TOPONIMIA MARPLATENSE
AUGUSTO CESAR SANDINO
Presidentes de Nicaragua
Nómina de presidentes de Nicaragua, para una mejor comprensión del tema que vamos a desarrollar.
1911-16. Adolfo Díaz (conservador)
1917-24. Emiliano y Diego Chamorro (conservadores)
1925-26. Carlos Solórzano (liberal)
1926-28. Adolfo Díaz (conservador)
1929-32. José Moncada (liberal)
1933-36. Juan B.Sacasa (liberal)
1937-47. Anastasio Somoza García
1951-56. Anastasio Somoza García
1956-63. Luis Somoza Debayle
1967-79. Anastasio Somoza Debayle
Guerras civiles. Primera intervención de EU
En Nicaragua la situación política estuvo signada por constantes guerras civiles entre liberales y conservadores que empezaron cuando el país consiguió la independencia en 1825. Después de 30 años de gobiernos conservadores, fue nombrado presidente José Santos Zelaya, jefe liberal, en 1893.
América Central y el Caribe se encontraban dentro de la esfera de influencia de EU, que en varias ocasiones intervino militarmente en varios países de la región: Nicaragua 1912-24 y 1926-33, Haití 1915-33, Rep. Dominicana 1916-24. Cuba y Puerto Rico le fueron entregados por España luego de la guerra de 1898.
Varias razones impulsaron las intervenciones norteamericanas: proteger al canal de Panamá, construido en 1903, salvaguardar los intereses económicos de las empresas agrícolas y mineras, asegurar la recaudación de impuestos aduaneros para aplicarlos al pago de la deuda externa, terminar con las guerras civiles, evitar el crecimiento de las inversiones de capital europeo y mantenerse vigilantes ante la propagación de los principios ideológicos de la revolución mexicana .
Había dos alternativas para la construcción del canal interoceánico: Nicaragua y Panamá. Cuando EU se decidió por Panamá, el presidente Zelaya promovió la llegada de inversiones europeas como represalia y dio muerte a dos mercenarios norteamericanos.
El departamento de Estado promovió una insurrección, que fue apoyada por el desembarco de marinos (soldados de la infantería de marina), de modo que Zelaya debió renunciar (1909)
EU influyó para que fuera designado presidente Adolfo Díaz, conservador, relacionado con empresas norteamericanas.
En 1912 el mismo Adolfo Díaz debió solicitar ayuda de EU para mantener el orden y sostenerse en el poder. EU envió ocho buques y 2.600 marinos, que prontamente eliminaron a los opositores.
A cambio de la ayuda, Díaz aceptó el tratado firmado en 1914 entre el general Emiliano Chamorro y William Bryan en Washington. Nicaragua cedía a EU, a perpetuidad, el derecho a construir un canal interoceánico alternativo por el río San Juan hasta el gran lago de Nicaragua, el arriendo por 99 años de dos islas del Caribe y por igual período el derecho a establecer una base naval en el golfo de Fonseca.
Díaz terminó su presidencia en 1916.
El siguiente presidente conservador, Emiliano Chamorro, elegido en elecciones fiscalizadas por las fuerzas ocupantes, permitió que personal norteamericano administrara la percepción de impuestos en Nicaragua.
Segunda intervención de EU
En 1925 los conservadores disidentes formaron una alianza con los liberales, eligiendo presidente a Carlos Solórzano (conservador) y a Juan Bautista Sacasa (liberal) como vicepresidente, con la supervisión de las tropas ocupantes.
En ese mismo año se retiraban los marinos norteamericanos.
En 1926 se rebeló el general Emiliano Chamorro, quien intentó proclamarse presidente, pero EU consideró más conveniente que asumiera Adolfo Díaz nuevamente. Tanto Díaz como Chamorro eran conservadores.
La presencia de un gobernante conservador inconstitucional motivó la rebelión del general liberal José María Moncada, quien desembarcó en la costa atlántica de Nicaragua y estableció su base en Puerto Cabezas.
Sacasa, a quien correspondía suceder constitucionalmente a Solórzano, fue apoyado por México, que lo proveyó de armas. Sacasa desembarcó en Puerto Cabezas e instaló allí su gobierno con la protección de las tropas de Moncada.
Intervino entonces el embajador norteamericano Lawrence Dennis para evitar que continuara la guerra civil entre “constitucionalistas” liberales partidarios de Sacasa y conservadores partidarios de Díaz. Moncada consiguió varios triunfos que lo situaron cerca de la capital, Managua.
Ante la inminencia de la victoria de los liberales de Moncada y Sacasa, el embajador norteamericano sugirió a Díaz que solicitara otra vez protección de los EU, acusando a México de haber proporcionado “trescientos bolcheviques mexicanos” al ejército de Sacasa.
La preocupación de EU por la política exterior de México se debía a que con la constitución sancionada en 1917, el gobierno de ese país había girado hacia la izquierda, en tanto propiciaba el anticlericalismo, reconocía legalmente a los sindicatos, promovía la reforma agraria y nacionalizaba los yacimientos petrolíferos.
La segunda intervención norteamericana comenzó cuando en diciembre 1926 el almirante Latimer ordenó a los marinos desembarcar en Puerto Cabezas a fin de obtener el desarme de las fuerzas de Sacasa. Oficialmente el Departamento de Estado confirmó que el desembarco que verificaba “con objeto de proteger los intereses de norteamericanos y extranjeros allí residentes”.
Puesto que la rebelión contra Díaz continuaba extendiéndose, el almirante decidió que sus tropas ocuparan toda Nicaragua en 1927.
A todo esto, el presidente Díaz manifestaba que México suministraba a los rebeldes dinero, armas y hombres, que eran agentes del bolchevismo mexicano.
Sin embargo, el general constitucionalista Moncada aceptó reunirse con los jefes conservadores por indicación del coronel Stimson, representante personal del presidente Coolidge. Moncada y Sacasa aceptaron entregar las armas para que el presidente Díaz completara su período. Como compensación, EU se comprometía a supervisar las elecciones previstas para 1928 y la entrenar una nueva fuerza militar, la Guardia Nacional.
Algunos de los subordinados de Moncada se negaron a desarmarse mientras las tropas extranjeras continuasen en el país. El líder de los rebeldes era Augusto César Sandino, cuyo nombre estaba llamado a ser conocido en todo el continente.
Antecedentes de Sandino
Nació en 1895. Era hijo natural reconocido de Gregorio Sandino, ciudadano destacado de un pueblo del occidente nicaragüense. Augusto solo recibió instrucción suficiente para que pudiese administrar la finca de la familia.
Debido a un altercado, mató a un fanático conservador; de este modo, se convirtió en un proscripto. Huyó a la región montañosa de Las Segovias, trabajó en una mina de oro y perseguido por haber organizado una huelga, emigró a México, donde trabajó en los campos petroleros de Tampico, en los que tomó contacto con el sindicalismo obrero mexicano.
Debido a que las empresas petroleras norteamericanas entraron en conflicto con el gobierno mexicano, suspendieron sus trabajos, ocasionando la cesantía de millares de obreros, que padecieron desocupación y privaciones económicas.
La miseria de sus compañeros de trabajo debe haber sido uno de los motivos determinantes de la resolución de Sandino, además de las constantes lecturas y las discusiones ideológicas que tenían lugar en la sociedad masónica a la que se había afiliado.
Cuando Sacasa abrió su oficina de reclutamiento en la ciudad de México, Sandino decidió enrolarse en las filas liberales y regresó a su país natal en mayo 1926.
En Nicaragua, tomó contacto con trabajadores de la minas de San Albino. Estos obreros fueron los primeros soldados en la lucha de Sandino contra la intervención extranjera.
Desde Las Segovias se dirigió a Puerto Cabezas para entrevistarse con Sacasa, quien lo instó a colocarse bajo las órdenes de su ministro de guerra, el general Moncada. Este no accedió a entregar las armas que solicitaba Sandino, pues dudaba de sus condiciones militares.
Sandino se dio cuenta de que los jefes liberales cuidaban nada más que sus ambiciones personales, y que le sería muy difícil entenderse con los líderes de los partidos políticos de Nicaragua.
Cuando los marinos desembarcaron en Puerto Cabezas, Sacasa aceptó entregar las armas a los invasores. Antes de que venciera el plazo otorgado para el desarme, Sandino consiguió apoderarse de un buen número rifles con la ayuda de mujeres del puerto, y las trasladó al interior para iniciar la lucha.
El 2 de febrero de 1927, Sandino regresó a Las Segovias, donde su ejército, iniciado con sólo 30 hombres, había aumentado a 300, contando oficiales, soldados y niños, con los cuales dio comienzo a los combates contra los marinos y el ejército de Díaz y Chamorro.
Moncada, viéndose en una situación difícil, debió pedir ayuda a Sandino. Este se dirigió hacia la posición que ocupaba aquél en Las Mercedes con 800 hombres de caballería, identificados con los colores rojo y negro. El triunfo de Sandino motivó el entusiasmo de los soldados de Moncada, que en gran número se pasaron a las filas del jefe libertador.
Después de la victoria en Las Mercedes, el ejército de Moncada tenía vía libre hacia Managua, lo que provocó el pánico de las fuerzas conservadoras. Fue entonces cuando Moncada detuvo su marcha y decidió negociar para obtener el acceso a la presidencia.
En consecuencia, aceptó participar de una entrevista en Tipitapa, en mayo 1927, de la que participaron el coronel Stimson como delegado del presidente Coolidge y del presidente Díaz, el almirante Latimer, el embajador de EU, el general Moncada y representantes del doctor Sacasa.
En la entrevista quedó acordado que el general Moncada sería candidato a la presidencia en las elecciones que se efectuarían en noviembre 1928, acuerdo al que inicialmente Sacasa presentó objeciones pero que terminará aceptando.
Todos los generales liberales aceptaron el pacto de Tipitapa, con excepción del general Sandino.
Comienzo de la guerrilla en las montañas
Habiendo regresado a sus cuarteles de la montaña, hizo pública su decisión de rechazar el acuerdo de paz y envió un telegrama a Moncada acusándolo de haber traicionado la causa liberal, anunciándole que pensaba continuar la lucha.
A continuación dio a conocer su primer manifiesto el 4 de mayo de 1927. “Viendo que los EU, con el único derecho que les da la fuerza bruta, pretende privarnos de nuestra patria, libertad y soberanía, he aceptado su reto injustificado. Permanecer inactivo e indiferente, como la mayoría de mis conciudadanos, sería sumarme a la grosera muchedumbre de los mercaderes parricidas”.
Mientras tanto, Sandino ejercitaba a su reducido ejército en el manejo de las armas y en la táctica de las guerrillas. Son conocimientos que no había adquirido en escuela militar alguna, sino en el profundo conocimiento de la tierra que le vio nacer.
Tácticas de la guerrilla
Las tácticas preferidas eran la sorpresa, la emboscada y un sistema de comunicaciones con señales no convencionales que le permitieron disponer de un servicio eficiente de información y espionaje. Por eso eligió como cuartel general uno de los lugares más inaccesibles de Las Segovias, el cerro del Chipote, a 1.200 metros de altura.
En las elecciones realizadas en 1929 con la supervisión de EU, triunfó Moncada.
Este, quien se había puesto en campaña para liquidar la guerrilla, lo instó a rendirse, como también lo hizo el jefe de la infantería de marina de EU. La respuesta de Sandino a ambas notas está resumida en la frase que se conoció en toda América Latina: “Yo quiero patria libre o morir”.
Puesto que los campesinos colaboraban abasteciendo con alimentos al ejército de liberación, los invasores persiguieron a los nativos de la región, incendiando sus viviendas y arrasando sus campos. La guerra se fue haciendo cada vez más despiadada, pues era corriente que ambos bandos fusilasen a los prisioneros.
Composición del ejército sandinista
Sandino fue aumentando el número de sus partidarios, hasta llegar a tres mil, contando a voluntarios de otras naciones latinoamericanas, militares del ejército nicaragüense o de naciones centroamericanas, y un conjunto heterogéneo de aventureros, contrabandistas, comunistas, sindicalistas, anarquistas y socialistas.
Denominó a sus tropas “Ejército defensor de la soberanía nacional de Nicaragua”.
Su gesta halló eco en el ámbito literario y político americano, encontrando numerosos partidarios o simpatizantes, tales como Gabriela Mistral y Alfredo Palacios.
Siete años duró la constante lucha contra el ejército enemigo, que llegó a estar compuesto de 12.000 soldados, 50 aviones y un número considerable de naves de guerra. Esa voluntad de resistencia no estaba respaldada por convicciones políticas o sociales definidas; además, sabía que era imposible derrotar a EU y sus aliados de Nicaragua, pero su propósito inalterable siempre fue obligar a las fuerzas extranjeras a que abandonaran el país.
Ideas políticas
La prensa norteamericana y latinoamericana prointervencionista le tildaba de “bandido” o de “agente bolchevique”. Sin embargo, Sandino nunca manifestó claras preferencias políticas, pues definía a su movimiento como “nacional y antiimperialista”.
Durante algún tiempo recibió el apoyo de la Internacional Comunista y durante ese período fue su secretario el dirigente comunista salvadoreño Agustín Farabundo Martí, aunque no está probado que Sandino buscara personalmente comprometerse con tales ideas.
Uno de los periodistas que entrevistaron al caudillo fue Carleton Beals, que escribía para “The Nation”. Sus conclusiones fueron que Sandino “Ha encendido la imaginación del pueblo humilde de su patria. Podría incluirse entre los héroes proscriptos que se conocen por sus hazañas gloriosas, imbuido con la incansable persistencia necesaria para vencer los inconvenientes y enfrentarse a las fuerzas superiores del poder constituido. Su epopeya se extenderá en América Latina y el mundo”.
La guerrilla de Sandino fue eminentemente rural, y así lo reconoce cuando expresa que “si no hemos tomado ciudades, es porque no figura todavía eso en nuestro programa”. Las guerrillas actuaban en las montañas de Nueva Segovia, Jinotega y Matagalpa.
Debido a los problemas creados por la escasez de armas y la ausencia de ayuda extranjera, comunicó a los responsables de las “columnas expedicionarias” que estaban facultados para requisar las mercaderías y provisiones que se encontrasen en haciendas y heredades, e inclusive apoderarse de zapatos y vestidos de los propietarios, dado que “más que ellos necesitan eso nuestros soldados, porque no es justo que anden envueltos en harapos”.
En algunas ocasiones, manifestó que la colonización agrícola de las tierras incultas de la región segoviana debía hacerse por el régimen de cooperativas, aunque también era partidario de que la tierra pertenezca al Estado.
Al ejército sandinista le resultaba muy difícil conseguir armas en el extranjero, por eso se abastecía casi exclusivamente de aquellas que caían en su poder después de una derrota de los enemigos.
Su biógrafo Gregorio Selser opina cuál debió haber sido el programa de largo plazo del jefe guerrillero. “Sandino debió haber proyectado la lucha militar al plano político; debió asegurar la supervivencia de su gesta mediante la exposición de un programa integral de reivindicaciones sociales, con objetivos mediatos e inmediatos, que trascendieran su propia persona o la contingencia de una derrota.”
Este fue uno de los motivos de su viaje a México en julio de 1929, en vista de la simpatía con que aquel gobierno veía la causa anti imperialista, pero las gestiones que realizó fueron infructuosas.
Los comunistas, y entre ellos Farabundo Martí, lo abandonaron pues cuando regresó de México Sandino manifestó su rechazo a aceptar el concepto de lucha de clases. Se consideraba a sí mismo un socialista, pero no un comunista.
Retirada de las fuerzas extranjeras
En 1930, EU formalizó la promesa de que después de las elecciones que se efectuarían para elegir al sucesor de Moncada, se retirarían todos los oficiales y soldados norteamericanos, aunque la aviación permanecería por cierto tiempo. En 1931 el presidente Hoover decidió reducir el número de soldados ocupantes y proceder a la retirada paulatina después de las elecciones de 1932.
La guerra contra Sandino fue continuada entonces por la Guardia Nacional, organismo de carácter militar y policial a la vez, instruida y mandada por oficiales invasores pero integrada por 5.000 hombres naturales del país, que se adaptaban a las tácticas guerrilleras pues conocían mejor el terreno.
Los oficiales nicaragüenses de la Guardia se instruían en una Academia Militar, que otorgó los primeros diplomas en 1930, y pronto se decidió que los jefes de mayor graduación debían ser hombres de cierta edad y pertenecientes a las más destacadas familias, tanto liberales como conservadoras.
Las elecciones se verificarían el día 16 noviembre 1932. El partido liberal había nombrado como candidato al doctor J. B. Sacasa, que no tenía buena relación con Moncada. Este, a su vez, para crear problemas a Sacasa, nombró a Anastasio Somoza García comandante de la Guardia Nacional, cuando llegó el tiempo de reemplazar al comandante norteamericano por un nicaragüense.
Somoza era partidario de los liberales, había sido ministro de asuntos exteriores, dominaba el idioma inglés, era apoyado por el embajador norteamericano y el futuro presidente Sacasa era tío de su esposa.
Las elecciones habrían de ser otra vez “supervigiladas” por EU, en este caso por el almirante Woodward. Sandino aconsejó a sus compatriotas no concurrir a los comicios. El triunfo correspondió a Sacasa. Una tercera parte de los inscriptos se abstuvieron.
Sandino desconoció el resultado de dichas elecciones, proclamando un gobierno provisional en el “Territorio libre de Las Segovias” que comprendía casi la mitad de la geografía nacional. Envió cartas a todos los gobiernos latinoamericanos para que otorgaran el reconocimiento al que llamaba “gobierno libre” de Nicaragua, sin ningún resultado.
Negociaciones para la pacificación
Habiéndose retirado las tropas extranjeras en enero 1933, era lógico que se suscitara la paz en el país. Antes de efectuarse las elecciones, los dirigentes políticos tomaron la iniciativa para gestionar una amnistía total y se comprometieron por escrito a respetar al partido que no resultara triunfante en las elecciones de noviembre. Chamorro y Sacasa aceptaron la proposición.
Un conjunto de notabilidades políticas constituyeron una junta a la que se llamó Grupo Patriótico, presidida por Sofonías Salvatierra, ministro de agricultura, amigo del padre de Sandino.
Con fecha 23 noviembre 1932 éste envió una carta a Sandino, previa autorización del presidente electo y de su hermano Federico (padre de la esposa de Somoza).
En la carta le comunica que los dirigentes liberales y conservadores han aceptado el envío de una comisión conjunta, propuesta por el Grupo, la cual ha nombrado a Salvatierra para conferenciar con el jefe guerrillero donde él lo indique.
Mientras se esperaba la respuesta, asumía Sacasa la presidencia el 1 enero 1933 y los marines regresaron a su patria.
Sandino contesta a Salvatierra el 24 diciembre aceptando conceder la entrevista, que se lleva a cabo en el campamento el 19 enero.
Salvatierra describe a Sandino como persona de natural carácter dominador, acostumbrado a mandar en forma absoluta y sin contradicción, que dejaba entrever una “luminosidad de ideal”. Comprueba también la precariedad de condiciones en que se vivía en la montaña, casi sin vestimenta, sin frazadas ni medicamentos, en un clima frío, húmedo y lluvioso.
Propuesta de paz. Enero 1933
Salvatierra retorna el 23 de enero a San Rafael del Norte, con una propuesta conocida como “Protocolo de Paz”, en la que se pide:
-El Congreso Nacional, a iniciativa del Ejecutivo, creará un nuevo departamento en tierras baldías nacionales comprendidas entre la zona de El Chipote y la costa atlántica nicaragüense, con el nombre de Luz y Verdad, cuyos límites se describen minuciosamente.
-En dicho departamento el Congreso permitirá el mantenimiento íntegro de los elementos bélicos que el “ejército defensor de la soberanía nacional” ha usado durante la guerra, y que todas las autoridades civiles y militares de dicho departamento sean nombradas dentro de los miembros que han integrado dicho ejército.
-Los elementos bélicos permanecerán en uso del gobierno departamental de Luz y Verdad, porque en esa región permanecerá el general Sandino, donde estará listo para repeler cualquier agresión que quisiera hacérsele al gobierno constituido.
Se concertó una tregua a partir del 23 enero con una duración de 15 días, en los cuales se negociará un armisticio final.
Pero la Guardia Nacional no acató la tregua: no era la única que prefería continuar la lucha, como una parte del Congreso, del gabinete, de la prensa, y las clases pudientes de Jinotega y Matagalpa.
Salvatierra pide nuevas garantías a Sacasa y viaja otra vez a Las Segovias, donde conversa con Sandino el 31 de enero. Dejan la conversación inconclusa hasta el día siguiente.
El 1ro.febrero 1933 y sin que nada previo hubiera hecho sospechar de su resolución, Sandino comunica a Salvatierra y a sus compañeros de armas su voluntad de viajar a Managua para entrevistar personalmente a Sacasa.
“Pienso que la paz debemos de hacerla en estos cinco días o me mato”. En ese mismo día llamó a sus jefes y les explicó su proyecto. Sus compañeros trataron inútilmente de disuadirlo pues tomar esa decisión era extremadamente arriesgada.
Convenio de paz. 2 de febrero 1933
El avión arribó el 2 de febrero 1933 a Managua. Esa misma noche se firmó el convenio, suscripto por los representantes de Sandino, de los partidos conservador y liberal y del gobierno, que en su parte principal establecía:
“--La desocupación del territorio nacional por parte de los extranjeros abre una etapa de renovación, en la que será respetada la constitución y la soberanía.
“-- Los hombres que militan al mando del general Sandino habrán de normalizar sus actividades por la dedicación al trabajo y el abandono gradual de sus armas. Una cuarta parte de las mismas será entregada a la Guardia Nacional en el plazo de 20 días, y las demás en forma escalonada.
“--El Ejecutivo presentará al Congreso Nacional la iniciativa de amnistía amplia por delitos políticos y comunes conexos cometidos desde el 4 mayo 1927 hasta la fecha.
“--Cien personas del mencionado ejército podrán conservar sus armas temporalmente para resguardo de la zona del terreno baldío en que tendrán derecho a afincarse y laborar.
- La zona de terreno destinada a Sandino y sus hombres era la región montañosa lindante con el río Coco, con una extensión de 36.000 km cuadrados, lo que representaba el 25% del territorio nacional, aunque Sandino expresó en una entrevista que abarcaba por lo menos el 50% del mismo. La superficie total de la república es de 127.000 km cuadrados.
“--Para representar a la autoridad del Gobierno en los departamentos septentrionales, comprendiendo la zona destinada a las labores mencionadas, el Ejecutivo nombrará como delegado suyo a Sofonías Salvatierra, a quien se le entregarán las armas gradualmente.
“--Los jefes del resguardo de cien hombres armados que se permitirá conservar serán nombrados de común acuerdo entre el gobierno y el general Sandino.
“--El gobierno mantendrá en los departamentos del Norte, por el término mínimo de un año, trabajos de obras públicas, en los que dará colocación preferente a los individuos del ejército del general Sandino que lo solicitaren.
“-- La intención de Sandino era establecer en dicho territorio una gran cooperativa agrícola.
“--Cesarán las hostilidades entre las fuerzas del gobierno constitucional y las del general Sandino. La gente que dependía de este último quedará bajo el amparo de las autoridades constituidas.
Gregorio Selser entiende que en estas circunstancias Sandino había tomado una decisión equivocada. “Su buena fe o su ingenuidad, que en materia política no pueden disculparse, le colocan a merced de sus enemigos. Se entrega inerme en la creencia de que su honestidad es la de todos, que su sincero deseo pacifista es comprendido y respetado. Pero no sólo entrega su vida sino también la de quienes le acompañaron a través de sus años de lucha, puesto que de regreso a sus hogares fueron perseguidos, encarcelados y muertos por la Guardia Nacional”.
El 22 febrero 1933 una delegación de la Guardia Nacional se reunió con Sandino en San Rafael del Norte para asistir a la desmovilización oficial de sus tropas y tomar posesión de las armas entregadas. Los soldados que debían entregar sus armas eran 1.000, pero la Guardia Nacional solo recibió 361 armas diversas, la mayor parte fusiles de distintas marcas.
Pese al acuerdo de paz, los choques siguieron produciéndose entre la Guardia y los sandinistas durante todo 1933. El problema radicaba, parcialmente, en que Sandino empezaba a cuestionar la constitucionalidad de la Guardia Nacional y quería que Sacasa reconociera a sus tropas como autoridad del gobierno en las montañas del norte.
Somoza empezaba a tener problemas para afianzar su autoridad sobre la Guardia Nacional, dado que algunos jóvenes oficiales egresados de la Academia Militar cuestionaban el poder que se había dado a los jefes nombrados entre los civiles.
El trágico final
Había otras quejas sobre Sandino dentro de la Guardia Nacional, sobre todo entre los oficiales de Matagalpa y Jinotega, las dos ciudades más cercanas a la región donde operaba la guerrilla. Opinaban que en realidad existían dos repúblicas en una, pues creían que Sandino tomaría el control absoluto de la zona montañosa y ellos, que eran segovianos (descendientes de españoles que llegaron desde Segovia española) no querían aceptarlo.
“En vista de ello, sin consultar a Managua, nosotros (los oficiales de la Guardia Nacional de Jinotega) decidimos acabar con él”, según la versión de Christian Shirley.
En la tarde del 21 febrero 1934, la Guardia Nacional reunió consejo de guerra en la residencia de su jefe Somoza. De este consejo participaron un total de 16 personas. Al declinar la tarde apareció Somoza, a quien las versiones le adjudican estas palabras:”Vengo de la embajada norteamericana donde acabo de sostener una conferencia con el embajador Bliss Lane, quien me ha asegurado que el gobierno de Washington respalda y recomienda la eliminación de Augusto César Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz del país”. Siguió a esto la redacción y firma de un acta, la cual comprometía a todos los presentes como autores materiales del asesinato.
Sandino cenó esa noche en el palacio presidencial. Al término de la comida se conversó acerca de la constitución de una compañía para explotar lavaderos de oro en la región del río Coco. A las 10 de la noche los invitados se retiraron y tomaron ubicación en el automóvil en el cual pensaban regresar a la región del norte.
Estas personas eran: Sandino, su padre Gregorio, Salvatierra, el chofer y los generales Estrada y Umanzor.
Cuando el automóvil se acercó a una de las garitas o retenes llamada “El Hormiguero” fueron interceptados por integrantes de la Guardia Nacional, quienes les comunicaron que estaban detenidos.
Fueron conducidos hasta el patio de la cárcel de ese lugar. El grupo de soldados estaba a las órdenes del mayor Delgadillo, uno de los participantes del consejo de guerra.
Se les informó que estaban sentenciados a muerte.
Recordando que Somoza siempre lo había tratado con suma consideración, Sandino pidió hablar con el comandante. De acuerdo con la narración de William Krehm, “Somoza dijo estar terriblemente confundido al oír la súplica de Sandino, pero que no podía cambiar las órdenes de sus subordinados”
Sandino y los generales Estrada y Umanzor fueron conducidos en camión hasta un campo llamado “La Calavera” donde los tres fueron asesinados a balazos.
Aquella misma noche, con escasa diferencia de horas, la Guardia Nacional rodeó el campo de Wiwili donde estaban concentrados los sandinistas desarmados. Trescientos hombres, mujeres y niños fueron asesinados.
Veamos ahora el relato que proporciona Christian Shirley en su libro.
“En febrero 1934 Sandino llevaba varios días en Managua discutiendo sus problemas con algunos de los miembros del gobierno. Aunque Somoza estaba aquella noche en una reunión poética, la investigación posterior demostró que aquel mismo día, más temprano, había presidido una reunión de 14 oficiales en la que se estableció el plan para eliminar a Sandino.
Algunos relatos indican que Somoza fue uno de los que propusieron el asesinato, mientras que otras versiones sugieren que si bien era cierto que Somoza quería actuar contra Sandino, le temía a las consecuencias y que fueron otros oficiales los que exigieron su muerte.
Somoza pensaba que Sandino y Sacasa estaban conspirando contra él y la Guardia Nacional; otros informes dicen que Somoza se jactó se haber contado con el apoyo de EU para que emprendiera cualquier tipo de acción. Relatos históricos más serios indican que EU no tomaron parte en el proyecto, ya que el embajador Bliss Lane descubrió que algo estaba a punto de ocurrir aquella noche pero pensó que se trataba de un golpe contra Sacasa.”
Sacasa no levantó la voz contra la matanza. Había quedado de manifiesto que el poder real en Nicaragua no residía en las autoridades constitucionales sino en la Guardia Nacional.
A Somoza García le costó otros dos años más conseguir que la Guardia Nacional se transformara en un instrumento que sólo a él le era leal. El 6 junio 1936 forzó a dimitir a Sacasa y en noviembre de ese año se eligió a sí mismo presidente como candidato del partido liberal.
Desde 1936 en que Sacasa fue destituido hasta el 17 julio 1979 Nicaragua perteneció a Anastasio Somoza García, a sus hijos y al círculo de sus parientes y colaboradores. Somoza y su esposa Salvadora Debayle tuvieron dos hijos y una hija. El mayor de los varones, Luis, fue educado para hacerse cargo de la vida política de Nicaragua, y Anastasio II, lo fue para hacerse cargo de la dirección de la Guardia Nacional. Luis fue matriculado en la State University de Louisiana y Anastasio II en West Point.
Somoza García fue presidente desde 1937 hasta 1947 y más tarde desde 1951 a 1956, cuando fue asesinado. Como estaba previsto le sucedió su hijo Luis Somoza Debayle en el período 1956-63. Luis falleció repentinamente. Se hizo cargo de la presidencia Anastasio Somoza Debayle desde 1967 hasta 1972 y nuevamente desde 1974 hasta 1979, cuando partió al exilio, derrocado por la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el que se hizo cargo del gobierno.
Bibliografía
Shirley, Christian. Nicaragua, revolución en la familia.1985.
Krehm, William. Democracia y tiranías en el Caribe.1957.
Selser, Gregorio. Sandino. General de hombres libres.1955
Por Gerardo Celemín