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Arenales

Arenales

 

Juan Antonio Álvarez de Arenales consagró su vida a la Guerra por la Independencia Hispanoamericana. Había nacido en Castilla en 1770. Su vocación por las armas se manifestó tempranamente, pues ingresó a la carrera militar a los 13 años. Al poco tiempo fue trasladado al regimiento fijo de Buenos Aires, capital de Virreinato del Río de la Plata.

En 1794 recibe el grado de teniente coronel y es designado sub delegado en el partido de Arque, provincia de Cochabamba, territorio del Alto Perú. Se destacó como juez defensor de los humildes, realizó numerosas denuncias por los abusos que los funcionarios inescrupulosos cometían contra los indígenas.

Su prestigio se extendió, por lo que fueron los mismos habitantes del poblado de Cinti quienes solicitaron que Arenales fuese trasladado a dicha población.

 

Cuando se hallaba cumpliendo funciones en Chuquisaca (Charcas) recibe el nombramiento de comandante general de armas justo en el momento en que se produce un enfrentamiento entre las autoridades, que deriva en una insurrección de la cual participa, por lo que es apresado y remitido a El Callao, pero se evade y huye a Salta, donde se encuentra su familia (1812)

 

Forma parte del Ejército del Norte dirigido por Belgrano, que realiza la segunda campaña al Alto Perú. La tarea de Arenales consiste en reclutar voluntarios y proporcionar aprovisionamiento para el ejército, valido de su inmenso prestigio.

Es ascendido a coronel y se le otorga la ciudadanía americana por sus servicios a la causa patriota.

En 1813 es nombrado gobernador de Cochabamba. Su tarea se orienta a la formación y desplazamiento de guerrillas y a la fabricación de municiones y pólvora para el ejército.

Las derrotas de Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma provocan el avance de las tropas realistas. Arenales se encuentra en una posición insostenible y debe abandonar Cochabamba.

No obstante, se mantiene en el sudoeste del Alto Perú, llevando a cabo su acostumbrada guerra de guerrillas, alimentada mayoritariamente por indígenas.

 

El 24 de mayo de 1814 obtiene un brillante triunfo en la batalla de La Florida: la infantería enemiga huye, la caballería es deshecha, la artillería cae en poder de los patriotas y el coronel español Blanco muere en combate.

La batalla de La Florida es una muestra de inteligente conducción táctica combinada con muestras de valor personal, es el máximo ejemplo del hostigamiento que las partidas de patriotas ejercen en todo momento sobre los realistas.

La aniquilación de una agrupación poderosa confirma que en la zona oriental del Alto Perú, que es parte de la retaguardia, combate un temible ejército, encabezado por un diestro conductor que está en condiciones de provocar alzamientos populares cuando lo necesita.

El virrey Pezuela comprende que por el momento no es posible avanzar hacia el sur y decide retirarse sin llegar a Jujuy.

En 1814 ingresa en Alto Perú la tercera expedición libertadora. Su jefe, José Rondeau, nombra a Arenales comandante general del Alto Perú y gobernador de Cochabamba por segunda vez.

Las fuerzas patriotas de Arenales liberan esta ciudad el 21 de mayo de 1815, 17 meses después de su partida. Siguiendo su costumbre, no ingresa a la ciudad al frente de sus soldados, sino confundido entre ellos, todos vestidos con lastimosos uniformes.

El ejército del virrey se va retirando del Alto Perú, pero mantiene intacto su poder de fuego y sus jefes siguen convencidos de que las colonias habrán de ser recuperadas.

 

Arenales concibe un plan estratégico que presenta a la jefatura del ejército patriota, instando a envolver a los realistas con un gran movimiento de pinzas, pues se ha dado cuenta de que la batalla decisiva para la independencia sudamericana ha de ocurrir en la Sierra peruana. Rondeau, sin embargo, se mantiene en la inacción.

Como resultado de ello, el ejército del virrey ataca al patriota y lo deshace en la batalla de Sipe Sipe. Las tropas rioplatenses se retiran definitivamente del Alto Perú.

 Arenales llega hasta Córdoba y Mendoza, en cuya ciudad se pone a las órdenes de San Martín, con quien marcha hacia Chile (1820) ahora con el grado de general de división.

 

Luego del desembarco en la costa peruana, San Martín ordena a Arenales dirigirse con una división a la Sierra, debido a sus profundos conocimientos de guerra en la montaña.

En esta primera campaña de la Sierra cuenta con jefes de la talla de Necochea, Alvarado, Brandsen y Lavalle. En su desplazamiento, se generalizan las rebeliones indígenas contra la dominación colonial. Los nativos abastecen al ejército patriota de carne de vaca o de oveja, quesos, papas y otras vituallas, muchas veces transportadas sobre sus hombros desde lejanas comarcas.

 

El 6 de diciembre de 1820 se produce una de las escasas batallas campales que le ha tocado en suerte a Arenales: en el cerro de Pasco, toma por asalto una posición enemiga atrincherada en la montaña y destruye a la agrupación entera.

 

La estricta disciplina que imperó siempre en los soldados de Arenales, contribuyó a captar la benevolencia general de los pueblos, de la cual nunca abusaron, conducta contrapuesta a la altanería y orgullo de los oficiales colonialistas.

 

Durante la realización de la segunda campaña de la Sierra, se produjeron profundas discrepancias entre San Martín y Arenales acerca de la estrategia de largo plazo a emplear en la guerra para liberar Perú.

Arenales opinaba que se debía concentrar en la Sierra todas las fuerzas posibles, debido a la mayor disponibilidad de recursos económicos y a la colaboración de la población adicta. San Martín, por el contrario, estimaba que la conquista de Lima y de El Callao no debía demorarse más tiempo, pues privados de la costa, los realistas quedarían aislados de la metrópoli.

 

Los mismos españoles tomaron la iniciativa, pues evacuaron la capital del Perú, dirigiéndose a la Sierra. San Martín ordenó la ocupación de la ciudad y el regreso de la división de Arenales a la costa, para colaborar en la toma de El Callao.

 

Después del retiro de San Martín en 1822, la situación militar ingresa en un estado de parálisis y de crisis políticas. Arenales, desalentado, pide la baja del ejército del Perú, que se le concede. Se retira con honores: es nombrado mariscal de Perú y Chile y se le otorga medalla de oro y pensión vitalicia.

 

En 1823, después de 14 años de ausencia, se encuentra nuevamente en Salta.

La Sala de Representantes lo nombra gobernador de la provincia. Como tal, debe combatir  las últimas resistencias de los realistas todavía presentes en el Alto Perú.

Apoya con entusiasmo la convocatoria del Congreso general constituyente en Buenos Aires, debido a la iniciativa de Rivadavia.

Pero la política unitaria del presidente de la república vuelve a encender las llamas de la guerra civil entre las provincias. Víctima de estas conjuraciones, Arenales es destituido y debe exiliarse en Alto Perú, donde se dedica a las tareas rurales junto con su familia.

Falleció en 1831.





Por Gerardo Celemín
Vínculos externos  
  Fundación Destellos
www.fundestellos.org

Grupo de Investigaciones Estéticas
(Univ. Nacional de Mar del Plata, Argentina)
http://gie-argentina.weebly.com/

La Radio
www.laradio.org.ar

Páginas de Tango
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Páginas de Edgardo y Steffi Berg sobre Fórmula 1 y sobre su proyecto educativo en inglés
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