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Antonio Sáenz

Antonio Sáenz



Nació en Buenos Aires, 1780. Su padre era español y su madre criolla, ambos procedían de familias nobles. Tuvieron 9 hijos, de los cuales Antonio era el primero.

Los hijos de españoles pudientes seguían las carreras de sacerdote, abogado, militar o comerciante mayorista. Estudió filosofía y teología en el Colegio de San Carlos. En la Universidad de Charcas recibió los títulos de abogado y doctor en teología en 1804.

En Sáenz siempre se impuso el abogado sobre el sacerdote.

De la Universidad de Charcas egresaron los más decididos y enérgicos revolucionarios de Sud América.

 

Actuación eclesiástica

En 1806 fue ordenado sacerdote en la catedral de Buenos Aires, a la cual quedó adscripto.

El Cabildo de la catedral nombró a Sáenz secretario del mismo, lo que produjo un enfrentamiento con el obispo Lué y Riega que se prolongó por dos años. Sáenz continuó en sus funciones, a lo que se le sumó otro cargo cuando dicho cabildo lo designó como defensor de los bienes y derechos de la catedral en los pleitos contra el obispo.

El fiscal eclesiástico, Julián de Agüero, partidario del obispo, ordenó la prisión de Sáenz en 1808, pero fue liberado por el virrey Liniers, siguiendo el dictamen de Villota, fiscal en lo civil.

Un año estuvo Sáenz en prisión, sin que se le probara nada en contra de su buen nombre. Volvió a desempeñar sus cargos de secretario del cabildo eclesiástico, como también en de Defensor de los derechos del Cabildo y de la Catedral. En lo civil, siguió actuando como abogado ante la Audiencia, a la que se había incorporado en el año 1806 como Defensor de pobres.

 

En 1809, el obispo de Buenos Aires se dirigió al Cabildo eclesiástico para que procediese a llamar a concurso para llenar la vacante de canónigo magistral. Sáenz, reconocido como una de los intelectuales más sobresalientes del clero porteño, se presentó al concurso, desafiando de esta suerte la mala voluntad del prelado.

Lué no aceptó la presentación de Sáenz, pero temeroso de la eventual reacción de los sacerdotes criollos, presentó el caso ante el virrey, en su carácter de vice patrono real, siguiendo la costumbre de la época en la que se recurría a la autoridad civil cuando había enfrentamientos dentro de la Iglesia.

El virrey Cisneros respondió en abril 1810 que por consideraciones políticas era conveniente admitir a Sáenz en la oposición (concurso) a fin de evitar nuevas agitaciones en el partido de los criollos. Los trámites continuaron demorándose hasta que en 1812 el Triunvirato nombró para la canongía magistral al doctor Zavaleta.

Aproximadamente quince años se desempeñó Sáenz como secretario del Cabildo eclesiástico, siempre enfrentado con el obispo hasta que éste falleció en 1812. Sáenz intervino para que la biblioteca del obispo fuera transferida a la Biblioteca pública fundada por la Junta Gubernativa.

 

En 1821 presentó la renuncia como secretario del cabildo eclesiástico, debido a que sus obligaciones se habían multiplicado y le impedían seguir atendiendo dichas funciones.

En cuanto al cargo de defensor de la catedral, se mantuvo en funciones durante seis años.

En 1815 fue designado para desempeñar la Fiscalía general eclesiástica, en la cual se mantuvo hasta el fin de sus días. Los asuntos de mayor trascendencia en los que debió actuar se refieren a los pedidos de secularización formulados por los religiosos pertenecientes a las órdenes de los dominicos, mercedarios y betlemitas, debido a que las reformas aplicadas durante el ministerio de Rivadavia no les permitían llevar vida en común ni subsistir decorosamente debido a que sus bienes habían sido confiscados. Asimismo, la intervención de Sáenz fue decisiva para que la Iglesia pudiera continuar atendiendo los asuntos relativos a matrimonios y divorcios.

 

Vida política

En ocasión de convocarse el Cabildo abierto para el 22 de mayo, recibió una esquela por la cual el Cabildo lo invitaba a concurrir, hecho que demuestra que nuestro biografiado contaba entre los vecinos más destacados de la ciudad de Buenos Aires.

Su participación en este suceso es el punto de arranque de sus trabajos patrióticos en forma pública.

Cuando llegó el momento de emitir el voto, el cual debía estar fundamentado, dijo: “Ha llegado el caso de reasumir el pueblo su originaria autoridad y derechos; y mientras que los afianza en una Junta sabia y espectable, deben subrogarse en el excelentísimo Cabildo con voto en su lugar al caballero síndico procurador general”. De esta manera demostraba su pertenencia al grupo de  patriotas, en cuanto pedía la destitución del virrey Cisneros.

Las ideas políticas de Sáenz, integrante del clero criollo, eran conocidas de tiempo atrás por las autoridades españolas, razón por la cual los asesores del virrey le sugieren deportar cuanto antes a los conspiradores, entre otros a Saavedra, Chiclana, Paso, Vieytes, Balcarce, Castelli, Larrea, Guido, Viamonte, Rodríguez Peña, Moreno y Sáenz.

 

Apremiado por necesidades económicas, pues su madre era viuda y tenía cinco hermanas solteras, solicitó a la Audiencia permiso para ejercer la abogacía, en vista de que no poseía licencia para ejercer el sacerdocio debido a la hostilidad manifiesta del obispo.

Desde entonces abrió su estudio jurídico, que alcanzó nombradía en Buenos Aires y en las provincias.

Continuó ejerciendo sus funciones en el Cabildo eclesiástico de la catedral.

 

La Junta de gobierno (Junta Grande) promulgó la libertad de imprenta, al mismo tiempo que creaba una “Junta protectora” para vigilar el ejercicio de dicha libertad. La misma estaría compuesta por nueve miembros, los cuales fueron propuestos por el Cabildo municipal. Sáenz resultó elegido entre los integrantes.

 

En 1812 el primer Triunvirato dio permiso para que se constituyese una “Sociedad Patriótica literaria”, en sustitución de la anterior, que había sido disuelta por su tendencia abiertamente morenista. El gobierno encomendó simultáneamente a una comisión oficial y a la Sociedad Patriótica que redactasen un proyecto de constitución para ser presentado ante la Asamblea que debía reunirse en ese año.

En el proyecto de la Sociedad se pone de manifiesto el pensamiento dominante de su presidente Bernardo de Monteagudo, redactado por la pluma del doctor Sáenz. El proyecto evidenciaba su tendencia centralista (unitaria se diría más adelante), con un presidente al frente, cuyo período sería de seis años, no pudiendo ser reelecto. Este proyecto es posiblemente el que mayor influencia tendrá en las constituciones posteriores: el estatuto de 1815, el reglamento de 1817 y la constitución de 1819. Sáenz participó activamente en la redacción de todos ellos.

 

Con la llegada al país de San Martín y Alvear, se constituyó una entidad secreta en reemplazo de la Sociedad Patriótica: la Logia Lautaro. Monteagudo tomó partido por Alvear, quien llegó a ser presidente de la Asamblea del año XIII y luego Director Supremo. Pero Alvear fue derrocado por la revolución de 1815 y Monteagudo desterrado.

En cambio, Sáenz (también integrante de la Logia) se inclinó por San Martín, lo que influyó para que fuese designado entre las cinco personas de la Junta de Observación que acompañó en el gobierno al director Ignacio Álvarez Thomas.

 

Una de las tareas encomendadas a la Junta de Observación era la redacción de un Estatuto provisorio, tarea que fue llevada a feliz término, en la cual Sáenz tuvo destacada participación.

Otra tarea que debía realizar era la convocatoria de un Congreso general, acordándose que se reuniría en la ciudad de Tucumán. Buenos Aires debía elegir por votación  de la ciudad y la campaña a seis diputados, resultando ser uno de ellos el doctor Sáenz.

Muy intensa fue la actuación de nuestro biografiado en el Congreso de Tucumán.

Se mostró partidario de elegir como Director Supremo del Estado a Pueyrredón, el cual también contaba con el apoyo de San Martín.

El 9 de Julio de 1816 el Congreso procedió a la declaración de la Independencia. La firma de Sáenz se encuentra en la primera línea del Acta de ese día, después de la del presidente Laprida, del vicepresidente Boedo y del diputado Medrano.

De acuerdo con la normativa fijada por la misma asamblea, en toda votación los diputados que sufragaban en primer término eran tres representantes de la Capital, de los cuales Sáenz era el primero en hacerlo, de suerte que puede afirmarse que todas las leyes dictadas por el Congreso llevan el sello del sacerdote, ya que daba la pauta y rara vez no se hallaba la mayoría de acuerdo con su criterio.

Los representantes habían sido elegidos sólo por el término de un año, de modo que los Cabildos debían proceder a efectuar nueva convocatoria. El Congreso resolvió en 1817 trasladarse a Buenos Aires para coordinar más efectivamente la acción de gobierno con el Poder Ejecutivo.

Sáenz regresó entonces a su casa y familia en Buenos Aires y presentó un informe a sus electores dando cuenta de lo actuado; fue el primero que en nuestro país tuvo este gesto de carácter democrático.

Solicita asimismo a la Junta electoral que no le sea prorrogada la representación, debido a los “disgustos y recelos” que ha debido padecer; pese a ello, fue elegido nuevamente y debió aceptar, a pesar de que se le adeudaban siete meses de sueldo.

 

En 1817, la diputación porteña quedó compuesta por cuatro sacerdotes y tres abogados, entre los cuales solo Paso y Sáenz habían actuado en el año anterior. En ese momento tenía 36 años.

Debido a que el Congreso se había reunido principalmente para sancionar una Constitución para al Estado, se formó una comisión para preparar el proyecto de la misma. Estaba integrada por Sáenz, Bustamante, Serrano, Zavaleta y Paso.

En 1818 debió renovarse por tercera vez la representación, resultando elegidos por Buenos Aires tres abogados, dos militares y dos clérigos, los doctores Sáenz y Chorroarín.

En 1819 se hizo nueva elección, pero esta vez se acordó reducir el número de representantes de todas las provincias. Por Buenos Aires se votó a Sáenz, Chorroarín y Viamonte.

De modo que Sáenz fue el único diputado porteño que se desempeñó como tal desde el principio hasta el fin de las sesiones del Congreso.

 

El 22 de abril de 1819 todos los diputados firmaron la Constitución que había sido proyectada por la comisión redactora. Debido a que adoptaba un sistema centralista, gran parte de las provincias no la aceptaron pues el federalismo ganaba cada vez más partidarios.

En junio del mismo año, el Director Pueyrredón presentó su renuncia, la cual fue aceptada por el Congreso, nombrándose en su lugar al general Rondeau. Con el alejamiento de Pueyrredón, Sáenz perdió el apoyo de un amigo que compartía sus ideas, pero no por eso dejará de influir en el gobierno del Director entrante.

Debido a la derrota directorial en el combate de Cepeda (febrero 1820), los caudillos del Litoral, Ramírez de Entre Ríos y López de Santa Fe intimaron la disolución de las autoridades nacionales, la cual debió ser aceptada. Terminaba de esta manera la labor del Congreso.

Debido a que durante el directorio de Pueyrredón la asamblea había debatido la posibilidad de establecer en el Río de la Plata una monarquía constitucional con un príncipe europeo, los caudillos vencedores acusaron a los diputados de traición a los principios republicanos, razón por la cual el ex director y varios diputados, entre ellos Sáenz, debieron exiliarse.

En 1821 pudo regresar a Buenos Aires y recién se le pagaron sus dietas en el año siguiente.

 

Vida universitaria

Los antecedentes de la creación de la Universidad de Buenos Aires se remontan a la época colonial, cuando el rey Carlos III emitió una real cédula (1778) en la cual confería la autorización. Pero habrían de transcurrir 31 años para que se convirtiese en realidad.

Sáenz fue el verdadero fundador, lo que está demostrado por una serie de hechos. El director Rondeau, aconsejado por nuestro biografiado, envió una nota al Congreso en la cual pedía se autorizase formar una comisión a tal efecto, presidida por el doctor Sáenz, quien ya estaba trabajando para llevar a cabo la fundación, sin descuidar sus deberes de diputado.

 

Luego de la desaparición del Directorio y del Congreso, la provincia de Buenos Aires constituyó sus propias autoridades: un gobernador y una legislatura.

El gobernador Martín Rodríguez apoyó los trabajos que estaba realizando Sáenz, quien tenía ya redactado el “Reglamento general de la Universidad” y ante una objeción había respondido que la creación habrá de realizarla “la provincia, sin pedir nada a las otras provincias, aunque abre sus aulas para que de ellas vengan y aun de otros países”.

En febrero de 1821, el gobernador confiere a Sáenz todas las facultades para que proceda inmediatamente a la fundación, en su carácter de comisionado del gobierno, debiendo hacer las veces de rector, desde que se haya constituido la sala de doctores.

 

 

La tarea preparatoria que debió desempeñar fue ir formando el claustro con las personas residentes en Buenos Aires, doctoradas en otras universidades, y solicitó la transferencia de los docentes que se desempeñaban en el Instituto médico, en el Tribunal del Consulado y en el colegio de la Unión del Sur.

La Universidad comprendía cinco departamento o facultades: ciencias sagradas, jurisprudencia, medicina, matemáticas y ciencias preparatorias. A propuesta de Sáenz, el gobierno designó a los prefectos que conducirían las respectivas facultades, los que en conjunto formarían el Consejo Superior de la universidad.

 

El gobernador Martín Rodríguez firmó el Edicto ereccional el 9 agosto 1821, refrendado por el ministro Rivadavia (designado recientemente). La tarea del doctor Sáenz había insumido un total de seis meses.

La inauguración se realizó el 12 de agosto en la iglesia de San Ignacio con la asistencia del gobernador y de las corporaciones eclesiásticas, civiles y militares. El gobernador tomó juramento al rector y a los doctores. Es de hacer notar que más de la mitad del claustro de los doctores se hallaba formada por sacerdotes, además del doctor Sáenz, quien actuará en la rectoría durante cuatro años.

Las clases de latín y filosofía se sostenían con el dinero que proporcionaba el Cabildo eclesiástico, mientras que las de teología estaban subvencionadas con fondos de la provincia.

Sáenz renunció a su sueldo de rector, ejemplo que fue imitado por el fiscal y el secretario.

 

A través del ministro Rivadavia, el gobierno seguía muy de cerca el funcionamiento de la universidad.

La universidad se inició bien, pues durante los años 1822 y 1823 se acrecentaba el número de alumnos, en 1824 creció la facultad de jurisprudencia y disminuyó la de ciencias sagradas, y en 1825 ambas decayeron. En este año algunas cátedras no se dictaban y en otras el alumnado era tan exiguo que obligó a eliminarlas del plan de estudios. No fueron ajenos a esta decadencia ciertos enfrentamientos que se produjeron entre el rector y algunos profesores, como el hecho de que Rivadavia, incansable apoyo de la universidad, fuera reemplazado por el ministro Manuel José García.

El edificio en que se había instalado la casa de altos estudios era el antiguo colegio de los Jesuitas, situado donde hoy se encuentra el Colegio Nacional, pero su estado era tan ruinoso que se consiguió permiso para trasladarlo a la planta baja del convento de los franciscanos.

 

Por acuerdo entre Sáenz y Rivadavia, el gobierno decretó la creación de otro departamento para que funcionase dentro de la universidad: el de primeras letras, del cual dependían todas las escuelas existentes en la ciudad y la campaña de la provincia. De esta manera, todos los niveles de enseñanza dependían de la universidad.

Ambos concentraron sus esfuerzos en la creación de establecimientos de enseñanza primaria, sobre todo en la campaña, tales como las de Chascomús, San Pedro, San Antonio de Areco, Cañuelas, Pilar, Ensenada, San Nicolás, Morón, San Fernando, Pergamino. Algunas de ellas funcionaban en simples ranchos, hubo dificultades para encontrar preceptores que las dirigieran, pero en gran parte las dificultades se salvaron con el apoyo de la población y la contribución pecuniaria de los párrocos.

El padre Sáenz realizó un prolongado viaje por la campaña para visitar todas las escuelas que le fue posible, a fin de verificar directamente su funcionamiento.

 

Además de rector, Sáenz se hizo cargo de una cátedra: derecho natural y de gentes, cuya enseñanza fue impartida de acuerdo con el método por él mismo preconizado, consistente en que el profesor debía escribir los resúmenes y suministrarlos a los alumnos, a fin de que, sin valerse de autor alguno, estos apuntes pudieran servir de texto, además de lo que el trabajo individual de los alumnos pudiera agregar.

 

Antonio Sáenz falleció súbitamente en su casa de Buenos Aires en 1825, a la edad de 45 años.

El gobierno tuvo serios problemas para encontrar sucesor en el rectorado. Ofreció el cargo a cuatro clérigos doctorados, pero ninguno aceptó, hasta que fue designado en 1825 otro sacerdote, el doctor Valentín Gómez.

El gobierno provincial dispuso que se levantase un monumento de mármol a su memoria en el cementerio de Recoleta, y que su retrato fuese colocado en la sala de reuniones del rectorado.

En la Capital Federal, una avenida lleva su nombre, es continuación de la avenida Boedo y  desemboca en uno de los puentes que cruzan el Riachuelo.





Por Gerardo Celemín
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
www.abctango.com
www.todotango.com

Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
http://edgardobergnewsbureau.weebly.com/
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