veraneos en Mar del Plata.

Era frecuente encontrarlo paseando con alguna de sus amistades por la calle Florida o por la Rambla Bristol.

 

Para eludir la interferencia que Yrigoyen podía eventualmente ejercer (no se vieron personalmente durante toda la presidencia) alentó la formación de un “ala” o sector partidario que hasta entonces no se había atrevido a enfrentar al caudillo: el antipersonalismo.

En 1924, esta corriente se separó formalmente del partido y constituyó una agrupación independiente.

Alvear manifestó siempre una prudente simpatía por esta tendencia, pero rechazó de plano la sugerencia de intervenir la provincia de Buenos Aires para evitar un triunfo yrigoyenista en las elecciones de 1928.

La victoria de Yrigoyen fue arrasadora, y de esta manera llegó por segunda vez a la presidencia. Evidentemente, no se había equivocado con respecto a la fidelidad de su discípulo Marcelo.

 

 

 

Regreso a París

Cuando asumió Yrigoyen, aceptó un cargo en el exterior, y su alejamiento lo salvó de mezclarse en los trámites que habrán de desembocar en la revolución del 6 de setiembre de 1930.

Su fortuna se había quebrantado durante su presidencia, porque la había revestido de un ceremonial que muchas veces tenía que sostener con su peculio. Por eso debió vender gran parte de las tierras de “Don Torcuato”.

Cuando en París los periodistas lo entrevistaron con motivo de la revolución que derrocó a Yrigoyen, emitió opiniones muy negativas con respecto a aquél, culpándolo en gran medida por lo que había ocurrido.

 

Pero a pesar de todo, la mayoría de los radicales opinaban que era la persona apropiada para presidir la reorganización de la UCR que era inevitable debido al confinamiento del caudillo, porque reconocían que Alvear podía actuar como factor de unidad debido a que había sido presidente de la nación, a que era radical de la primera hora, que no había participado en la revolución militar, y que tenía buena relación con el antipersonalismo.

Por eso en abril de 1931 accedió a regresar a la Argentina para asumir la conducción del partido.

 

Alvear conductor del radicalismo

Regresó a Argentina para emprender esa formidable tarea, porque albergaba en su fuero interno dos esperanzas: que era posible fusionar el antipersonalismo con el yrigoyenismo, y que se podía obtener una garantía del gobierno de Uriburu para que no se impidiese el retorno al poder de un radicalismo “fusionado”.

En mayo 1931 aparece un manifiesto convocando a la reorganización partidaria, firmado por dirigentes antipersonalistas e yrigoyenistas, anunciando la constitución de una Junta Reorganizadora presidida por Alvear.

Había llegado la hora de su consagración definitiva a la política, el momento de renunciar a su vida de deportista, aficionado al teatro, a la pintura, a las veladas elegantes.

No se había equivocado Yrigoyen cuando insistía en que “Marcelo es radical”. Por eso el anciano caudillo, desde su confinamiento en Martín García, había recomendado a sus fieles que “rodearan a Marcelo” lealmente.

 

La abstención electoral

El gobierno de facto del general Uriburu convocó a elecciones presidenciales para noviembre 1931. Se habían constituido dos alianzas: la Concordancia (conservadores y antipersonalistas) y la Alianza Civil (socialistas y demócratas progresistas).

La Convención nacional de la UCR eligió la fórmula Alvear-Güemes, pero Alvear no acepta porque entiende que no han transcurrido todavía los seis años necesarios para aspirar a una reelección, pero ante la insistencia de la Convención, accede.

Tal como lo había previsto, el gobierno militar vetó la fórmula radical: “están inhabilitados”.

La mesa directiva del Comité nacional declara entonces la “no concurrencia”: “abstención absoluta de la UCR en toda la República” para las elecciones en todos los niveles y jurisdicciones, según un manifiesto explicativo redactado por Ricardo Rojas.

Como era previsible, la Concordancia triunfó en las elecciones de 1931. La fórmula Agustín Justo-Julio Roca (h) gobernará desde 1932 hasta 1938.

 

En julio 1932, después de un breve paréntesis en Europa, regresa a Buenos Aires y se hacer cargo de la presidencia del Comité nacional.

Se instaló en un gran departamento de la calle Juncal, cerca de Retiro, donde recibía visitantes todos los días. Contaba con 64 años.

Cuando se descubre una conspiración de militares radicales (sin contactos con el Comité nacional), el gobierno detiene a los dirigentes del partido, entre ellos Alvear, Pueyrredón, Güemes, Tamborini, Dellepiane. La prisión se extendió durante 4 meses.

En 1933 falleció Hipólito Yrigoyen. Ya todos los radicales estaban de acuerdo en que Marcelo era el sucesor insustituible, y en ese puesto se mantendrá hasta su muerte.

 

El exilio

En diciembre 1933 se produce otra revolución de militares radicales en Santa Fe y Corrientes, a la cual eran ajenas las autoridades de la UCR.

El gobierno de Justo decreta el estado de sitio y resuelve el arresto de todos los dirigentes radicales, que son confinados en la isla Martín García, donde Alvear ya había estado en el episodio anterior.

Se los obliga a elegir entre dos opciones: el exilio o el confinamiento en el Sur. Veinticuatro de ellos eligieron el confinamiento, pero Marcelo ya había anticipado que se pronunciaría por el exilio.

La minoría que eligió exiliarse en Europa tuvo un accidentado viaje en un barco de la Marina de guerra, que duró un mes. Hubo problemas de abastecimiento y malas relaciones con los oficiales de la nave.

En febrero 1934 el barco llegó a Lisboa. Con su esposa, Alvear volvió a su palacio de París. No tenía mayor interés en regresar a Argentina.

En una carta afirma que “todo lo malo que ha pasado ha sido la consecuencia de los correligionarios que han dado pretexto a ese gobierno de cínicos para tomar todas las medidas arbitrarias”.

En ese mismo año vende por fin la “villa” y se embarca hacia Buenos Aires.

Al mismo tiempo que regresan los exiliados, Justo pone en libertad a los confinados.

 

Regreso a la lucha electoral

Alvear continúa como presidente del Comité nacional.

En diciembre 1934 se reune la Convención nacional y aprueba el retorno a las elecciones, lo cual ya había sido decidido previamente por varios comités provinciales.

Según Félix Luna, “desde el levantamiento de la abstención, el radicalismo irá resbalando hacia una coparticipación cada vez mayor con el Régimen”. Los radicales denominaban régimen al gobierno de la Concordancia, que era la misma calificación aplicada a los gobiernos anteriores a 1916.

A partir de ese momento, los antipersonalistas ingresaban en masa a la UCR, a pesar de las protestas de los yrigoyenistas.

Hacia 1936, la conducción alvearista piloteaba el partido sin tropezar con resistencias organizadas. Muchos yrigoyenistas (intransigentes) colaboraban lealmente con la dirección, otros se habían ido a su casa y algunos estaban excluídos del partido.

La mano dura de Marcelo había liquidado sin contemplaciones las formaciones opositoras internas. Era un “radicalismo fusionado”.

En cuanto a las elecciones de 1936, la UCR consiguió colocar gobernadores en las provincias de Tucumán, Entre Ríos y Córdoba (Amadeo Sabattini), pero fue derrotada con fraude en la pcia. de Buenos Aires.

Obtuvo la victoria en las elecciones legislativas de Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. La mayoría la Cámara de Diputados era radical.

 

En 1936 realiza su último viaje a Francia y vuelve al año siguiente, cuando es reelegido presidente del Comité Nacional, el cual estaba integrado por una Mesa Directiva y representantes de las provincias (cuatro por cada una), entre ellos se encontraban José Tamborini (Capital Federal), Enrique Mosca (Santa Fe), Hortensio Quijano (Corrientes), Arturo Illia (Córdoba).

Era ya imposible oponerse a la jefatura de Marcelo, no solo por su prestigio y trayectoria, sino por su estilo impetuoso, arrollador e impulsivo. Tenía 67 años y en ese momento creía que todavía era posible coronar su vida con una gran presidencia.

Las elecciones estaban previstas para setiembre de 1937. Se cernía sobre ellas la amenazadora sombra del fraude electoral.

A principios de ese año se realizaban elecciones en Santa Fe, una de las provincias claves. Marcelo tomó una decisión extrema: entrevistarse con el general Justo, responsable de las prisiones y de los exilios, para pedir garantías contra el fraude.

Pero de nada sirvió, pues ese día hubo en Santa Fe irregularidades como “sufragio a la vista”, expulsión de fiscales opositores y sustracción de urnas para cambiar su contenido.

A pesar de todo, se reunió la Convención nacional que proclamó la fórmula Alvear-Mosca. La campaña electoral fue muy intensa. Con sus 70 años, Marcelo recorrió las catorce provincias y habló en innumerables ocasiones.

En las elecciones del 5 setiembre 1937 el fraude permitió a la Concordancia imponerse cómodamente. El resultado fue: Ortiz-Castillo 1.100.000 votos, Alvear-Mosca 800.000. La UCR ganó en Capital Federal, Córdoba, Tucumán y La Rioja.

En febrero Roberto Ortiz, antipersonalista, asumió la presidencia de la Nación.

 

 

 

Presidencia de Ortiz 1938-1940

 

Las elecciones de setiembre 1937 y marzo 1938 llevaron a la UCR a una crisis de desaliento. Fueron derrotados por el fraude, salvo en las provincias controladas por el partido.

 Todo el sentido del combate político había sido concentrado desde 1930 en la reconquista de la libertad del sufragio. Pero el fracaso se había hecho evidente. La conducción de Alvear ya no tenía mucho para ofrecer pues carecía de los objetivos principistas que lo entroncaban en los comienzos con los postulados de Yrigoyen.

Marcelo estaba condicionado por su formación, su origen social, su mentalidad. Se circunscribía a un enfrentamiento político que estuviese centrado en el legalismo. Además, seguía creyendo en la Argentina de 30 años atrás, con su modelo agro exportador exitoso.

 

A partir de 1930 no tenía apuros económicos serios, gracias a la eficiencia de su administrador Tito Rapallo, quien cumplió su tarea durante 20 años. Había loteado sus campos de Don Torcuato y de La Pampa, había vendido la villa de París, y sólo debía mantener la residencia de la calle Juncal y “Villa Regina” de Mar del Plata.

 

La opinión pública pensaba que los radicales eran un poco mejores que los conservadores, pero que cada vez se parecían más unos a otros.

En las funciones públicas, legisladores y concejales no habían cumplido con una acción intransigente, pues trataban de llegar a acuerdos con el oficialismo.

 

Estaban apareciendo facciones internas, denominadas “intransigentes”, “revisionistas” o “yrigoyenistas” para oponerse a la conducción alvearista, entre quienes se destacaban Sabattini, Jauretche, Dellepiane y Frondizi.

Se caracterizaban por un énfasis no político ni electoral, sino económico, social y anti-imperialista, con un programa de nacionalización de los servicios públicos. Moisés Lebensohn señalaría en 1940 que “el sufragio no es la consigna obsesionante de la hora”.

Pero a pesar de que se reunió la Convención nacional en 1939, no había interés en abrir un amplio debate interno en el partido.

 

En 1939, en vísperas de la segunda guerra mundial, Alvear cumplía 8 años al frente de la UCR. La dirigencia radical iba envolviendo su figura con el aura del prócer, y a medida que se lo parangonaba con los héroes partidarios, Alem e Yrigoyen, Marcelo se desentendía cada vez más y delegaba sus funciones en las personalidades que lo rodeaban.

 

El presidente Ortiz demostró su voluntad de desmontar la maquinaria del fraude electoral por medio de las intervenciones federales a las provincias de Catamarca y Buenos Aires.

Otra vez el radicalismo obtuvo mayoría en la cámara de Diputados y se vislumbraba la posibilidad de ganar las elecciones presidenciales en el todavía lejano año 1943.

Parecía que la estrategia de Alvear, consistente en no confrontar directamente con el régimen, estaba dando sus frutos.

Pero Ortiz se vio obligado a abandonar su cargo por enfermedad y el vicepresidente Castillo asumió la titularidad del Poder Ejecutivo.

 

Presidencia de Castillo 1940-1943

 

Castillo restauró las prácticas del fraude como en las peores épocas.

En las elecciones realizadas en Santa Fe, San Juan, Mendoza y Buenos Aires hubo asaltos de mesas, asesinatos de fiscales, desalojo de presidentes desafectos, voto cantado, votos sin identificación de ciudadanos y supresión del cuarto oscuro.

 

Castillo se conducía con tres objetivos bien precisos: afirmar la autoridad presidencial, mantener la neutralidad en la guerra e impedir que la UCR ganase las elecciones.

 

Solo quedaba una certeza al radicalismo: la convicción de que seguía siendo mayoría.

Desde fines de 1941, Marcelo pidió licencia como presidente del Comité nacional, debido a su enfermedad. Ya no volvería a la conducción activa. Se acentúa en la UCR la indiferencia, la decepción y la desorientación.

En las elecciones internas para elegir candidatos a diputados nacionales en Capital y provincia Buenos Aires, fueron digitadas por los dirigentes de ambos distritos, con el consiguiente escándalo y desprestigio.

 

La UCR se presentó en las elecciones legislativas nacionales de marzo 1942 con evidente desánimo, pues en varias provincias había divisiones, amenazas de abstención y rebeliones contra la conducción alvearista, desempeñada transitoriamente por Tamborini.

 

El radicalismo fue derrotado en tres distritos en los que casi siempre había ganado: Capital Federal, Entre Ríos y Tucumán. Había caído el dogma de que el pueblo, a pesar de todo, seguía siendo mayoritariamente radical.

 

Enfermedad y muerte de Marcelo

 

Inmediatamente se reune el Comité nacional, en el que los “revisionistas” proponen una reorganización total del partido. Hay denuncias de que se han producido desde años atrás episodios de fraude interno, como asimismo corrupción de diputados y concejales por medio de sobornos.

En medio de las acaloradas discusiones, se recibe la renuncia que Alvear ha enviado desde Don Torcuato a la presidencia del Comité nacional, y seguidamente, la noticia de su fallecimiento ocurrido  el 23 de marzo 1942.

No fue un entierro silencioso, porque la multitud cantaba y gritaba consignas contra el fraude. Fue sepultado en Recoleta junto a su padre y su abuelo.



Por Gerardo Celemín

 
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
www.abctango.com
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Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
http://edgardobergnewsbureau.weebly.com/
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