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Hipólito Yrigoyen

 

HIPÓLITO   YRIGOYEN

 

Nació en Buenos Aires el 12 de julio de 1852; su padre era vasco francés, de profesión carrero, y su madre era hermana de Leandro Alem, quien sería fundador de la Unión Cívica Radical.

La actuación pública de Hipólito comienza cuando junto con su tío  organizaron un club autonomista en 1872 y es nombrado comisario de la parroquia de Balvanera, a los 20 años de edad.

Antes de dedicarse de lleno a la actividad política, fue profesor de una escuela normal durante 15 años, cuyos sueldos donó íntegramente a una institución de beneficencia.

Adquirió una considerable riqueza comprando y arrendando campos en la provincia de Buenos Aires, fortuna que fue aplicando en gran medida a las necesidades del partido que él condujo como caudillo.

Nunca contrajo matrimonio, pero tuvo varios hijos. Una de sus hijas, Elena, estuvo a su lado toda la vida.

 

Después de las presidencias  de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, Roca fue elegido presidente en 1880, año que señala en la historia  argentina el comienzo de la etapa denominada “Liberalismo Conservador”, signada por la prosperidad económica y por la concentración del poder a favor de una elite que logró mantenerlo en sus manos hasta 1916 gracias a la existencia de un sistema electoral en el que las candidaturas se decidían por acuerdos entre los personajes influyentes y que luego triunfaban en elecciones fraudulentas.

 

En 1890 se organiza un partido opositor, la Unión Cívica, que congrega dirigentes y simpatizantes de procedencia política heterogénea, surgido al calor de la profunda crisis económica que se había abatido sobre el país.

La Unión Cívica, cuyo jefe era Alem y de la cual formaba parte Yrigoyen, preparó una revolución cívico-militar contra el gobierno de Juárez Celman, en nombre de la pureza del sufragio y de la intransigencia de los principios. La insurrección fracasó, a pesar de que el presidente se vio obligado a renunciar y fue reemplazado por el vicepresidente Pellegrini.

 

Con motivo de la proximidad de las elecciones presidenciales que habrían de efectuarse en 1892, la Unión Cívica se dividió en dos partidos: uno era la U.C.Nacional, que respaldaba el acuerdo entre Mitre y Roca, cuya finalidad era evitar la confrontación electoral e impedir el triunfo de Alem. El otro partido que se fundó era la U.C.Radical, encabezada por Alem, a la cual se adhirió Yrigoyen, pues levantaba las banderas de la intransigencia, es decir, la voluntad de rechazar todo lo que sea éticamente condenable, aunque políticamente podía resultar conveniente. Desde el comienzo, el radicalismo rechazó todo tipo de componenda, transacción, acuerdo o arreglo con las fuerzas políticas oficialistas, en nombre del sagrado principio de la libertad del sufragio y de la soberanía popular.

En 1891, Yrigoyen fue elegido presidente del comité de la provincia de Buenos Aires, cargo sólo superado en jerarquía por el comité nacional de UCR.

 

El triunfo de Luis Sáenz Peña en las elecciones presidenciales de 1892 fue posible gracias a que el gobierno arrestó a los dirigentes radicales para que el fraude se realizara sin obstáculos.  Esta circunstancia convenció a la UCR de la necesidad de derribar al gobierno por medio de una revolución cívico-militar, la que se llevó a cabo en 1893 en las provincias de Buenos Aires, San Luis y Santa Fe. Yrigoyen se ocupó personalmente de sublevar diversos regimientos en la provincia, pero la reacción gubernamental fue drástica y la revolución corrió la misma suerte que la de 1890.

 

Cuando tres años más tarde, en 1896, Alem toma la trágica decisión de suicidarse, nadie tenía dudas de que la conducción del partido debía recaer en Yrigoyen.

La estrategia de Yrigoyen consistió en dar vida a un partido homogéneo, sin la menor vinculación con el “Régimen” (nombre con que los opositores identificaban al liberalismo conservador).

 

Por aquella época inició su costumbre de dejarse ver lo menos posible, actitud que se correspondía con su perseverante tarea conspirativa en la preparación de la futura revolución, que debía estallar sin precipitación, y en cuya preparación no habría de darse pausa.

 

Se lo veía únicamente en el comité de la Provincia o en su domicilio. Se había instalado con su hija en una modesta casa, a media cuadra de la plaza Constitución. Por la empinada escalera de Brasil 1039 peregrinarían durante treinta años miles de argentinos, en busca de consejo y de orientación.

 

Mientras tanto, la Unión Cívica Nacional de Mitre y el Comité Nacional de la UCR presidido por Bernardo de Irigoyen (don Bernardo) habían llegado a un acuerdo electoral para ofrecer a este último la candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, con la aprobación de Roca, que a su vez era candidato a presidente para 1898.

 

El Comité provincial del radicalismo, presidido por don Hipólito, desaprobó la reiteración del acuerdismo y decidió por mayoría de votos rechazar la decisión de la dirección partidaria y disolverse como organismo, en 1897.

 

La gran mayoría de los radicales apoyaron la decisión de Yrigoyen, con lo que formalmente el partido dejó de existir, ante la disolución de sus comités. Pero aunque el partido había desaparecido, siguió existiendo a la manera de un ideario, de un sentimiento y se mantuvo firme en su adhesión a la conducción de don Hipólito.

 

Luego de cinco años en los que Yrigoyen fue madurando sus proyectos, empezó a trabajar activamente en la reorganización de la UCR en 1902, tarea que fue coronada en 1904 con la constitución del Comité Nacional, mientras Yrigoyen continuaba pacientemente con su tarea conspirativa para que tuviese lugar otra revolución cívico-militar, la tercera.

 

Habiendo finalizado en 1904 la segunda presidencia de Roca, fue elegido Manuel Quintana por los procedimientos habituales, sin la participación de candidatos radicales.

 

La revolución preparada por Yrigoyen estaba lista para estallar: esta vez sería exclusivamente radical y tenía por finalidad no sólo derribar al gobierno sino terminar con el “Régimen” como sistema político, social y económico.

 

La revolución comenzó el 4 de febrero de 1905 y logró éxitos iniciales en Bahía Blanca, Córdoba, Rosario y Mendoza, pero la decidida actitud del gobierno y de los jefes militares leales produjeron su fracaso.  Yrigoyen fue exonerado de su cargo de profesor. Numerosos dirigentes partidarios y militares fueron apresados o debieron exiliarse. Una posterior amnistía concedida por el presidente Figueroa Alcorta en 1906 permitió suavizar las relaciones entre la UCR y el gobierno.

A partir del fracaso de la última revolución, empieza otra etapa en la vida política del radicalismo: la abstención electoral, es decir, la negativa a presentar candidatos a los cargos electivos, mientras subsistiera  la corrupción en el sufragio. Tal lo que sostiene el comité provincial: el vínculo que une a todos los radicales es la decisión común de reconquistar el imperio de la soberanía popular, mediante la restauración del libre mecanismo del sufragio.

 

En 1910 llegó a la presidencia Roque Sáenz Peña, que siempre se había caracterizado por su posición reformista.  Tuvo con Yrigoyen tres entrevistas secretas, en las cuales se pusieron de acuerdo sobre los lineamientos básicos de la futura ley electoral. El propósito de Sáenz Peña era formar un gobierno en el que todos los partidos tuvieran participación, pero Yrigoyen no aceptó, consecuente con su idealismo intransigente. Dijo: “La UCR no busca ministerios, únicamente pide garantías para votar libremente”. Era uno de los conceptos fundamentales del ideario yrigoyenista: el desprecio del poder por el poder mismo.

 

A instancias del presidente, el Congreso aprobó la reforma electoral, que se conoció con el nombre de “ley Sáenz Peña”: voto secreto, obligatorio en base al padrón militar, representación de las minorías e intervención de los jueces. Era lo que el radicalismo siempre había pedido, el sufragio libre.

 

Era una garantía suficiente para que la UCR abandonara la abstención y presentara candidatos a las elecciones que se efectuaran en lo sucesivo.  Sin embargo, Yrigoyen presentía que ahora  debía iniciar otra lucha difícil, que no era  sólo contra los enemigos externos, sino internos, es decir, los advenedizos, los oportunistas, aquellos que ingresarían en el partido no por sus ideas, sino para cosechar cargos en el Estado.

 

En las elecciones que se llevaron a cabo entre los años 1912 y 1916, la UCR consiguió introducir legisladores en el Congreso, y ganó las gobernaciones de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos.

 

Llegaron las tan esperadas elecciones presidenciales del 2 de abril de 1916. La Convención nacional de la UCR nombra candidato a presidente a Yrigoyen, era una elección unánime, porque otro no podía ser. El caudillo estaba en la cumbre de su trayectoria. Caudillo de estilo personalísimo, de prestigio mítico, que atraía voluntades con la sola magia de su presencia, carismático a pesar de su reticencia a hablar delante de multitudes, a dejarse fotografiar y a conceder entrevistas a los periodistas.

 

En las elecciones el radicalismo se impone por 370.000 votos sobre 340.000 que totalizan los demás partidos que se presentaron. Yrigoyen es presidente a los 64 años.

 

En el manifiesto que la UCR diera a conocer en vísperas de la elección, había dicho que “el país necesita una profunda renovación de sus valores éticos, una reconstitución fundamental de su estructura moral y material”, “la reparación debe ser necesariamente fundamental, nacional en sus caracteres y radical en sus procedimientos”.

Planteados así los términos, no se puede desconocer que Yrigoyen logró en sus presidencias una serie de cambios en muchos aspectos, pero no una radical transformación.

 

La oposición no estaba reducida a núcleos aislados, pues controlaba a la prensa en general, el Senado, el poder judicial, varias provincias, la universidad, la mayor parte de los sectores económicamente más poderosos y la intelectualidad en su mayoría.

 

Yrigoyen tomó la drástica decisión de enviar la intervención federal a todas las provincias que estaban gobernadas por conservadores, alegando que no habían sido elegidos de acuerdo con las garantías que otorgaba la ley Sáenz Peña. En las nuevas elecciones que se efectuaron en las provincias intervenidas, el radicalismo venció en la mayoría de los casos.

 

La llegada del radicalismo al gobierno trajo consigo la promoción a los cargos públicos y a los organismos del estado de representantes de la clase media, sector social excluido hasta entonces del manejo de la cosa pública, por eso los ministerios y las bancas legislativas empezaron a llenarse de apellidos nuevos.

 

En el terreno laboral, el Poder Ejecutivo asumió en más de una ocasión el papel de árbitro entre el sector patronal y el asalariado, lo que representaba una intervención del estado para resolver conflictos sociales.

 

La Semana Trágica (enero 1919) comenzó con una huelga de obreros metalúrgicos que se propagó hasta convertirse en huelga general, ante la cual fue necesaria la intervención del ejército. El saldo fue de 65 personas muertas.

Otro episodio luctuoso fue la represión llevada a cabo por el Ejército contra los obreros rurales de Santa Cruz, que provocó centenares de muertos.

 

La posición del gobierno argentino durante la primera guerra mundial fue de una estricta neutralidad, para lo cual debió soportar las presiones de un amplio sector de la opinión pública que reclamaba el alineamiento con los Aliados.

Dos buques argentinos fueron hundidos por submarinos alemanes; en ambos casos el gobierno del Imperio dio las satisfacciones que se le pedían y pagó las correspondientes indemnizaciones.

 

Cuando finalizó la guerra y se reunió la Asamblea de la Sociedad de las Naciones en Ginebra (1919), Yrigoyen envió instrucciones terminantes a la delegación argentina, condicionando el ingreso de nuestro país a la Sociedad si todas las naciones eran invitadas a incorporarse, sin exclusiones. Como dicho temperamento no coincidía con el de las potencias vencedoras, Argentina decidió retirarse.

 

El respeto por la libertad de opinión fue ejemplar. El gobierno respetó hasta la exageración el derecho de los argentinos a pensar, a hablar, a escribir y a difundir lo que pensasen sobre su patria y sus gobernantes.

 

No pudo lograr su propósito de nacionalizar el petróleo, pero al menos creó la Dirección de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, administrados por el general Enrique Mosconi, que debió competir con las empresas norteamericanas y británicas.

 

Con el propósito de orientar el comercio de mercaderías hacia Chile y el Pacífico, comenzó a construirse el ferrocarril que conectaría Salta con Antofagasta, pero las dificultades del terreno montañoso sólo permitieron que llegara hasta Huaytiquina, después de un gran esfuerzo técnico de 30 años.

 

Debido a la escasez de buques mercantes ocasionada por la guerra, ordenó la compra y acondicionamiento de naves en desuso para constituir una embrionaria flota mercante nacional.

 

Se sancionaron leyes que imponían plazos mínimos para los contratos de alquiler y plazos para desalojar la propiedad.

Ante maniobras especulativas para encarecer el precio del azúcar, el Congreso autorizó al P.E. a expropiar 200.000 toneladas con el fin de venderlas a precio de costo.

 

Fueron creadas varias cajas de jubilaciones: para empleados públicos nacionales, ferroviarios, empresas de servicios públicos y bancarios.

 

El movimiento estudiantil que se conoce con el nombre de “reforma universitaria de 1918” pidió y obtuvo del gobierno la reforma de los estatutos de las tres universidades existentes: Córdoba, Buenos Aires y La Plata. Además, fueron nacionalizadas las del Litoral y Tucumán.

 

La norma fundamental de su estilo de gobierno consistió en exigir el máximo de austeridad y honestidad para sí mismo y para sus colaboradores. Ordenó se retiraran sus retratos de las oficinas públicas. Siguió viviendo en su vieja casa de la calle Brasil, ninguno de sus parientes recibió los  beneficios del presupuesto y donó su sueldo a la Sociedad de Beneficencia.

 

En los últimos meses de su primera presidencia, en su carácter de caudillo de la UCR, manifestó su preferencia  por la candidatura de Marcelo de Alvear, la cual fue proclamada por la Convención nacional partidaria. Alvear triunfó en las elecciones de 1922.

 

En las elecciones de 1928, Yrigoyen triunfó ampliamente por 840.000 contra 500.000. Se ha criticado que aceptase su candidatura para un segundo período, teniendo en cuenta que había cumplido 76 años.

En la cámara de diputados se ratificaba la mayoría radical, pero en el senado había 8 radicales y 19 opositores. 8 provincias contaban con gobernadores oficialistas.

 

Mientras la crisis económica mundial iniciada en 1929 golpeaba con fuerza en Argentina, el gobierno no atinó a elaborar un conjunto coherente de medidas para enfrentarla, de modo que el descontento social fue creciendo.

 

El desgano, la inercia y la falta de motivaciones se fueron difundiendo por los distintos organismos estatales, generando una lentitud alarmante. En última instancia, todo se esperaba de Yrigoyen, de su carisma y de su entrega al trabajo, pero el presidente, debido a su edad, ya no podía resolver todas las cuestiones por sí mismo.

 

Advirtiendo la creciente debilidad del gobierno, la oposición se fue tornando cada vez más agresiva, mientras progresaban los planes que los sectores nacionalistas habían elaborado desde años atrás para derribar al gobierno constitucional.

 

A medida que crecía la desorientación y la parálisis del gobierno, las críticas contra Yrigoyen y el radicalismo se hacían oír con fuerza cada vez mayor.

 

Mientras la conspiración militar ya estaba en marcha, Yrigoyen delega el mando en el vicepresidente Martínez, debido a un estado gripal (5 de setiembre).

El 6 de setiembre de 1930 a la madrugada, el general José Félix Uriburu inicia la marcha hacia la Casa Rosada con los cadetes del Colegio Militar, y a la tarde de ese día, ante la falta de resistencia, el vicepresidente Martínez le entrega el mando. Así termina la segunda presidencia de Yrigoyen, cuando tenía 78 años.

 

El triunfo del golpe de Estado militar inició una crisis institucional que se prolongará durante varias décadas.

Yrigoyen sólo tenía tres años de vida por delante. Fueron años penosos, confinado en buques anclados en el puerto de Buenos Aires y posteriormente en la isla Martín García, en total, 18 meses.

Falleció el 3 de julio de 1933, luego de haber recibido la unción de los enfermos y la bendición papal.

Tres días desfilaron sus partidarios delante del féretro, en el cual se encontraba Yrigoyen amortajado con el hábito de los terciarios dominicos.

 

Por Gerardo Celemín





Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
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La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
www.abctango.com
www.todotango.com

Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
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